por David de Quevedo
Resumen: El PML(RC) como partido político posee un órgano de difusión de ideas llamado De Acero. Esta revista acaba de lanzar la segunda entrega de su II Etapa que puede ser descargada de forma gratuita en la web del propio partido. En esta entrega han dedicado nada más y nada menos que 54 páginas a la crítica de nuestros órganos políticos: la revista La Razón Comunista y la asociación cultural Vanguardia Española. Estas páginas han sido escritas por cuatro autores que se han repartido el trabajo para lanzar su juicio contra nosotros: Pau Botella, Carmen López, Iriti Uriarte y Fermín Turia. Como es natural, su crítica conllevará nuestra reacción y contra-crítica, dado que naturalmente no vamos a permitir que acusaciones injustas queden sin respuesta. Este artículo tratará de responder a los temas más punzantes que estos cuatro autores tratan en su revista y a la debida explicación de sus múltiples dudas de las que emergen una serie de acusaciones que tienen como origen, más que un razonamiento, un calentamiento momentáneo, fruto de la natural rivalidad política de dos agrupaciones que emplean el marxismo como principio de su análisis y de su ser. Las explicaciones que el lector encontrará aquí no sólo supondrán una aclaración ante los juicios de estos autores anteriormente mencionados, sino una clarificación ante los lectores que, sin identificarse con ninguno de los dos signos ─ni el del PML(RC) ni el nuestro─, pueda entender qué es lo que sucede y así pueda juzgar por sí mismo. Una clara mayoría de lectores de este documento serán personas ajenas a ambas organizaciones, por lo que nuestra contra-crítica tendrá mucho contenido explicativo. Lo avisamos.
Palabras clave: PML(RC), Frente Obrero, Roberto Vaquero, nacionalismo, derecho de autodeterminación
Antes de empezar, aclaro como autor de esta parte del artículo, que esta será la primera y la última vez ─espero─ que trataré un tema como este, en relación al enfrentamiento que viene de épocas anteriores entre nosotros y el PML(RC), junto a su organización, Frente Obrero. Jamás he dedicado una sola línea en tratar de humillar o ridiculizar a nadie de estas formaciones, ni he visto de provecho nunca las difamaciones que se lanzan entre nuestras organizaciones, ni en un sentido ni en el otro. Pueden corroborarlo en redes llevando a cabo una simple búsqueda. He decidido ser yo quien responda a algunas de sus conclusiones en De Acero junto a otro gran camarada gaditano, primero por alusiones directas a mis organizaciones, de las que estoy orgullosísimo, y segundo, por proposición de mis compañeros. Naturalmente que el PML(RC) no aprueba nuestro signo, nuestra visión del marxismo ni nuestra fusión de Marx con Gustavo Bueno, de la misma forma que nosotros no aprobamos de ninguna de las maneras su marxismo-leninismo clásico encerrado entre 1917 y 1956 con el XX Congreso del PCUS, del que hacen bandera en conjunción con Enver Hoxha, siendo estos elementos los únicos válidos para ellos en cuanto a experiencias revolucionarias socialistas mundiales se refiere. Para ellos no existen más ejemplos de aplicación del socialismo. Esto tiene un sentido de desaprobación por nuestra parte que por supuesto vamos a explicar tranquilamente y con paciencia. La contra-crítica va a ser larga, advierto. El lector no va a encontrar en este documento golpes bajos o expresiones soeces como: «son unos rancios», «no entienden el marxismo, sólo lo entendemos nosotros» o «se creen soviéticos y lo que en realidad son es unos ignorantes de categoría, mamporreros de no sé quién». Tampoco encontrará engreimiento ni soberbia del tipo «como ellos no son nadie, necesitan venir a nuestra magnífica, ejemplar, magnánima y noble organización a ver qué pueden rascar, y así ganarse un poco de fama a nuestra costa, criticándonos». Ni una cosa ni la otra serán halladas aquí. Si el PML(RC) protesta por faltas de respeto que supuestamente empezó mi organización ─cosa que no sé, ni me importa─, aquí no encontrará tales gestos por mi parte. El roce entre Santiago Armesilla y Roberto Vaquero aquí no va a ser proseguido ni tiene cabida, que les quede bien claro a los miembros del PML(RC) y Frente Obrero, que sé sobradamente que pasarán sus ojos por estas líneas. Cualquier persona que milite en Vanguardia Española o en el PML(RC) merece de por sí y siempre, respeto y buenas formas. A pesar, como digo, de