Por Pablo Martín Blanco
Resumen:
En este artículo se realiza un análisis de una de las herramientas de poder blando de la cooperación china, la BRI, dicha iniciativa ha generado un nuevo paradigma que escapa a los esquemas de cooperación contemplados desde Occidente. Explicaremos los procesos de integración megarregional que se vienen implantando desde hace varios años y como estos sirven para aumentar las esferas de influencia de los diferentes estados participantes. Analizaremos la utilización de esta herramienta por parte de China para establecer una nueva hegemonía mundial, además de los beneficios que está trayendo a muchos países en la que la Nueva Ruta de la Seda se está implantando. Así mismo, expondremos algunas críticas que se han realizado al proyecto del gigante asiático y propondremos algunas refutaciones a dichas críticas.
Palabras clave: China, Cooperación, Integración Megarregional, BRI, Hegemonía.
1. Introducción
El siguiente trabajo tiene por objetivo exponer y analizar la iniciativa del Gobierno de la República Popular China conocida como Cinturón y nueva Ruta de la Seda. Dicha iniciativa ha suscitado intensos debates, tanto en el campo de las relaciones internacionales y la geopolítica, como en el que nos atañe, el de la cooperación internacional. Esto se debe a que dicha iniciativa trastoca los modos de cooperación contemplados hasta ahora por las democracias liberales de occidente, poniendo sobre el tablero de juego, no solamente una nueva forma de hacer cooperación, sino la forma de hacer cooperación del país llamado a ocupar el primer puesto como potencia mundial en los próximos años.
Es por ello, que este tema cobra especial relevancia, por la, más que probable posibilidad, de que China se convierta en los próximos años en la mayor potencia del mundo, con la posibilidad de que sus formas de diplomacia y de cooperación se transformen en hegemónicas.
De esta forma, investigar y analizar este fenómeno, se torna hoy más importante que nunca.
Durante las siguientes paginas intentaré explicar los procesos de integración megarregional que se están dando en el planeta, la respuesta China a estos, la iniciativa del cinturón y ruta de la seda, su aplicación y desarrollo en África, y las consecuencias para dicho continente.
2. China, la integración megarregional y la lucha por la hegemonía.
Para explicar el proceso de integración megarregional chino, primero debemos remontarnos atrás en la historia, puesto que sin una visión histórica contextualizada se carece de la base para comprender correctamente los hechos geopolíticos en su totalidad.
China, otrora conocida como el Imperio, o la Nación del Centro, siempre ha sido un país diverso y de contrastes, tanto sus gentes, pues hay y ha habido más de 200 etnias diferentes (Ying, 1978), como su historia y sus modos de gobernanza, ya que ha pasado por reinos, imperios y por épocas de dominación colonial, si no completamente, si de facto. Siempre ha sido una fuente de civilización, realizando grandes descubrimientos a lo largo de su historia.
En 1949 triunfa la revolución comunista encabezada por Mao Zedong. Durante las primeras etapas de gobierno comunista, todos los esfuerzos fueron enfocados en realizar una transición socioeconómica que modernizara el país y permitiese el desarrollo de la población rápidamente, dejando de lado, en principio la expansión del domino geopolítico (Vejarano Rivera, 2018).
Posteriormente, durante las últimas décadas de la guerra fría, China cumple con su papel de potencia comunista, apoyando revoluciones izquierdistas a lo largo y ancho del mundo, y enfrentándose, a través de terceros, con las potencias occidentales, que durante el siglo anterior habían colonizado y maltratado al país, y apoyando los procesos descolonizadores en general. (Vejarano Rivera, 2018)
Posteriormente al finalizar el siglo XX, China empieza su política diplomática pacífica en pos de la transformación hacia un mundo multipolar, estableciendo distintas alianzas con sus vecinos (Vejarano Rivera, 2018) y, en general, una política diplomática pacifica, pausada y meditada marcada en parte por su inspiración confucianista. De esta forma, inicia su “modificación pacífica” del status quo imperante tras la guerra fría, cuyo mayor perjudicado será Estados Unidos (Pino Rocha, 2016).
