Por Sonny Terry
Resumen: En los últimos años se ha impuesto una visión única en el tratamiento de los niños con disforia de género (el disgusto, desajuste o malestar con el sexo biológicamente dado), que ha sido apuntalada por una legislación que tiende a la penalización del tratamiento psicológico, alternativo al tratamiento médico y quirúrgico. El artículo tratará de ofrecer una visión rigurosa de la clínica del transexual, repasaremos las teorías sobre la
transexualidad, frente a las ideologías y al cientificismo. ¿Por qué tratar de iniciar un tratamiento de cambio de sexo con menores cuando sabemos que la inmensa mayoría acaban aceptando su sexo biológico a edad adulta? Veremos que el problema, además de generar un gran sufrimiento, tiene múltiples implicaciones sociales.
Palabras clave: Disforia de género, transexualidad, Nombre del Padre, Enfoque afirmativo, LGTBI.
I. Introducción
En enero de 2017 se lanzó, generando una gran polémica, Transgender Kids: Who Knows Best? El documental producido por la BBC sobre la disforia de género.
La disforia de género (el disgusto, desajuste o malestar con el sexo biológicamente dado), esta rodeada de una gran confusión, que a su vez genera un gran sufrimiento en las personas que la padecen. La película nos ofrece un atractivo marco de iniciación al análisis.
Dos enfoques sobre el tratamiento clínico chocan uno contra el otro:
El enfoque psicológico, representado por el Dr. Kenneth Zucker, parte de la premisa de que la identificación sexual es un proceso muy complejo. Ante la expresión de disforia se afirma el principio de neutralidad y aceptación incondicional del niño. Zucker escucha al niño en el juego infantil tratando de identificar sus conflictos o déficits. Podemos ver testimonios de casos en los que el niño estaba resolviendo sus conflictos a través de una disforia. Se ofrece el dato abrumador de que aproximadamente el 80% de estos niños resuelven su disforia y acaban aceptando su sexo biológico.
Por otro lado, el enfoque afirmativo, representado por colectivos LGTBI, consiste en afirmar al niño en su creencia de pertenecer a otro sexo, se niega que la misma pueda ser expresión de problemas psicológicos; se niega, a su vez, que se trate de un proceso, y se ofrece al niño un tratamiento para bloquear su pubertad, antes de que esta comience.
Cuando en marzo de 2015 se aprobó la Bill 77 (Nota 1), una ley canadiense que prohibía las terapias que pretendieran cambiar la orientación sexual o la identidad de género en menores, la clínica que dirigía Zucker (en Toronto) fue objeto de investigación, a consecuencia de la cual fue cerrada y Zucker despedido, concluyéndose que su abordaje terapéutico no estaba en consonancia con las líneas de trabajo más actualizadas. (Sierra, 2018: La prohibición de las terapias de conversión).
¿Quién está en lo correcto?
Para profundizar en la cuestión, hasta el nivel que me permita ser entendible por el lector que no tenga conocimientos previos, tengo que ampliar el marco inicial. Desde el punto de vista clínico me adentraré en el problema de la sexuación y el tratamiento del transexual, analizaré el papel de la ideología, nos asomaremos a la pequeña ventanita de otra cultura distinta a la occidental y finalizaré regresando al tratamiento de la disforia en los niños, junto con las implicaciones de la nueva legislación.
II. Sin cirujano ni endocrino no hay transexual
Si algo caracteriza a los seres humanos, varones o mujeres, es que, a diferencia de los animales, que se mueven de forma instintiva, nosotros muchas veces no sabemos qué hacer. Un joven varón puede identificarse con una estrella porno para pretender “saber lo que es un hombre”, otro quizás se identifique con un intelectual. Estamos siempre llenos de dudas. ¿Esto es lo que haría un hombre? ¿Esto es lo que haría una mujer?