los roces naturales de nuestras organizaciones que se dan y se tienen que dar por fuerza mayor debido a la incompatibilidad de doctrinas, en La Razón Comunista y Vanguardia Española contamos con autores y militantes que guardan una buena relación con gente del PML(RC) y del Frente Obrero. No se confunda el lector, estas afirmaciones las hago porque son la verdad, no con un ánimo de suavizar el mensaje para que nuestros choques pasen lo más desapercibidos posibles. Los choques se tienen que dar y se seguirán dando, pero hago un llamamiento a que sea desde la seriedad y desde la profesionalidad, no desde la alusión o la indirecta provocativa, infantilista e inmadura, que se han cometido desde sus formaciones y también desde las nuestras. El lector que no esté familiarizado con ninguna de las dos organizaciones puede pensar que no existen buenas relaciones en ningún plano, y desde luego, sí pueden ser encontradas. No obstante hay que hablar de un tema que nos ha llamado poderosamente la atención: la acusación por parte del PML(RC) ─en la que insisten con fuerza─ en que La Razón Comunista y Vanguardia Española somos «cuatro gatos». Bien, afirmo aquí que nuestras militancias son muy diferentes porque nuestros enfoques son muy diferentes. El PML(RC) y Frente Obrero cuentan con una amplia militancia de gente muy joven, especialmente universitarios. Poseen a muchas personas de entre 18 y 25 años, aproximadamente. Son activos, hacen performances con banderas soviéticas y segundo republicanas en formación al estilo paramilitar cuando se reúnen en lugares amplios como la Gran Vía de Madrid. Cuentan también con una organización notable en cuanto a elaboración de pancartas, escraches y grabación de vídeos para denunciar fenómenos de los que se posicionan en contra. Esto nosotros lo sabemos, nunca lo hemos negado. En cambio, nuestra militancia guarda características distintas. Que somos «cuatro gatos» como ellos afirman es falso. Directamente. En un año de vida de Vanguardia Española hemos conseguido casi medio millar de personas repartidas por toda España y el número de afiliados no para de crecer. No se ha dado aún el momento en el que el número decrezca, no obstante nuestra militancia no está compuesta por una mayoría de gente joven universitaria, sino por trabajadores de entre 30 y 50 años. Vanguardia Española tiene enfermeras, celadores, abogados, trabajadores de la industria del metal, trabajadores agrarios, trabajadores del sector audiovisual y de la comunicación, profesores y funcionarios, más que universitarios y gente muy joven, que es la que se presta y anima especialmente a las manifestaciones y a los performances. Deducir que, como se nos ve poco en las calles ─por el momento─, debe de ser que es porque somos cuatro gatos, es caer en una falacia de no-correspondencia. No somos cuatro gatos, somos alrededor de 400 personas en sólo un año de vida con presencia en casi toda España. Vanguardia Española nació hace un año y ha comenzado a salir a las calles hace pocos meses. Con paciencia la cosecha es buena. Por otra parte, explicar que nuestras doctrinas son incompatibles en una mayoría de puntos, y el tema más candente que nos separa, es el derecho de autodeterminación de las naciones. Mientras que el PML(RC) aprueba este punto fervientemente y lo lleva a cabo en su ideario, debe saber el lector que en Vanguardia Española y La Razón Comunista lo rechazamos sin discusión debido a la época en la que nos hallamos ─pero con un matiz de aceptación que pasará a ser explicado en el artículo─. Nosotros somos centralistas jacobinos ─cosa por la que el PML(RC) nos critica─, buscamos centralizar los poderes del Estado en pro de los intereses de la clase obrera española ─en la que hay que contar por si alguien lo duda a la inmigración legal, tenga esta o no la nacionalidad española, pues tienen los mismos intereses que los nacidos aquí, de familia española, debido a que ellos con su trabajo ayudan a construir la Patria de la que posteriormente nos beneficiamos los obreros a pesar de las cadenas que la burguesía nos impone─. Todo esto será explicado en las siguientes páginas. «¿Y cómo puede ser que de un sólo punto, como es el derecho de las naciones a la autodeterminación, emerja semejante rivalidad?», pueden preguntarse muchos ajenos a los roces entre el PML(RC)/Frente Obrero y Vanguardia Española/La Razón Comunista. Vamos a explicarlo.