Debemos pues, tener en cuenta también el contexto geopolítico del s. XXI. Un siglo en el que la globalización esta alcanzando sus más altas cotas, donde la interconexión entre las economías del mundo es hoy más intensa que nunca, y donde el mundo digital, no solo facilita esta interconexión, sino que la hace estrictamente necesaria. En este contexto, proliferan los llamados acuerdos de integración megarregional, que buscan formas de cooperación, eminentemente económicas y comerciales, entre grandes regiones del mundo, muchas veces separadas entre si y sin fronteras comunes.
Osvaldo Rosales et al. ofrecen una serie de tres características comunes y distintivas de este tipo de acuerdos frente a otros tipos de integración:
“1) El número y tamaño de las economías involucradas, que en todos los casos representan proporciones importantes del producto, la población, el comercio y la inversión extranjera directa mundiales;
2) La gran extensión geográfica, ya que todos estos proyectos apuntan a crear espacios económicos integrados de vasto alcance, ya sean euroasiáticos, transatlánticos o transpacíficos.
3) La agenda temática propuesta, que es amplia y compleja, e incluye diversas áreas no abordadas por los acuerdos de la OMC ni por otros acuerdos previos” (Rosales et. al 2013, citado en Pino Rocha, 2016).
Como podemos observar, este tipo de acuerdos de integración están adaptados al mundo globalizado, pues no se basan, como los acuerdos de integración, podríamos decir “clásicos”, en la necesidad de cooperación por poseer una frontera compartida, una cultura común u otras causas semejantes, sino que se basan en el principio del beneficio mutuo o el win-win,(Pino Rocha, 2016). Esto, por supuesto no significa que ninguna de estas integraciones carezca de dichas características “clásicas”, pero no se consideran intrínsecamente necesarias.
Además, la gran mayoría de estos acuerdos megarregionales, poseen un carácter transcontinental (Pino Rocha, 2016), fiel reflejo, como hemos mencionado, de la necesidad de adaptarse al proceso globalizador.
Este tipo de acuerdos de integración están siendo utilizados por todas las grandes potencias regionales para aumentar su esfera de influencia. De esta manera, podemos hablar de la Unión Económica Euro-Asiática (cada vez más débil) propuesta y liderada por Rusia y conformada por esta y algunas antiguas repúblicas exsoviéticas de Asia, con el objetivo por parte de Rusia de mantener su influencia sobre estas (Higueras, 2015).
Por otro lado, tenemos los acuerdos de libre comercio transcontinentales, los cuales se pueden enmarcar dentro de este tipo de integración. A destacar, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, firmado por Canadá y diversos países de Oceanía y el sudeste asiático, y el famoso TTIP, en castellano Asociación transatlántica de Comercio e Inversión, encabezado por EEUU con el objetivo de reforzar lazos comerciales con la Unión Europea (Pino Rocha, 2016).
Frente a estos acuerdos China, en consecuencia con el discurrir de la geopolítica, y promoviendo siempre una mayor democratización de las instituciones internacionales (Vejarano Rivera, 2018) que ha sido reiteradamente ignorada por los países occidentales, comenzó a lanzar sus propios proyectos de integración megarregional: la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), el Área de Libre Comercio de Asia- Pacífico (FTAAP), el Foro de Cooperación Asia Pacífico (APEC) y, en el que nos centraremos en este trabajo, el proyecto de Cinturón y Ruta de la Seda (BRI, en sus siglas en inglés) (Pino Rocha, 2016).
Es importante destacar, que todos estos acuerdos de integración megarregional, poseen como objetivo, además de mejorar las relaciones comerciales entre los países miembros, aumentar la esfera de influencia político-económica como paso previo para aumentar el poder geopolítico.
Tenemos diversos ejemplos de esto a lo largo de la historia. Como referente más cercano a Europa, podemos hablar del conocido Plan Marshal, que a través de la cooperación económica con una Europa devastada por la barbarie nazi, consiguió aumentar la esfera de influencia de los EEUU en el Viejo Continente (Lemus Delgado, 2018), hasta el punto de que en escasos años la mayor parte de los estados europeos habían firmado alianzas militares con el gigante americano (NATO) tornándose indiscutible la influencia de este en Europa. Con estos antecedentes, y la caída a finales del siglo XX de la Unión Soviética, el mundo pasó a una configuración hegemónica unipolar, llegando algunos autores a calificar el s. XXI como “El nuevo Siglo Americano” (Cordero, M. y Paulino, L, 2017).