Sin embargo, en el varón transexual que cree ser una mujer, observamos a menudo una falta de dudas acerca de qué es una mujer. Se mueve en el terreno de la certeza. No pretende ser una mujer, sino La Mujer, una idealización que entrañaría ser más mujer que todas las mujeres (Millot, 1984: 34). La certeza nos podría indicar la presencia de un delirio parcial, un síntoma transexual, que diría Lacan.
Para Lacan, la posición transexual (o síntoma transexual), es la convicción, impenetrable a toda argumentación racional, de ser una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre (en el caso de un varón biológico), o de ser un hombre encerrado en el cuerpo de una mujer (en el caso de una mujer biológica); unido a la voluntad de transformar su cuerpo en el del sexo sentido. (Millot 1984).
El término transexual fue introducido en los años 50 por el endocrinólogo Harry Benjamin. La convicción de estar atrapado en un cuerpo equivocado es antigua, pero no así la demanda de cambio de sexo, que surge con la oferta científica. Como indica Catherine Millot, sin cirujano ni endocrino, no hay demanda y no hay transexual (Millot, 1984: 14).
III. La sexuación
La ser humano nace con unos cromosomas que determinan su sexo biológico, pero la determinación del sexo psíquico es más compleja.
La sexuación en el ser humano no viene dada, sino que es un proceso que, en el mejor de los casos, se va dando en las vinculaciones del niño durante la crianza. Como nos indica Geneviéve Morel, la sexuación debe distinguirse de la mezcolanza de identificaciones, de las que cada sujeto esta repleto (Morel, 2012: 106).
Stoller introduce en 1968 la noción de identidad de género en su libro Sex and Gender. En la psicosis, a falta de sexuación, las identificaciones sostienen al sujeto, pero si se produce el brote algunas se caen. La confusión de géneros que vivimos en el momento presente podría jugar aquí una influencia nefasta, pues puede dificultar el proceso de sexuación o su suplencia en un sostén imaginario.
La sexuación tiene que ver con la función de corte. La palabra sexo viene del latín sexus, la cual viene del verbo secare (cortar). (Nota 2).
En el diálogo platónico de El banquete, Aristófanes propone el mito originario del ser humano como dos cuerpos unidos. Como la fuerza así obtenida suponía un desafío a los dioses, estos separaron los dos cuerpos, condenándolos a buscarse eternamente. Evocando el mito, el infante también debe ser separado de la unión fusional con su madre (o con la figura que ejerza de madre). En psicoanálisis se llama función paterna a este corte que permite la individuación y la sexuación. Esta función, tradicionalmente realizada por el padre, puede realizarla también otra figura vincular significativa que ejerza una autoridad sobre el menor, o incluso la propia madre, aunque la dificultad es mayor.
IV. La clínica del transexual
Como hemos visto, la ciencia moderna crea al transexual, y sostiene su síntoma ofertándole la remodelación quirúrgica de sus órganos sexuales. Sin embargo, el tratamiento podría no ser el adecuado. Según las conclusiones de un estudio sueco:
Las personas con transexualidad, después de la reasignación de sexo, tienen riesgos considerablemente más altos de mortalidad, comportamiento suicida y morbilidad psiquiátrica que la población general. Nuestros hallazgos sugieren que la reasignación sexual, aunque alivia la disforia de género, puede no ser suficiente como tratamiento para la transexualidad, y debería inspirar una mejor atención psiquiátrica y somática después de la reasignación sexual para este grupo de pacientes. (Dhejne, C., Lichtenstein, P., Borman, M., Johansson A. L. V., Långström, N., y Landén, M., 2011: Conclusiones).
Miroslav Djordjevic, cirujano especializado en cirugía de reasignación de sexo y profesor de Medicina de la Universidad de Belgrado, en una entrevista publicada a finales de 2017 en The Telegraph, alertó sobre un aumento de los casos de reversión de la reasignación de sexo; en otras palabras, personas que se arrepienten de haberse amputado los genitales. Según Djordjevic, algunas de estas personas experimentaron niveles altos de depresión, e incluso contemplación suicida, después de su transición. La Universidad Bath Spa del Reino Unido rechazó una solicitud de investigación sobre la reversión de reasignación de género por considerarlo políticamente incorrecto. (Shute, 2017).