I. Cuestión jacobina, génesis del marxismo, diferencias doctrinales y matizaciones conceptuales / filosóficas.
Tenemos que hablar de historia. En primer lugar, ¿qué tienen que ver los jacobinos en todo esto y por qué es tan importante su aportación histórico-política? ¿Por qué les tenemos en cuenta? Los jacobinos en la Revolución Francesa suponen un grupo estructurado en forma de club que vienen a revolucionar todo el antiguo orden de las instituciones y las gentes del Antiguo Régimen para dar paso al Nuevo. Esto es de imprescindible entendimiento, pues si no se comprende, se verá legítimo hasta un movimiento separatista que emerja en Murcia y llame a su territorio «Nación». Hay que entender qué es una Nación para posteriormente juzgar si un territorio lo es, o no. Para ello el ejemplo de los jacobinos es, no adecuado, sino lo imprescindible; pues el término «Nación Política o Estado-nación» como hoy lo entendemos, emerge de ellos. Antes de la Revolución Francesa, el sujeto de soberanía era el rey. Luis XIV de Francia pronunció, según la tradición histórica, no el registro, las palabras L’État c’est moi, es decir, «El Estado soy yo». El Estado es el rey, pues es él quien ordena los principios de la sociedad política medieval y tardomedieval. Sólo Dios está por encima de este, otorgándole dirección política de Bien y legitimación divina. Ante este orden de cosas el ciudadano no existe, lo que existe es el súbdito, pues ese es el rango de los sujetos que conviven en un Estado de naturaleza premoderna. La nobleza y el clero guardaban privilegios en su seno de los que se beneficiaban a costa del estado llano, cuya vida no era política, sino de servidumbre ─que no esclavitud, son estados diferentes que obeden a épocas y mandaos distintos─. ¿Qué significa que la vida es política? La vida política exige que todos los sujetos operantes de una sociedad se involucren en una gestión política del territorio, mediante el voto, el trabajo, las leyes o la representación grupal. Esto es lo que vienen a construir los jacobinos. El jacobinismo supone una revolución de proporciones colosales en términos políticos, suponen el derrumbamiento del mundo antiguo y del Antiguo Régimen, y el comienzo del Nuevo. Los jacobinos establecen su orden en Francia y lo primero que destruyen es la soberanía regia para construir la soberanía ciudadana burguesa. Ya no es el rey el sujeto soberano en la sociedad política, ahora lo es el ciudadano. ¿Pero qué es un ciudadano? El ciudadano es una figura política, cuya cuna se encuentra en la fundación del Estado-nación o Nación Política ─a gusto del consumidor, ambos conceptos significan lo mismo─, y que se caracteriza porque se involucra en la vida política de la nueva Nación. Los jacobinos transforman por primera vez en la historia de la humanidad la naturaleza del Estado en cuanto a la participación de los sujetos en él, y para ello involucran a todos los miembros de la sociedad, los antiguos súbditos del Antiguo Régimen, en la nueva vida política de la nueva Nación. El estatus de ciudadanía lo emite y otorga el nuevo Estado, por lo que es una emisión moderna; y tiene que ver directamente, como ya se ha dicho, con el concurso y la participación de esta nueva ciudadanía en la vida política del Estado-nación o la Nación Política. En el Antiguo Régimen los súbditos no ejercían la política, pues sólo el rey tenía el derecho a ese obrar. Ahora es la ciudadanía ─a excepción de las mujeres y de ciudadanos de bajos recursos, lo que se llamó ciudadanos pasivos en Francia─ la que ejerce la política y por tanto, la soberanía. Es esta nueva Nación Política o Estado-nación a lo que se le llama Patria, de la que deriva como término político el Patriotismo. Los jacobinos mencionaron mucho este concepto en las asambleas nacionales en París, y lo aplicaban estrictamente al Nuevo Régimen, no al Antiguo. Antes de las acciones jacobinas y de la fundación del Estado-nación o Nación Política, no se puede puede hablar de Patria ni de patriotismo. Los jacobinos entendieron que para la creación de un Nuevo Régimen, el ciudadano tenía que presentarse igual ante la ley en todas partes de la recién constituida Francia política, para lo que hubo que aplicar, si se quería esa meta, el centralismo político, no el federalismo. Y no se equivoque el lector, en la Revolución Francesa ya se hablaba de federalismo ─de hecho el término nace allí─ debido a los grupos seccionarios que en 1793 decidieron luchar contra el movimiento jacobino en pro de los intereses de la nobleza y de los lejanos monarcas que buscan perpetuar el Antiguo Régimen:
«El desarrollo del movimiento seccionario de los departamentos ─provincias francesas, lo que en España conocemos por provincias como Cádiz, Lugo o Lérida─ había aclarado de antemano este aspecto: bajo la máscara de la oposición girondina en Burdeos, Marsella, más aún en Lyon, la contrarrevolución aristocrática volvía a pasar a la ofensiva. El federalismo, extensión de la guerra civil cuya iniciativa había sido tomada desde mayo de 1793 por el movimiento seccionario, presente en el mismo aspecto. Su contenido social es aún más fuerte que su tendencia política. La persistencia de los particularismos regionales lo explica en parte, pero lo explica más todavía la solidaridad de los intereses de clase: la insurrección federalista agrupó a los partidarios del Antiguo Régimen, a los feuillants que seguían apegados al sistema censatario». (Albert Soboul, La Revolución Francesa 1981, Ediciones ORBIS, historiador marxista francés y militante del Partido Comunista francés).
En una palabra, los federalistas ya en la Francia jacobina lucharon contra el centralismo para permanecer en sus rasgos de privilegio legal y clasista, anclados al Antiguo Régimen. El federalismo ya, desde su nacimiento, fue predicado por sujetos que buscaban no sumarse al proyecto de la mayoría; no obstante somos conscientes de que estamos hablando de finales del siglo XVIII, no se preocupen. El tratamiento del federalismo en el leninismo vendrá en las siguientes páginas, pero no perdamos de vista este valioso dato sobre quiénes fueron los que comenzaron a hacer uso del federalismo y por qué. Entendiendo la cuestión jacobina como ha de ser entendida en el siglo XXI, Vanguardia Española y La Razón Comunista se identifica como de corte jacobino por el mismo motivo que lo hacían estos: si queremos que todos los ciudadanos españoles seamos iguales ante la ley, esta tiene que adoptar una forma homogénea en todo el territorio nacional; al contrario que lo que de hecho está sucediendo. No podemos concebir hoy una sociedad obrera desde el federalismo, pues la clase obrera es ciudadana de España como Nación Política o Estado-nación que es. Volveremos a profundizar en esto y a contrastarlo con la postura del PML(RC) en las siguientes páginas, pues estos consideran que dentro de España hay más nacionalidades; nosotros por el contrario, decimos que no. Que el PML(RC) sostenga que esto es así les lleva naturalmente a considerar que un régimen federal es lo más óptimo para España, y tiene sentido visto desde esa óptica. Repito, visto desde esa óptica. Volveremos a esto, insisto, pero ahora me es interesante dar un dato sobre el propio Marx. Pau Botella, en la primera parte que nos dedican en su nuevo número, concretamente en la página 35, afirma:
«Los comunistas no somos jacobinos, somos marxistas y basamos nuestro análisis en las condiciones materiales, no en preceptos o dogmas estancos. Claro que es preferible una República unitaria y centralizada, pero no siempre es posible, y forzar la situación sólo empeoraría el problema existente. El propio Marx habló de que existían excepciones a la implantación del centralismo si se daba el caso de que el país estuviera atrasado en su desarrollo o hubiera problemas con la cuestión nacional. En este supuesto, el federalismo era viable como paso intermedio para la consecución de la república unitaria».