Dicha hegemonía unipolar se está viendo resquebrajada en los últimos años, en gran medida por los ya citados procesos de integración megarregional, así como por la oposición a la hegemonía norteamericana por parte de potencias regionales como Rusia, acompañada el surgimiento de nuevas potencias regionales como son los restantes BRICS, además del espectacular ascenso económico del candidato a configurar el nuevo orden hegemónico unipolar, la República Popular de China.
3. La BRI
El día 7 de septiembre del año 2013, el presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, en una conferencia en la Universidad de Nazarbayev, en Kazajistán, pronunció las siguientes palabras: “[…] para forjar lazos económicos cercanos, profundizar la cooperación y expandir el espacio de desarrollo en la región euroasiática, deberíamos tomar un enfoque innovador y conjuntamente construir un cinturón económico a través de la Ruta de la Seda”. Este discurso, se puede considerar la primera mención publica de los planes de construcción del conocido como Belt and Road Intiative o BRI, por sus siglas en inglés (Vejarano Rivera, 2018).
Pero ¿Qué es exactamente la BRI?
En la década de los años 90, este término, el de ruta de la seda, era utilizado por los altos funcionarios del gigante asiático como una forma retorica de acercarse a sus vecinos de Asia central. De esta manera, haciendo mención al pasado común de comercio pretendían introducir poco a poco la idea de una ruta de comercio moderna, de un resurgimiento de la ruta de la seda en la antigua ruta comercial milenaria. De esta forma hubo acercamientos diplomáticos que sentarían las bases para la posterior puesta en marcha oficial de la iniciativa (Pino Rocha, 2016).
Dicha iniciativa pretende recuperar la antigua ruta comercial y expandirla, tanto por mar como por tierra, para convertirla en la ruta comercial mas ambiciosa de toda la historia. Dicha ruta, poseerá varias vías de comercio principales: Por un lado, la que más se asemeja a la ruta “clásica”, partirá de China para recorrer la mayor parte de los países de Asia Central hasta entrar en Europa por Bulgaria; otra parte, operativa desde hace unos años, recorre el norte de Asia Central, Kazajstán, para entrar al viejo continente por Rusia y llegar hasta Alemania, el corazón de la UE. Por otro lado, la parte Marítima de la Ruta, partirá del puerto de Fuzhou para entrar en el continente africano a través del mar Rojo, atravesar el canal de Suez y hallar salida en el mediterráneo, siendo los puertos objetivo Venecia y El Pireo, en Grecia; otra ruta marítima, menos desarrollada hasta el momento, saldría del mismo puerto chino para atravesar el pacífico hasta Perú.(Higueras, 2015).
En palabras de Long Guoquiang (2015) la BRI es una iniciativa de cooperación receptiva a incluir cualquier país que quiera formar parte de esta “el desarrollo es la prioridad cardinal para la mayoría de estos países, los cuales buscan, de diversas maneras, acelerar su crecimiento económico, incrementar sus ingresos y mejorar las condiciones de vida de sus poblaciones” (Long, 2015 citado en Pino Rocha, 2016)
Los principios fundamentales en los que se asienta la BRI, y gran parte de la política de ayudas Chinas al exterior, se basa en los principios de coexistencia pacífica, desarrollo común, unidad, igualdad, confianza y beneficio mutuo (Vejarano Rivera, 2018). Es esta última característica la que diferencia a China del resto de países que realizan cooperación desde la óptica occidental. China ha incorporado el principio de win-win (todos ganamos) en sus políticas diplomáticas de cooperación, asegurando un beneficio mutuo en lugar de recaer en el, ya tan manido, altruismo.
Muchos autores perciben que hay un cambio discursivo en el concepto de globalización manejado por China, manifestado como “globalización incluyente”.