Estos datos y otros que siguen la misma línea deberían hacernos cuestionar el rumbo que se ha tomado, sin embargo, no está ocurriendo así.
V. Atrapado en el deseo del otro
Entienda el lector, a continuación, que los conceptos teóricos nos sirven aquí como herramienta indispensable para tratar de entender, proponiendo un orden, lo que aún no entendemos completamente. Los conceptos psicoanalíticos no son propiamente ciencia positiva, pues el método psicoanalítico, que permite una intelección más profunda, sólo puede ser aplicado caso por caso, sin posibilidad de generalización, e irremediablemente, como toda ciencia psicológica, imposible de determinarse en relaciones causa-efecto (Nota 3). No obstante, es un cuerpo teórico basado en más de cien años de observación clínica, con la potencia de poder refutar los presupuestos básicos cognitivo-conductuales de la psicología positivista, con la cualidad de poder ser, a su vez, objeto de refutaciones, y que posee la misma evidencia científica sobre eficacia de tratamientos que el resto de escuelas de psicología (Shedler, 2010). Rara vez un cuerpo teórico ha sido tan distorsionado y su principal creador tan difamado, así que, a partir de aquí, el lector tendrá que intentar dejar a un lado sus más que probables prejuicios (para un extenso artículo aparte daría el tratar de explicar las motivaciones de tanta distorsión). Dicho esto, podemos continuar.
Para Lacan, interpretado por Millot, el síntoma transexual guarda relación con una falta de Nombre del Padre (NP). En la teoría lacaniana el inconsciente está estructurado de forma similar a un lenguaje (Lacan 1987). Para significarse un significante, como en un diccionario, debe remitirse a otro significante. El significante fundamental que da orden a nuestra psique sería este NP, que a su vez metaforiza el deseo materno. Es la función paterna la que, como he dicho, ejerce esta función de corte, de límite, al deseo materno, permitiendo la sexuación, la separación psíquica y también física, del infante y su figura materna. El infante se pregunta sobre qué desea su madre, quiere ser el objeto de su deseo, pero cuando la madre empieza a mirar hacia otros lugares que no son él (hacia su marido, hacia su trabajo, hacia sus hobbies), permite que dé comienzo esta función paterna que rompe, por decirlo así, el idilio.
Siguiendo a Millot, la falta de NP en el caso del varón puede tener un efecto de feminización. Niño y madre quedan en una relación dual dejando al primero sin desarrollar su sexuación.
A su vez, se observan casos en que hay una merma en las posibilidades identificatorias del varón al padre, una inconsistencia imaginaria de la virilidad. En esta falta de sexuación por carencia de NP, hay un sostenimiento imaginario de la masculinidad, tan frágil que, como en el caso Schreber (Freud 1911), podría dar lugar a experiencias delirantes de emasculación.
En casos de psicosis la identificación a La Mujer puede poner límites a esa falta de límites que experimenta el sujeto. El síntoma transexual podría funcionar, precisamente, como una suplencia de la psicosis dando estabilidad.
A continuación, veamos brevemente dos casos clínicos que espero nos ofrezcan una visión con más detalle.
Ven, un caso de transexualidad femenina. (Morel 2012)
Ven es una joven que siente malestar por ser mujer, quiere colocarse una prótesis peniana. Tiene el recuerdo de sentir una envidia violenta hacia su hermano, el preferido de su madre. Su madre la abandona en casa de sus abuelos, reencontrándose con ella a los 6 años. Parece que es en esta edad cuando le sobreviene la idea de querer ser un chico, en el momento en que está viendo a un chico mayor que ella orinar de pie.
En el estadio del espejo (Lacan 2006), Ven queda identificado con ese otro hermano deseado por su madre. Ella, recordemos, no fue deseada.