Al primer punto, que trata tajantemente sobre que los comunistas no somos jacobinos, quiero aportar algo que considero de valor en cuanto a la vida de Marx y al jacobinismo, siendo un dato que pocos conocen. En el pensamiento de Marx influyen de sobremanera dos personas y un lugar: su padre, Heinrich Marx, su profesor Wyttenbach, y la propia ciudad de Tréveris donde nació Marx. Contamos con documentación que verifica que el padre, Heinrich, acostumbraba a hablar con su hijo de política desde edades bien tempranas, dando cuenta de las grandes capacidades de Karl para valorar las cuestiones desde una perspectiva muy propia y muy original. Marx obtuvo una influencia directa de su padre muy marcada, y este es conocido entre otras cuestiones por ser un gran admirador de la Revolución Francesa y de la tarea jacobina que aunó a diferentes territorios bajo una misma administración política. El padre de Marx era un auténtico patriota francés que entonaba de forma regular La Marsellesa en casa, inclusive el propio Marx la aprendió por ánimos de su padre ─costumbre que Marx repetiría con sus propios hijos. Sabemos que este y Jenny von Westphalen les hacían aprender a sus hijos versos completos de Don Quijote de la Mancha, según el testimonio de Anselmo Lorenzo, sindicalista español que visitó a Marx en su casa en 1871, y que narra que Eleonor, hija de Marx, le pidió que leyera el Quijote para ella y así escuchar la pronunciación española pura─. En cuanto a Wyttenbach, profesor de Marx y director de su centro en Tréveris, sabemos que este hablaba tanto de la esencia de la Revolución Francesa en la localidad natal de Marx ─que es jacobina, no lo olvidemos─, que esta resonaba en los escritos de todos los alumnos del centro, incluido los de Marx, con 17 y 18 años. En Tréveris, en enero de 1834, dos años antes de la anécdota de Wyttenbach, se organizó una auténtica fiesta en celebración de la Revolución Francesa y los hechos jacobinos a la que acudió todo el pueblo. El padre de Marx estaba allí. Todos entonaron La Marsellesa al unísono, y de tal entusiasmo, muchos fueron los que sacaron banderas tricolor francesas y afirmaban que «sin la revolución francesa, ahora mismo estaríamos comiendo heno como el ganado». Estos datos pueden ser obtenidos en la obra de Sven-Eric Liedman: Karl Marx, una biografía, publicada por la Editorial Akal (2020). Estos hechos influyeron de tal forma en Marx que de ellos se desprende un fuerte componente jacobino en su pensamiento, del que deriva su centralismo y su indicación hacia la revolución violenta contra la clase que hoy oprime al proletariado. De la misma forma que la burguesía, para alcanzar su dominio se revolucionó contra los estamentos del Antiguo Régimen, ahora es el proletariado el que tiene que hacer lo mismo contra la burguesía. No son pocos los estudiosos de Marx ─y precisamente no son de nuestro signo─ que apuntan a una conexión directa entre el jacobinismo y la visión revolucionaria y centralista marxista, de la que vendrá la sociedad obrera y en la que el sistema de producción capitalista queda superado. Que el marxismo guarda rasgos jacobinos en su génesis no es algo que nos hayamos inventado nosotros. Estos datos manifiestan que desde luego, el marxismo sí guarda en su seno un fuerte componente de tipo jacobino al que efectivamente se le añade a posteriori el análisis de la situación particular, coyuntural o concreta. Aclaro para el que le cueste verlo, que contener un fuerte componente jacobino no se traduce en copiar cada acto de los jacobinos, pues un gran número de actuaciones de estos no encajan con los parámetros del marxismo para con la clase obrera. Marx admiraba la energía y capacidad revolucionarias de Robespierre, pero Marx no buscaba calcar a este. Por supuesto que el marxismo tiene un componente jacobino innegable, Pau; los marxistas en tanto que buscamos la igualdad legal de toda la clase obrera ante la Nación y ante la ley, somos plenamente jacobinos, pues tal fue la esencia del grupo de revolucionarios franceses que colocó la primera piedra de este castillo que hoy nosotros seguimos construyendo hacia arriba. La sociedad obrera emerge de la sociedad capitalista, es hija de ésta, y por causas naturales se revolverá contra su madre, de la misma manera que la sociedad burguesa se revolvió contra el Antiguo Régimen, insistimos. En esta concepción en cadena dialéctica del materialismo aplicado al proceder histórico, los hechos actuales se valen de algunos elementos ejemplares y válidos de los hechos del pasado. Uno de esos hechos, es el ejemplo revolucionario y relativo a la ley jacobina que es de naturaleza centralista, no federalista. Desdeñar la importantísima enseñanza jacobina supone un desperdicio del rigor que una revolución y una visión política transformadora como el marxismo debería de tomar, especialmente ya en estos tiempos. No obstante el PML(RC) ha afirmado que efectivamente, el centralismo sería lo deseable, lo adecuado, mas «las condiciones materiales de España se imponen» y ello no puede dar lugar a un centralismo, sino que lo adecuado es adoptar el federalismo para la situación concreta de España. Aquí hay que explicar varias cosas para que el lector ajeno a nuestros enfrentamientos doctrinales lo vea claro; porque hemos abierto un melón que da para escribir un amplio libro cómodamente sobre el tema. Marx y Engels aunque comparten algunas indicaciones hacia el federalismo, siempre abogaron por el centralismo. También Lenin lo hizo:
«En los citados pasajes de Marx sobre la experiencia de la Comuna de París no hay ni rastro de federalismo (...) Marx discrepa de Proudhon y de Bakunin precisamente en la cuestión del federalismo (para no hablar así de dictadura del proletariado). El federalismo es una derivación de principio de las concepciones pequeñoburguesas del anarquismo. Marx es centralista. En los pasajes suyos citados más arriba no se contiene la menor desviación del centralismo. ¡Sólo quienes se hallen poseídos de la «fe supersticiosa» del filisteo del Estado pueden confundir la destrucción de la máquina del Estado burgués con la destrucción del centralismo! Y bien, si el proletariado y los campesinos pobres toman en sus manos el poder del Estado, se organizan de un modo libre en comunas y unifican la acción de todas las comunas para dirigir los golpes contra el capital, para aplastar la resistencia de los capitalistas, para entregar toda la nación a toda la sociedad, la propiedad privada sobre los ferrocarriles, las fábricas, la tierra, etc… ¿acaso esto no será centralismo? (...) Marx subraya intencionadamente, como previendo la posibilidad de que sus ideas fuesen tergiversadas, que el acusar a la Comuna de querer destruir la unidad de la nación, de querer suprimir el poder central, es una falsedad consciente». Lenin, (1918) - El Estado y la Revolución, pgs. 106-107, Alianza Editorial
En este fragmento de El Estado y la Revolución, Lenin habla sobre la experiencia de la Comuna de París de 1871, que como característica tuvo el París sitiado por los obreros de la ciudad. No fue un proceso revolucionario aplicado a toda la Nación Política francesa sino que comenzó por sitiar su capital en pos de la extensión de la revolución a toda Francia, a toda la Nación Política. Ya se afirma la negación del federalismo en este texto por parte del propio Marx debido a su influencia metodológica jacobina. Este ejemplo y otros más que plasmaré antes de pasar a tratar el tema del derecho a la autodeterminación, les sirve al lector para verificar que el marxismo apunta al centralismo, más que al federalismo ─trataremos la no total negación de este último más adelante─. Marx escribió durante diez años en un diario neoyorkino llamado New York Daily Tribune, en el que ingresó debido al interés de Charles Anderson Dana, director del periódico americano que en su viaje a Europa en la década de 1840, reconoció a Marx en persona y le invitó a trabajar con él en su periódico debido a su radicalismo obrero y su enorme conocimiento de los acontecimientos de la época. En él, tanto Marx como Engels cuentan con un gran número de artículos sobre la historia de España. En uno de ellos tildan de reaccionaria a la separación de Cataluña del resto de la nación española:
«La Cataluña revolucionaria, el suburbio obrero de España, ha sido reprimida a base de grandes concentraciones de tropas, igual que Bonaparte y Thiers reprimieron a París y Lyon. Por eso exigían los catalanes la división de España en Estados federales con administración independiente. Si desaparece el ejército, desaparece el motivo principal de tal exigencia; la independencia se podrá alcanzar también, en principio, sin la reaccionaria destrucción de la unidad nacional y sin la producción de una Suiza mayor. (...) Unos cuantos años de tranquila república burguesa prepararían en España el terreno para una revolución proletaria en unas condiciones que sorprenderían incluso a los obreros españoles más avanzados. En lugar de repetir la farsa sangrienta de la revolución anterior, en lugar de realizar insurrecciones aisladas, siempre reprimidas con facilidad, es de esperar que los obreros españoles aprovechen la república para unirse entre sí más firmemente y organizarse con vistas a una próxima revolución, una revolución que ellos dominarán». Marx&Engels (1854) Escritos sobre España, Editorial Trotta
Quiero destacar la importancia de esta cita, pues muchos federalistas e independentistas pretenden agenciársela debido a un pequeño fragmento que no se halla en absoluto aclarado. A pesar de que Marx y Engels afirman que la independencia se puede alcanzar, tildan de reaccionaria la destrucción de la unidad de la Nación española. ¿No es curioso? Afirman poder alcanzar algo que a su vez es negativo y un inconveniente para la clase obrera, pues por algo es reaccionario, es decir, que reacciona frente a lo que debería ser, frente a la dirección que el proletariado debe de tomar. Reaccionaria frente al centralismo de Marx. Pero no se está refiriendo a Cataluña expresamente, sino que anteriormente se ha escrito «Estados federales con administración independiente», es decir, Cataluña y más. ¿Cómo casa esto con la admiración que plasma