Durante los últimos 40 años el proceso de globalización ha sido eminentemente conducido y manejado por intereses adscritos a la ideología neoliberal. (Vejarano Rivera, 2018).
Esto es fácilmente comprobable. Donde quiera que nos dirijamos en el mundo, probablemente encontraremos anuncios de Coca-Cola y algún que otro restaurante de comida rápida americana con un nombre propiamente irlandés, sin embargo, aunque la información fluya libremente por el mundo y las campañas publicitarias hayan llegado a los rincones más recónditos del planeta, difícilmente encontraremos circulando por el mundo el mismo volumen de información acerca de los derechos humanos, los derechos laborales, críticas a la economía capitalista o sin ir más lejos, información sobre los clásicos de la literatura mundial. Con esto, pretendo explicar la diferencia entre la globalización neoliberal, entregada a los intereses corporativos y un tipo diferente de globalización, o, lo que en los años 90 se llamaba “alter globalización”, globalización alternativa. El mundo está conectado, sí, pero solo para la libre circulación de los intereses de cierta clase.
La globalización incluyente China, no va en contra de la globalización, ni busca revertirla y tampoco es precisamente la “alter Globalización” con la que soñaban los jóvenes de los 90, y por la que se manifestaron numerosas veces en diferentes convenciones internacionales. La globalización incluyente y la neoliberal van en la misma dirección, la diferencia fundamental entre ambas es que, a diferencia de la globalización neoliberal, la globalización incluyente esta ideada para mejorar los medios de vida de las personas (Vejarano Rivera, 2018) en lugar de servir eminentemente a los intereses de la clase capitalista. Además, respetando los principios de soberanía de los que hace gala el ejecutivo chino al realizar sus misiones diplomático-cooperativas alrededor del globo, este tipo de globalización no emana desde arriba, no está impuesto por grandes multinacionales, sino que cada país es libre de elegir el camino de desarrollo que prefiere. (Vejarano Rivera, 2018)
Este camino hacia la hegemonía, a diferencia de los emprendidos en épocas anteriores, como en el S. XIX por el Imperio Británico o en el S. XX por los E.E.U.U, no se basa en la confrontación, ni en el conflicto directo, ni con las potencias, ni con los países del tercer mundo. La principal “arma” de China en esta “Segunda Guerra Fría” es la cooperación y la coexistencia pacífica. El propio Xi Jinping propuso, en 2013, al presidente Barack Obama el establecimiento de un nuevo modelo de relación entre las dos potencias que debería estar basado en la cooperación en lugar del enfrentamiento (Cordero, M. y Paulino, L, 2017). Este modelo no se aplicaría únicamente a la relación de la potencia asiática con los EE. UU., sino también con la UE, Rusia y otras potencias de diferente importancia a nivel global y/o regional.
En cierta manera, este ascenso de China como potencia hegemónica, se aprovecha de los fallos de las demás potencias. Gran parte de los países que mantenían (e incluso mantienen) buenas relaciones con los EE. UU. se han ido acercando progresivamente a China al ver en el gigante asiático un reflejo de los que ellos podrían llegar a ser: un país, otrora colonizado, que consigue imponerse a las “invencibles” potencias occidentales. China aprovecha las contradicciones que muchos países empiezan a sentir en sus alianzas con los EEUU, lo cual facilitará también, una vez llegado el momento, la aceptación voluntaria por parte de estos países de una nueva autoridad internacional, siempre y cuando, esta nueva potencia hegemónica asegure, en mayor medida de lo que lo hacían los EEUU, la redistribución del poder internacional (Martín Domínguez, 2017). Esto, parece por el momento, garantizado por parte de China, si tenemos en cuenta su política de coexistencia pacifica y de beneficio mutuo (win.win), anteriormente comentado.
Así pues, en resumen, podemos resumir el camino hacia la hegemonía chino, como una respuesta a la globalización neoliberal, basada en el beneficio mutuo, en el respeto a la soberanía, en la coexistencia pacífica, y cuya mayor expresión material se encuentra en la iniciativa de la BRI.