Para Ven el acto sexual es una violación. Él aspira a una relación platónica con una mujer. La cuestión del sexo, por no poder formularse simbólicamente, a falta de este límite significante que llamamos NP, retorna en la realidad de forma angustiosa, exigiendo la prótesis peniana para completar el ideal imaginario que, tan precariamente, sostiene al sujeto. El travestismo puede evitar aquí la operación, “parecer es ser” (Morel, 2012: 198) llega a decir Ven. En este sentido, la terapeuta le reconoció como hombre, sin exigirle la prueba de pene, y esta mirada no persecutoria junto con el resto de trabajo en la terapia, permitió a Ven modificar su síntoma y colocarse en un lugar que ya no exigía la transformación corporal.
Ives, un caso de transexualidad masculina (Morel 2012)
Ives es el caso de un hombre que desde su primera infancia se sostenía en una feminidad imaginaria. A edad adulta su paternidad le desencadenó una psicosis, pero se alineó del lado hombre: se dijo “soy padre, por lo tanto hombre” (Morel, 2012: 201) y comenzó un análisis.
La madre de Ives despreciaba a los hombres, en especial a su marido. “Me tragué entero el discurso de mi madre y tiré a mi padre a la basura” (Morel 2012: 203). Esta madre convirtió a Ives en su único varón, pero como el varón era para ella despreciable, Ives quedó atrapado en un doble vínculo altamente psicotizante.
“Cuando me convertí en padre ya no me fue posible pasar reversiblemente de hombre a mujer y de mujer a hombre” (Morel, 2012: 204) Es en este momento en que Ives, necesitando el significante fundamental del NP, entra en una psicosis con tentaciones de suicidio. A falta de la capacidad simbólica que permite el corte y la diferencia, y sosteniéndose el sujeto en lábiles identificaciones imaginarias, no pudo sostenerse. Pero, he aquí que en el análisis Ives pudo encontrar una solución que no implicó un viraje a identificaciones femeninas ni a una emasculación. Ives pudo sostenerse en identificaciones clasificatorias, con capacidad simbólica. Ives reconoce que, de no ser por su mujer, Lara, probablemente habría perseverado en su transexualidad. Fue del amor de Lara de quien procedió el significante “muro de Berlín” que hizo las veces de corte. A falta de NP Ives no podía identificarse en la categoría hombre, pues el discurso de su madre trataba al padre como un desecho, opuesto a la mujer, que sí valía algo. Este corte no permitió a Ives tener una sexualidad, él consideraba el acto sexual como un mero acercamiento cálido de los cuerpos, pero sí le permitió estabilizarse.
En definitiva, lo que nos enseñan ambos casos es el que el sujeto puede quedar atrapado en el deseo del gran Otro omnipotente, por ejemplo la Ciencia.
Que ese Otro [de la Ciencia] se ofrezca para responder al interrogante del deseo conduce al transexual a constituirse en el objeto de su goce. Es el cobaya ofrecido en cuerpo y alma a la Ciencia, y paga con su carne para dar consistencia al fantasma de omnipotencia de la Ciencia moderna.
(..) Cuando a partir de la etiqueta que se le propone un sujeto se ha definido como transexual, en cierto sentido la cuestión queda cerrada. Ha escogido renunciar a mantener abierto el interrogante de su deseo. En cierta manera ha renunciado por tanto a su propio deseo, para consagrarse en adelante al goce del Otro, para mayor gloria de la Ciencia. (Millot, 1984: 130).
VI. Una perspectiva antropológica
Entre las etnias Zuñi de norteamérica, el travestido, transexual o hermafrodita, es motivo de orgullo en las familias, se considera casi una bendición divina y en ningún caso un motivo de vergüenza. Estas personas pueden permanecer un período de tiempo travestidos, teniendo experiencias sexuales con personas de su propio sexo, para luego volver a adoptar el rol de género acorde con su sexo biológico. Es decir, vemos aquí unas transiciones que requieren sólo de modificaciones imaginarias (travestismo), y en ningún caso de transformaciones físicas. (Miller 2016)
VII. El papel de la ideología
Como hemos visto, las identificaciones de género no son suficientes para sexuarse, pero pueden facilitar o dificultar el proceso. Desde que las nuevas políticas de género se vienen aplicando ya tenemos algunas cifras y son alarmantes: según el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, entre 2010 y 2015 los casos de niños transgénero han aumentado un 1000% (Fuentes 2017).