Marx en este mismo texto de la Constitución de Cádiz que supuso la unión de todos los españoles, en los que naturalmente se incluye a Cataluña o a Galicia? ¿Cómo casa esto con la esperanza de Marx depositada en que los obreros españoles se unan firmemente? ¿Es que quizá Marx y Engels, en este fragmento de Escritos sobre España, no se dieron cuenta de la contradicción implícita en el significado de lo que supone: «la independencia se podrá alcanzar» - «la reaccionaria destrucción de la unidad nacional»? Sea como fuere, Marx tilda de reaccionaria la destrucción de la unidad de la Nación Política española que por entonces poseía una clase obrera poco madura, a excepción de algunos puntos de Cataluña debido a su industria textil y del alcohol, y a excepción de algunos puntos como Madrid, donde podemos encontrar un proletariado algo más maduro que en el resto de España. Algunos pueden pensar que Marx y Engels se posicionaban posiblemente a favor de una Cataluña independiente dado a que podían considerar que si Cataluña se encontraba en un estado de mayor madurez proletaria, esto les daba carta de derecho a poder potenciar su movimiento, separarlo del Estado-nación reaccionario que supondría entonces el resto de España, y esperar a que esta llegase a los mismos niveles de Cataluña para emprender un proceso federal y una futura unión, de la misma forma que Marx defendía el movimento nacional polaco y húngaro contra el movimiento nacional de los checos y los sudeslavos, por ser por aquél entonces pueblos reaccionarios, frente a los dos primeros, que eran pueblos revolucionarios por luchar contra el absolutismo y por tanto contra la influencia de zarismo ruso de los checos. Nos parece ciertamente forzada esa relación, pero de haber sido así; ¿por qué no lo desarrollaron? ¿Por qué tenemos nosotros hoy que darle vueltas a este tema para llegar a una conclusión más o menos clara? Si fuese así, como se ha explicado con el ejemplo polaco/húngaro contra el checo y sudeslavo, ¿de qué vale inmediatamente después enarbolar la debida unión de todos los españoles? ¿De qué vale que Marx y Engels celebren la heroicidad del pueblo español en su conjunto para expulsar a los franceses, e inmediatamente después ser capaces de unirse entre todos para la elaboración de una Constitución Política como fue la Constitución de Cádiz, que nos otorgó de un cuerpo político-legal moderno y así constituirnos en Nación Política, si luego la independencia puede conseguirse eliminando al ejército y santas pascuas? En la fundación constitucional nacional hubo 15 diputados catalanes, 15 diputados gallegos y 3 diputados por entonces vascongados. Catalanes, vascos y gallegos presentes en la celebración, actuación y concurso de la fundación de España como Nación Política. ¿Celebrar este gran acto político de unión para luego dejar caer que la independencia de estos territorios puede ser positiva, e inmediatamente después, repetimos, abogar por la unión de todos los españoles? Esta cuestión concreta de este escrito queda por completo en la ambigüedad, y ante cuestiones que no se encuentren bien atadas, lo peor que podemos hacer es querer forzarlas y encuadrarlas en nuestra visión, sea esta centralista o federal. Insisto en que lo que sí está claro, es que el adjetivo reaccionaria complementa a destrucción de la unidad nacional, y esto tiene un significado, cuanto menos, revelador y en relación con el normal y común centralismo marxista. Llegamos a una cuestión de importancia en la que nos adentraremos ya, por una parte, en nuestras visiones analíticas, y por otra, en nuestras diferencias con respecto al derecho de autodeterminación de las naciones. El lector a partir de este punto verá plasmada no sólo la distinción sino el motivo de las mismas, y entenderá la posición marxista-leninista clásica del PML(RC) y la nuestra, materialista política, que hemos definido como fusión nuclear entre Marx y Gustavo Bueno. Tengo que comentar que en el último número de la revista de De Acero, el PML(RC) nos ha catalogado como socialchovinistas, socioliberales, socialdemócratas y revisionistas. Cuatro parafernalias con las que, honestamente, no sabemos muy bien qué hacer para armar el puzzle de tantas cosas que somos al mismo tiempo, todas al unísono. Aquí cabe todo el mundo. Sólo les ha faltado el clásico apelativo de fascistas o de burgueses para completar su diccionario personal del buen anticomunista, o mejor precisado, del buen anti-PML(RC). Según ellos somos en esta organización ya de todo, un «refrito» de cosas que no hay por dónde cogerlo. El PML(RC) emplea unas coordenadas políticas clásicas de análisis y catalogación conceptual que se asemejan al método clásico bolchevique. Son lo que nosotros llamamos Izquierda de quinta generación en términos de Gustavo Bueno. Definen a sus enemigos y rivales exactamente igual que lo hacía Lenin, Stalin y Hoxha. Utilizan sus mismos conceptos, su mismo registro, sus mismos encasillamientos, su misma moral, tan propia del siglo XX, tan soviética, tan de entre 1917 y 1956, que al escucharles uno recuerda inevitablemente los