3.1. La BRI en África.
Las relaciones del gigante asiático con el continente africano han suscitado multitud de interrogantes. El porqué el continente africano parece embelesado por la cooperación con China, es mucho más fácil de comprender si repasamos la historia reciente de África.
Tras la primera guerra mundial, el expolio al que se vio sometido el continente africano por parte de las potencias europeas ayudó a forjar gran parte de esta relación.
Hasta bien pasada la segunda guerra mundial, África vivía subordinada a los poderes occidentales. Tras la descolonización, esta explotación por parte de las potencias europeas continuó. Se expoliaban los recursos del continente sin ningún tipo de posibilidad de colaboración más que la sumisión por parte de los países africanos, dejando al continente aún más empobrecido y sumido en el caos.
A partir de los años 70/80 del S.XX China empieza a interesarse por los recursos naturales del continente africano, pero llega con una retórica diferente, como hemos dicho antes, enarbolando una política de beneficio mutuo, sentando así una crucial diferencia con las potencias occidentales y convirtiéndose en la mejor opción de los diferentes gobiernos africanos (Mearelli, 2019)
A esto, además hay que añadir el pasado común de país colonizado que comparten tanto China como los países del continente africano, lo cual, sin lugar a duda, también influyó a la hora de decantarse por reforzar lazos con la potencia asiática. Así pues, una pequeña introducción al contexto histórico ayuda a comprender mejor porqué el continente africano ha apostado plenamente por China.
La relación de China en cuanto a comercio, inversión en infraestructuras y asistencia técnica es la más importante para el continente, habiéndose convertido en el mayor socio de África desde 2009. Para 2020 China se ha propuesto como objetivo llegar a los 400 billones de USD en concepto de ayuda bilateral (Renwick et al., 2018) .
De esta manera, la BRI en África responde a muchas de las aspiraciones en materia de cooperación de los países del continente. Acuerdos de cooperación y comercio con énfasis en el respeto a la soberanía y al beneficio mutuo, una respuesta contraria al “modus operandi” occidental que se ha demostrado fallido en numerosas ocasiones (Mearelli, 2019). Esta forma de cooperación y de respeto mutuo, posee su máxima expresión en el conocido como FOCAC (Forum on China Africa Cooperation), un foro de discusión compuesto por el gigante asiático y gran parte de los países africanos, en el que se gestan las decisiones en materia de cooperación y comercio de forma multilateral y conjunta, respetando de esta manera la soberanía del continente. (Renwick et al., 2018)
Volviendo al tema central que nos ocupa, la iniciativa de la BRI, podemos asegurar que este plan comercial chino, es muy importante para el continente. Particularmente en términos de infraestructura, pues se necesitan aportes rápidos para reducir la brecha que posee el continente en cuanto a calidad y cantidad de infraestructuras. La BRI, teniendo en cuenta que también redunda en el interés Chino, es una herramienta potencial para reducir esta brecha, así mismo, también puede ayudar a cumplir parte de los conocidos ODS propuestos por las Naciones Unidas (SDGs en inglés) al mejorar las infraestructuras en gran cantidad de países de bajos ingresos, facilitando así la consecución de dichos objetivos (Renwick et al., 2018).
El Banco Mundial ha definido a China como el “financiador de infraestructura de África”, la mayor parte de estas inversiones en infraestructura se encuentran bajo el paraguas de la BRI y dirigidas por el China Export-Import Bank, una institución de propiedad gubernamental. China está financiando principalmente el sector del transporte, muy centrado principalmente en la creación de rutas ferroviarias y carreteras. Una de las primeras experiencias de cooperación Chino-Africana, en términos de infraestructuras, fue la construcción en 1975 del tren Zambia-Tanzania, dicho proyecto que ha conseguido incrementar en un 29% el volumen de mercancías y pasajeros transportados, facilitó que los gobiernos africanos empezaran a confiar en las inversiones Chinas (Mearelli, 2019).
El papel de China en cuanto a la inversión en infraestructura africana es indiscutiblemente importante, en la siguiente imagen podemos observar las cantidades invertidas por distintos países en dicho sector en el continente, siendo la inversión del gigante asiático notablemente superior a las de otros países.