Según American Academy of Pediatrics, mientras en 1970 del 2% al 4% de los niños y del 5% al 10% de las niñas de edades comprendidas entre los 4 y 18 años se comportó como el sexo opuesto ocasionalmente, en la actualidad del 5% al 13% de los adolescentes varones y del 20% al 26% de las adolescentes manifestaron un comportamiento de género cruzado. De estos, del 2% al 5% de los varones y del 15% al 16% de las niñas llegaron al convencimiento de que pertenecían al sexo opuesto. Pero aunque esta tasa es relativamente elevada, resulta que la prevalencia final es solo del 0,01% (1 entre 10.000 a 30.000).
Es decir, a pesar de que un creciente número de niños parecen estar experimentando el comportamiento de género cruzado, la evidencia es que, a medida que maduran, muy pocos solicitan el cambio de género. En conclusión, los casos de transgénero siguen siendo escasos pero el caos que se está generando es cada vez mayor. (Benegas 2017).
Judith Butler, el referente mundial de la ideología queer, dice en su libro El género en disputa: “La posición feminista argumenta que el género debería ser derrocado, suprimido o convertido en algo ambiguo, precisamente porque siempre es un signo de subordinación de la mujer…”. (Butler, 2007: 15).
Abundando aún más en la misma línea:
El empeño obstinado de este texto por «desnaturalizar» el género tiene su origen en el deseo intenso de contrarrestar la violencia normativa que conllevan las morfologías ideales del sexo, así como de eliminar las suposiciones dominantes acerca de la heterosexualidad natural o presunta que se basan en los discursos ordinarios y académicos sobre la sexualidad (Butler, 2007: 24).
“¿Cuál es la mejor forma de problematizar las categorías de género que respaldan la jerarquía de los géneros y Ia heterosexualidad obligatoria?” (Butler, 2007: 36)
Para Butler el orden de género establece una jerarquía que, en sí misma, oprime a la mujer y a los individuos de géneros o conductas sexuales no normativas. Por tanto, su propuesta es eliminarlo.
El aumento y afirmación del número de géneros distintos, que la propaganda vende como un aumento de la inclusividad o de la libertad de elección, podría ser en verdad un indicativo de las dificultades de sexuación, y ante las dificultades sólo queda el recurso de sostenerse en identidades líquidas.
Judith Butler llega a confundir el sexo biológico y el género:
En su estudio [el de Beauvoir] no hay nada que asegure que la «persona» que se convierte en mujer sea obligatoriamente del sexo femenino. Si «el cuerpo es una situación», como afirma, no se puede aludir a un cuerpo que no haya sido desde siempre interpretado mediante significados culturales; por tanto, el sexo podría no cumplir los requisitos de una facticidad anatómica prediscursiva. De hecho se demostrará que el sexo, por definición, siempre ha sido género (Butler, 2007: 57)
La guía “Abrazar la diversidad”, elaborada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en 2015, enumera una serie de recursos didácticos recomendados para educar a los menores (Nota 4).
El denominador común de estos materiales, como el libro recortable El niño perfecto, de Bernat Cormand (Imagen), es que subvierten constantemente los géneros.
Sería del todo deseable que estos materiales fomentasen la inclusión y el respeto por la diversidad, pero creo que bombardear la cabeza de los niños con estos nuevos planes de enseñanza puede generarles una enorme confusión en un momento de gran vulnerabilidad, en especial, los que tienen particulares dificultades para sexuarse.