textos de Lenin debido a las expresiones de este colosal revolucionario ejemplar, tanto para sus enormes aciertos, como para sus tremendos errores. En Vanguardia Española y La Razón Comunista nunca hemos tenido complejos a la hora de criticar a Lenin, a Rosa Luxemburgo, a Stalin, a Marx o al socialismo norcoreano. Nuestros análisis, en contraste con los del PML(RC), no recuerdan a épocas ni a grupos históricos como en su caso ocurre con los bolcheviques y con el siglo XX. Nuestros análisis, para que lo vea el lector ajeno, son una mezcla, una fusión, entre el marxismo y el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno, que por cierto, el PML(RC) no ha estudiado y se nota que no lo ha hecho cuando uno lee sus textos y críticas en los que meten a Gustavo Bueno de por medio. ¿Cómo lo hacemos nosotros? Al margen de las opiniones clásicas del siglo pasado que sostenga el PML(RC), nosotros somos materialistas políticos: identificamos que el marxismo necesita de una adaptación en los tiempos que vivimos, pues el análisis de este, si bien certerísimo y extremadamente preciso, necesita actualizarse ya al rumbo que ha tomado el mundo desde la caída de la Unión Soviética. Necesita adaptarse a los nuevos caminos de la economía mundial, de las nuevas caras de la geopolítica, de la composición de Naciones Políticas en bloques compactos, contemporáneos, con economías fluidas, con ejércitos expandidos por todo el globo que gozan de una tecnología nunca antes vista. Un mundo en el que los fenómenos sociales corren como la pólvora y que de un día para otro saltan de Estados Unidos a Europa, o de La República Popular China al resto del continente asiático. Todo desde la inmediatez. El mundo está mostrando una faceta política que no ha sido vista jamás, pues hoy el peso del avance es mucho más notorio que en el pasado inmediato: las diferencias que existen entre 2008 y 2023 son mucho más contrastables y más veloces que las que pueden ser analizadas entre 1950 y 1990. Lo que hoy pasa en siete años, en el siglo pasado ocurría en treinta. El marxismo tiene técnicas para analizar todos estos fenómenos relacionándolos con el avance del sistema capitalista, pero no podemos quedarnos sólo con eso. El marxismo debe ser complementado con algo que lo pula todavía más, que rice aún más el rizo de sus capacidades, con algo que haya emergido de la coyuntura de finales del siglo XX y del primer cuarto del siglo XXI: el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno. Apuntamos, a diferencia de lo que opina el PML(RC), a una sociedad obrera, en la que el trabajador sea el que controle la sociedad, el poder político residente en el Estado y el control de la economía española. Lo que nosotros, en palabras del Manifiesto Comunista, llamamos elevación del proletariado a condición de clase nacional. El PML(RC) tiene muchas dudas sobre cómo conseguiríamos llevar a cabo esto, y de su irresolución clara han decidido concluir en que somos reformistas, en que rechazamos la revolución y en que somos colegas de Bernstein ─el oportunista y revisionista por antonomasia que, por serlo, apuntaba a que el sistema de producción capitalista sería cada vez más imposible de derrumbar debido a su capacidad adaptativa─. Nos impresiona que aún se ande tildando a gente de bernsteiniana. Pareciera que estamos tratando los textos de Rosa Luxemburgo de los años 10 y 20 del siglo pasado. Una cosa le ha de quedar clara al lector: el PML(RC) no es que no quiera salir de los encasillamientos que apestan al siglo XX, es que no pueden. Siguen moviéndose en esas coordenadas definitorias políticas y no pueden salir de ellas, objetivamente hablando. Nuestro posicionamiento ante la cuestión de la obtención del poder es múltiple: no negamos ningún método posible para la obtención del poder, pues en dependencia del orden de la sociedad en la que nos encontremos, es decir, de la coyuntura, una medida puede ser más óptima y favorable que otra. Estamos dados a explorar todas las opciones posibles. No negamos el llegar al poder utilizando los medios democráticos burgueses ─al igual que Lenin, que abogaba por explorar abiertamente la opción de participar en los parlamentos burgueses oponiéndose a quien se negara, tildándole de izquierdista─, de la misma forma que tampoco negamos en absoluto el llegar al poder mediante la violencia, mediante la insurrección obrera. Si se presenta la oportunidad coyuntural de poder emplear inclusive una facción del ejército que se ponga al servicio del marxismo, será utilizada. Esa es nuestra posición. La fusión entre Marx y Bueno es clave para la correcta adaptación del marxismo a los tiempos que corren teniendo en mente todo lo anterior mencionado. Bueno se complementa muy bien con Marx para volverlo más preciso, para volverlo más triturador en enfrentamiento con otras doctrinas filosófico-políticas, para adaptarlo a la idiosincrasia española e hispana en América, África, Oceanía y Asia. Bueno refina filosóficamente a Marx, pues este no tocó con tanta profundidad ni tanta profesionalidad los campos a los que Bueno dedica libros enteros. Esto no significa que Marx no tuviera la capacidad de hacerlo; claro que la tenía. Significa que Marx no pudo especializarse en ciertos temas por dos motivos principales: 1) Dedicó toda su vida a la escritura de artículos para entender la realidad socio-política del mundo, y a la especialización económica que va desde los Manuscritos de 1844 a su gran obra, El Capital, pasando por los tres tomos de los Grundrisse. 