Así pues, China juega con su iniciativa de la BRI un papel protagonista en la creación de riqueza, y en general en el desarrollo del continente africano.
Pero no todo es infraestructura de transportes, tanto para el éxito de la iniciativa de la BRI, como para el desarrollo del continente, las tecnologías de la información y comunicación juegan un papel decisivo, China lo sabe, y no se ha quedado atrás a la hora de invertir en el desarrollo de estas en el continente. Sin una buena infraestructura de telecomunicaciones, no hay posibilidad de éxito comercial ni tampoco de “auto desarrollo” en pleno Siglo XXI. Según el Consorcio Africano de Infraestructuras (2018) las inversiones en el campo de las TIC se han incrementado en un 37% entre 2016 y 2017, identificando a China como el mayor inversor en este sector, habiendo invertido cerca de 339 millones de USD (ICA - The Infrastructure Consortium for Africa, 2018).
Estas inversiones no solo redundarían en el éxito de la iniciativa comercial china de la BRI y en el desarrollo y potencial independencia económica de los países africanos, sino que también ayudarían a cumplir varios de los, ya mencionados, ODS.
Estos son, a mi parecer los dos sectores más importantes tanto para el desarrollo del continente, como para el desarrollo exitoso de la BRI. No obstante, China esta invirtiendo en una gran multitud de sectores diferentes en el continente, como son: salud, agricultura (con énfasis en la modernización de esta), seguridad (especialmente en la lucha contra el terrorismo islámico), sector energético, capital humano… además de otras inversiones de menor cuantía (Mearelli, 2019).
Para entender mejor el papel de la BRI en los países africanos pasaremos a presentar el caso particular de Etiopia, el cual es uno de los lugares clave en el desarrollo de la BRI.
3.2. La BRI en Etiopía.
Etiopia es uno de los países más poblados del continente y según el Banco Mundial (2018), una de las economías africanas que más rápido esta creciendo. (World Bank,2018 citado en: Mearelli, 2019). Aun así, sigue siendo uno de los países más empobrecidos de la región, es por ello que el gobierno etíope ha llevado a cabo numerosos programas para acelerar la industrialización del país (Mearelli, 2019) estos planes gubernamentales se han entremezclado con la inversión China a través de la BRI, ya que la creación de y operacionalización de parques industriales potentes, es una de las prioridades en la agenda de China, y de hecho, ha habido una cooperación activa entre ambos gobiernos con el fin de sincronizar las políticas de desarrollo industrial (Renwick et al., 2018).
De hecho, parte del rápido crecimiento económico, anteriormente mencionado, que ha experimentado Etiopia en los últimos años, es en gran parte atribuible a la cooperación que ha establecido con el gigante asiático. Etiopia se ha convertido en el mayor socio comercial de China en África al amparo de la iniciativa de la BRI. La cooperación bilateral comercial ha aumentado significativamente en la década del 2006-17, en 2006 el montante total de comercio bilateral ascendía 735 millones de USD, siendo exactamente el balance de 664 millones de USD en exportaciones por parte de China y 72 millones de USD en concepto de importaciones del país africano.
En 2014, coincidiendo con la “reactivación” del proyecto de la BRI, se produjo una explosión en el comercio bilateral con un incremento de un 67,9% respecto al año 2013, en 2015 este incremento fue del 16,5% respecto al año anterior. (Renwick et al., 2018)
Como podemos observar el gigante asiático esta afianzando sus relaciones comerciales con Etiopia, al amparo de la BRI y de una filosofía de “cooperación” realista, alejada de los parámetros altruistas (o, más bien, falsamente altruistas) de la cooperación tradicional vinculada al CAD.
Uno de los sectores clave, tanto para el gobierno etíope como para la RPC en etiopia, es el de la manufactura. En cifras, 28.491 puestos de trabajo han sido creados por 279 compañías chinas en el país desde 2012 a 2017, de los cuales 20.072 puestos de trabajo fijos mientras que 8.319 han sido temporales. De estos, cerca de 19.000 empleos fueron creados en el sector manufacturero etíope (Xinhua, 2017 citado en Renwick et al., 2018).