Insisto, es absolutamente deseable, y debería ser un objetivo, el que los niños puedan convivir armoniosamente con otros niños que expresan su género u orientación sexual de forma diferente, pero creo que este loable propósito puede encontrar dificultades si no facilitamos los procesos de maduración. En el individuo maduro su edificio de identificaciones imaginarias está, por decirlo así, estructurado por el registro simbólico, lo que le permite confrontar, construir y transigir diferencias. Las identificaciones imaginarias con el deseo del otro, sin mediación del corte de la sexuación, confunden al individuo, fomentan su dependencia y su agresividad, cuando el reflejo que se le devuelve no concuerda con el ideal. Nos hallamos precisamente en un momento histórico en el cual numerosos individuos muestran una gran inmadurez e incapacidad para aceptar diferencias, y esto parece ser una tendencia en aumento. Numerosos padres no asumen su rol y se colocan en una posición de igualdad respecto del menor, como si fueran un amigo. Difícilmente pueden ejercer el amor y la autoridad que el menor necesita.
Si analizamos los nuevos programas educativos, como el Plan Skolae (2017-2021), del Gobierno de Navarra para edades comprendidas desde los 0 hasta los 20 años (Nota 5), encontramos un apartado dedicado a la prevención de la violencia, en el cual sólo se contempla la violencia ejercida por hombres hacia mujeres. Los planes educativos de prevención de violencia sólo contemplan la violencia unidireccionalmente. Si recordamos el caso de Ives, o el caso de Josiane (Morel 2012), (este último no tratado en este artículo), encontrábamos que las categorías masculinas estaban descalificadas, lo que había influido en la creación del síntoma transexual.
El Plan Skolae contempla las siguientes pautas para el itinerario en educación infantil:
Reconocimiento de la sexualidad infantil desde el nacimiento despenalizando el reconocimiento y la vivencia de dicha sexualidad en el ámbito de la escuela y la familia (curiosidad sexual, juegos eróticos infantiles…) (p. 68).
Analizar y luchar contra todo juguete estereotipado por géneros, todas las criaturas juegan con todo. Analizar las tareas domésticas del entorno familiar. Analizar las imágenes, los cuentos, las canciones… y cambiarlas. Aportar referentes masculinos de igualdad. Cuidar también los referentes de igualdad en las canciones, cuentos, imágenes igualitarias en los cuidados y en lo doméstico. Cambiar el sexo de los personajes de los cuentos y hablar sobre ello (p. 41).
Si trascendemos el ámbito de las comunidades y ojeamos las guías educativas de la UNESCO, en su Educación de la sexualidad y prevención de las ITS y el VIH/sida desde los enfoques de género, de derechos y sociocultural de 2011, encontramos una persistente obsesión en eliminar las posibles identificaciones de género, por ejemplo: “Tener en cuenta las características de algunos juguetes…, la no existencia de “juguetes sexuados”, puesto que la esencia está en el rol que el niño o la niña desarrolle con él, se juega con todos por igual” (p. 27) (Nota 6).
Pero si por un lado observamos una serie de directrices que podrían dificultar la sexuación, debido a la confusión de géneros que podrían generar, por otro lado observamos directrices que podrían sexualizar prematuramente a los menores, como la recomendación de juegos eróticos infantiles del Plan Skolae. Una sexualización prematura, cuando los niños aún no pueden comprender ni tienen recursos para afrontar la sexualidad, puede ser traumática.
Para saber más concretamente en qué consisten estos planes educativos, recomiendo visionar la charla sobre sexología impartida por el Servicio Riojano de Sexología (SERISE), a los padres de niños en educación primaria, dentro del Plan Skolae (Información de La Contra TV):
La posición sexual no se elige, y tampoco depende directamente de la cultura, pero como hemos visto la ideología de género puede generar una gran confusión. Lo que se presenta como libertad de elección, con la lista de más de cien géneros de la ONU, responde en verdad a una falta de diferencia sexual, que puede generar dificultades para aceptar diferencias.
VIII. Niños transgénero
Según un estudio del American College of Pediatricians:
Los bloqueadores hormonales pueden ser peligrosos. Reversibles o no, los bloqueadores hormonales inducen un estado de enfermedad -la ausencia de pubertad- e inhiben el crecimiento y la fertilidad en un niño que antes era biológicamente sano.
Según el DSM-V, hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural.
Los niños que utilizan bloqueadores hormonales para reasignación de sexo necesitarán hormonas cruzadas al final de la adolescencia. Las hormonas cruzadas (testosterona y estrógenos) se asocian con riesgos para la salud, entre ellos hipertensión, coágulos de sangre, derrame cerebral y cáncer.
Las tasas de suicidio son veinte veces mayores entre los adultos que utilizan hormonas cruzadas y sufren cirugía de reasignación de sexo, incluso en Suecia, que se encuentra entre los países con mayor respaldo LGBT. ¿Qué persona compasiva y razonable condenaría a ese destino a chicos jóvenes sabiendo que tras la pubertad hasta un 88% de las chicas y un 98% de los chicos aceptarán la realidad y alcanzarán un estado de salud física y mental?.
Condicionar a los niños a creer que es normal estar toda la vida sustituyendo química y quirúrgicamente su propio sexo por el opuesto constituye un abuso infantil. Respaldar la discordancia de género como algo normal a través de la educación pública y de las políticas legales confundirá a hijos y padres, llevando a muchos niños a acudir a “clínicas de género” donde les administren fármacos bloqueadores hormonales. Esto, a su vez, virtualmente asegura que ellos “elegirán” recibir hormonas cruzadas cancerígenas o de un modo u otro tóxicas, y probablemente considerarán innecesariamente, cuando sean adultos jóvenes, la mutilación quirúrgica de sus órganos sanos (Cretella, M. A., Van Meter, Q., McHugh, P., 2017).
Como he venido argumentando la sexuación es un proceso, y en el desarrollo de este proceso pueden darse síntomas o inhibiciones. La disforia o la transexualidad formarían parte de un desarrollo problemático que debe ser atendido por profesionales con absoluta normalidad.
La indecisión en cuanto al propio sexo, por ejemplo, o bien la homosexualidad, son situables como formaciones imaginarias, y como tal corresponden a efectos derivados de posiciones estructurales diversas… El sentirse mujer en un cuerpo de hombre (o a la inversa), puede adquirir un sentido muy diferente según el contexto. Igualmente la demanda de cambiar de sexo, que en sí misma es un síntoma, puede emanar tanto de una hipocondríaca (se han encontrado casos), que alegará una posición transexual para hacerse quitar los senos, pues teme que un día el cáncer los ataque, como una histérica que se propone al deseo de poder de aquel que precisamente se ofrece a operarla… Lacan sostiene que en la psicosis hay una pendiente hacia el transexualismo. El caso Schreber, estudiado por Freud, es ejemplar desde este punto de vista. (Millot, 1984: 21).
IX. Legislación
Si al comienzo del artículo nos hacíamos eco de la Bill 77 canadiense (Nota 1), en España hasta 11 leyes de ámbito autonómico regulan la expresión de género. Para ilustrarlas nos centraremos únicamente en la de Madrid, pues el resto son similares.
Dice la Ley 2/2016, de 29 de marzo, de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación de la Comunidad de Madrid (Nota 7), en sus artículos 6 y 14:
Artículo 6:
“Las personas trans menores de edad tienen derecho a recibir el tratamiento médico oportuno relativo a su transexualidad. La atención sanitaria que se les preste, en tanto que menores, se hará de acuerdo con lo dispuesto en la Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio, de protección a la infancia y la adolescencia, en la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de los derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, la Convención de Derechos del Niño y con atención a lo establecido en los protocolos de las sociedades médicas y pediátricas internacionales”.