Estos datos reflejan claramente las prácticas generadoras de desarrollo llevadas a cabo por la República Popular China en Etiopía bajo la iniciativa de la BRI. De hecho, a pesar de las criticas vertidas hacia la relación entre el gigante asiático y los países africanos (que veremos más adelante) que acusan al primero de ejercer un neocolonialismo sobre los segundos, al menos por ahora las consecuencias para el país africano han sido positivas. La colaboración chino-etíope, enmarcada en la BRI, ha reforzado el crecimiento del PIB etíope, reforzando su proceso de industrialización, su competitividad en el mercado global y, como ya hemos comentado, aumentado su tasa de empleo, y casi duplicando, en menos de 5 años, el PIB del país africano, de 44 a 80 millardos de USD (Mearelli, 2019).
Después de haber observado cuales son las principales repercusiones de la iniciativa de la BRI en África, pasaremos a continuación a centrarnos en las principales criticas que se vierten sobre esta iniciativa, concretamente sobre el papel que esta desempeñando China en el continente africano.
4. Críticas al BRI en África
Las críticas se podrían resumir en 2 principales:
· Los países africanos implicados en la BRI están siendo víctimas de una “debt trap” o trampa de endeudamiento
· China está llevando a cabo practicas neocolonialistas con el fin de expoliar los recursos naturales del continente
La primera critica tiene su origen en la falta de credibilidad que hay sobre la posibilidad de muchos países del África subsahariana para devolver los créditos concedidos por el gigante asiático, lo cual redundaría en una espiral de endeudamiento que pone en una difícil tesitura la sostenibilidad financiera del proyecto. (Renwick et al., 2018)
Estas críticas están fundamentadas sobre hechos comprobables, gran parte de los proyectos de BRI precisan de un endeudamiento al que, de momento, los países africanos no tienen miedo, y al que están accediendo sin preocupaciones.
Sin embargo, los críticos que enarbolan la bandera de la “debt trap” para criticar la actuación China en África obvian varios puntos:
1. El principal prestamista, con el que los países del Africa subsahariana están más endeudados, sigue siendo EEUU (Mearelli, 2019) dato que es constantemente obviado por estos críticos, que, de ser imparciales, deberían criticar con la misma dureza la política de créditos estadounidenses, cosa que no ocurre, pareciendo que la emisión de deuda es una “trampa” según que potencia incurra en ella.
2. El gobierno chino ha perdonado y aplazado deuda de forma indefinida en varias ocasiones a varios países con un PIB bajo o con problemas de desarrollo estructural. Habiendo sido esta actitud reconocida como “de buena fe” pro varios presidentes africanos en los encuentros del FOCAC (Forum on China-Africa Cooperation Beijing Action Plan (2007-2009), 2007)
3. Teniendo en consideración el punto anterior, no se puede hablar de una emisión de deuda perjudicial para los países africanos, pues a diferencia de otros fondos emisores de préstamos (como el FMI) China respeta la soberanía de los países, no interviniendo en su política interna, y a diferencia del FMI, no impone recortes en gasto social para acelerar la devolución de la deuda, cosa que sí ocurrió en Europa con los créditos emitidos por el FMI en la crisis de 2008 (Nooruddin & Simmons, 2006)
Con lo que, si bien si podemos hablar de una cuantía de deuda, que puede ser costosa de devolver por los países africanos, el modus operandi de China, parece ser bastante más respetuoso tanto con la soberanía de los diferentes países como con su situación de cara a progresar en su desarrollo.
Por otro lado, y desde un punto de vista puramente personal, me parece que estas criticas caen de nuevo en una visión de los países africanos que les considera incapaces de ser participes de su propio desarrollo y de endeudarse libremente.
En cuanto a las criticas que acusan de neocolonialista a la iniciativa y al gobierno chino.