Artículo 14:
“Sin perjuicio de lo establecido por la Ley 1/2007, de 21 de febrero, de Mediación Familiar de la Comunidad de Madrid, la negativa de padres o tutores a autorizar tratamientos relacionados con la transexualidad o a que se establezca preventivamente un tratamiento de inhibición del desarrollo hormonal, podrá ser recurrida ante la autoridad judicial cuando conste que puede causar un grave perjuicio o sufrimiento al menor. En todo caso se atenderá al criterio del interés superior del menor”.
Es decir, que cualquier alternativa que no sea afirmar al menor en su creencia puede acarrear a los padres o tutores problemas con la justicia. La ideología política se impone aquí, de forma totalitaria, al conocimiento científico y a la salud del menor.
X. Discusión y conclusiones
Como nos enseña la clínica del transexual, la diferenciación sexual tiene que ver con un proceso de separación psíquica de la fusión con la figura materna, modulado, eso sí, por la cultura. Pero es importante establecer una separación entre crianza y educación. La primera tiene más que ver con el vínculo y la segunda con el conocimiento, y es en los vínculos en los que se da el proceso sexuación. En nuestra sociedad, la caída del Nombre del Padre, de toda forma de autoridad, la anomia creciente, que pareciera un paradigma de doble vínculo, donde al tiempo que se dice que hay respetar la ley se conmina a burlarla, la caída de las doctrinas universales, sustituidas, sin embargo, por ideologías sectarias, generan, a mi juicio, una creciente confusión, ruptura e incapacidad de filiación. El sujeto que no esta en paz con sus padres, sobre todo con la figura que ejerció el corte, puede convertirse en un individuo permanentemente irascible que desplazará el conflicto a toda forma de autoridad, incluida el Estado del cual emanan nuestros derechos. Las ideologías sostienen el síntoma y pueden dificultar la maduración. El sujeto no puede prescindir de sus síntomas así como así, pues entraría en una crisis para la que no esta preparado. La ideología y la nueva legislación empujan hacia una afirmación del niño en su creencia de pertenecer a otro sexo, en detrimento de la atención psicológica. Sabemos que algunos individuos adultos parecen haber encontrado una solución óptima con la operación, pero muchos otros entran en crisis y en intentos suicidas. Además, no pocos piden recuperar sus órganos. El tratamiento psicológico podría evitarle el sufrimiento de haber tomado una decisión equivocada, podría canalizar su síntoma hacia una solución menos lesiva. Cabe preguntar a los partidarios del enfoque afirmativo, si cuando ven a un niño que se cree superman, también le afirman en su creencia y le invitan a volar por la ventana; bloquear su crecimiento y amputar sus genitales no es cosa menos seria.
Notas
1. Ontario, Legislative Assembly (2015). Bill 77. Affirming Sexual Orientation and Gender Identity Act. Tomado de: https://www.ola.org/en/legislative-business/bills/parliament-41/session-1/bill-77
2. Tomado de Etimologías Chile: http://etimologias.dechile.net/?sexo#targetText=SEXO,grupos%20distintos%3A%20masculino%20y%20femenino.
3. “Quizás el mayor problema al que se enfrentan las ciencias académicas es que lo que es medible a menudo es irrelevante, y lo que es relevante a menudo no se puede medir". George Vaillant.
4. Recuperado de: http://www.inmujer.gob.es/actualidad/NovedadesNuevas/docs/2015/Abrazar_la_diversidad.pdf
5. Recuperado de: https://consejoescolar.educacion.navarra.es/web1/wp-content/uploads/2017/09/SKOLAE-Berdin-Bidean-Creciendo-en-Iguadad_Programa.pdf
6. Recuperado de: http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/FIELD/Havana/pdf/Libro%20Educacion%20de%20la%20sexualidad%201.pdf
7. Recuperado de: http://www.madrid.org/wleg_pub/secure/normativas/contenidoNormativa.jsf?opcion=VerHtml&idnorma=10412&word=S&wordperfect=N&pdf=S#no-back-button
Referencias
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Sobre el autor:
Sonny Terry es Graduado en Psicología por la UNED, Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica por la Universidad Complutense de Madrid.
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