El termino neocolonialismo fue acuñado por primera vez por el presidente de Ghana Kwame Nkrumah y su definición es la siguiente:
“In place of colonialism, as the main instrument of imperialism, we have today neo-colonialism . . . [which] like colonialism, is an attempt to export the social conflicts of the capitalist countries. . . . The result of neo-colonialism is that foreign capital is used for the exploitation rather than for the development of the less developed parts of the world. Investment, under neo-colonialism, increases, rather than decreases, the gap between the rich and the poor countries of the world. The struggle against neo-colonialism is not aimed at excluding the capital of the developed world from operating in less developed countries. It is aimed at preventing the financial power of the developed countries being used in such a way as to impoverish the less developed.” (Nkrumah, 1965)
Como podemos observar en la definición, Kwame afirma que “bajo el neocolonialismo, el capital extranjero es usado para la explotación en lugar de para el desarrollo…” Esta premisa, fundamental para hablar de neocolonialismo, no se cumple en las inversiones chinas en África. Como ya hemos dicho: Etiopia ha doblado su PIB en 5 años (Mearelli, 2019), se han creado cerca de 30.000 puestos de trabajo y la inversión en infraestructuras esta posibilitando el despegue económico de gran parte del continente (Renwick et al., 2018).
Con lo cual, es una falta de honestidad hablar de neocolonialismo, se pueden hablar de prácticas empresariales de inversión, más o menos fiables, pero encuentro un despropósito calificarlas como neocolonialistas.
5. Conclusiones
A lo largo de todo este trabajo hemos podido observar cuales son las practicas chinas en su iniciativa de la BRI, así como su utilización por parte del gobierno chino para aumentar su esfera de influencia y las críticas vertidas hacia este.
La iniciativa de la BRI parece estar siendo beneficiosa para ambos actores (tanto los países africanos como China) en consonancia con la política de win-win ostentada por China, así como del concepto de self-resiliance con el que guían su actuación.
Algunos datos parecen desmentir las criticas vertidas hasta ahora sobre las practicas del gigante asiático, al menos en el caso africano, sin embargo, quedan en el aire sus prácticas en otros países involucrados en la BRI, como es el caso de Sri Lanka.
Aun así, parece demasiado pronto para juzgar las actuaciones chinas y antes de verter criticas indiscriminadas se debería observar la progresión que están llevando estas iniciativas a lo largo de los años, puesto que, hasta el momento, aunque puedan existir practicas de dudosa moralidad por parte de las empresas chinas, los datos económicos y de crecimiento parecen desmentirlas.
Desde luego, el Modus operandi chino difiere enormemente de las prácticas en cooperación que se venían realizando hasta ahora y la posibilidad del surgimiento de China como nueva potencia hegemónica, pone gran parte de los críticos alineados con la esfera occidental en contra de cualquier tipo de practica liderada por el gigante asiático.
Habrá que observar detenidamente este proceso para realizar las criticas necesarias en el momento preciso, pues la antelación puede llevar a la sin razón y hacer que críticas que podían ser imparciales corran el riesgo de verse sesgadas por injerencias de poderes externos.
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Vejarano Rivera, J. C. (2018). La iniciativa del cinturón y la ruta de la seda (BRI): Globalización incluyente como motor para la transición pacífica de China al liderazgo mundial. Razón Crítica, 7, 111-138. https://doi.org/10.21789/25007807.1509
Sobre el autor:
Pablo Martín Blanco es salmantino de nacimiento. Graduado en Sociología por la Universidad de Salamanca (USAL) y egresado del Máster Interuniversitario de Cooperación Internacional al Desarrollo impartido por la Universidad de Salamanca, León, Valladolid y Burgos
Parece que la revista ha publicando hasta el momento, quizás sin pretenderlo, una trilogía cuya protagonista es China.
En el número anterior de La Razón, Santiago ArmesiIIa inicia esta triologia de artículos con un texto que titula : “De la Peste Negra al Coronavirus: el Resurgimiento de China en la Segunda Guerra Fría”, curiosamente luego de leer estos tres artículos pienso que el Primero, el de Santiago, podría funcionar como el último, en ese texto se establece la hipótesis de una Segunda Guerra Fria, entre China y EEUU, y se recoge la posibilidad que la Potencia triunfadora en el enfrentamiento, (dialéctica de Imperios), sea esta vez China y su socialismo original, propio, en el que confluyen de una parte, …