2) La falta de tiempo debido a su edad y a su enfermedad, que ya desde su primera década en Londres se manifiesta primariamente. A Marx no le dio tiempo de especializarse en todo lo que le hubiese gustado. Sabemos que sólo tres años antes de morir quiso comenzar a empaparse de antropología, pero la muerte le alcanzó antes de que pudiese apenas empezar. Marx actuó en muchos momentos como un gran visionario. Atinó y atina en la actualidad en cuestiones económicas como el que más y en cuestiones políticas y geopolíticas próximas al siglo XX. No obstante, hoy se dan nuevos fenómenos que escapan a las manos de Marx, pero no de Bueno. Marx jamás profundizó tanto en categorizar la vida política, social, filosófica y material como Gustavo Bueno; lo que sitúa en el mundo de forma más rigurosa y precisa al que sigue a Bueno y a Marx, que al que sólo sigue a Marx. El materialismo filosófico de Gustavo Bueno adquiere tal precisión y tal capacidad de conceptualización filosófica que transforma el cómo se conciben temas en los que Marx jamás profundizó, a saber: poder catalogar las ideologías de izquierdas y derecha ─esta segunda en singular, no plural─; las distintas categorías de Nación en base a la antropología humana histórico-material-existencial que se dividen en Nación biológica - Nación Histórica - Nación Política, más sus subcategorías; plasma lo que llama «las tres dimensiones en el materialismo filosófico» de tipo óntico-material que son basadas en DU1 como dimensión donde se dan los fenómenos del mundo físico, DU2 donde se dan los fenómenos del mundo psicológico, DU3 donde se dan los conceptos científico-categoriales y las ideas filosóficas abstractas, así como los teoremas científicos de las diversas disciplinas del conocimiento que se hallan categorizadas (estas tres dimensiones óntico-materiales existen en nuestro mapamundi materialista en tanto que tenemos la capacidad de operar sobre los fenómenos y estructuras en las que se encuentran, y esto, en fusión con el marxismo es literalmente invencible, pues amplía las capacidades de analizar la realidad operatoria desde estadios a los que Marx ni se aproximó); la profundización en el fenómeno de identidad, de Imperio, de Espacio antropológico y su estructuración en ejes: Eje circular, eje angular y eje radial, donde en el circular se dan las relaciones del hombre consigo mismo, en el angular, las relaciones del hombre con los animales o posible vida inteligente fuera de nuestro planeta el día que suceda, y el eje radial, donde se dan relaciones constitutivas a términos no antropológicos de la llamada naturaleza entre el hombre y los recursos naturales de los que dispone la sociedad política para su gestión económica y administrativa; el desarrollo de un modelo canónico genérico de toda sociedad política que se da en la historia antropológica y en las que define, no la clásica división de poderes en tres de Montesquieu: legislativo, ejecutivo y judicial, sino hasta dieciocho, basados en capas y ramas de esos poderes que precisan y aclaran el auténtico funcionamiento material de un poder político, sea este de la ideología que precise. Estos son sólo algunos pocos elementos que Gustavo Bueno tiene la capacidad de otorgar a quien le toma como referencia y le toma como parte de su ideario: la capacidad analítica filosófica materialista que sitúa a todos los fenómenos de la existencia desde todos los planos posibles, así como una capacidad de conceptuación excesivamente precisa y pulida. No sólo hay que saber esto, sino también que Gustavo es, hasta la fecha, no sólo el mayor filósofo que ha dado España, sino el único que ha logrado construir un sistema filosófico cerrado, no en el sentido de estrechez de miras sino de categorías cerradas por estar debidamente tratadas y adecuadas para su sistema. No olvidemos su alto grado de complejidad, pues Gustavo Bueno es un filósofo difícil de comprender. A mi juicio hasta más que Marx. Desdeñar su obra y la capacidad de su sistema filosófico es propio de quien no le ha tratado, de quien no se ha puesto con sus obras con paciencia y tiempo, y esto se palpa a leguas en cuanto a las etiquetas que el PML(RC) arroja del filósofo riojano. Su desprecio no es justo, pues nace del desconocimiento de la teoría y sistema creados por el autor, no de su desacuerdo doctrinal. Insisto, de los cuatro autores que nos dedican un total de 54 páginas de crítica, ninguno ha leído a Gustavo Bueno o por lo menos no han acabado ninguna obra; no mencionemos ya su conocimiento sobre Materialismo Filosófico. No nos hace falta corroborarlo, lo sabemos porque se nota. No obstante nuestro posicionamiento con respecto a la fusión de Marx y Gustavo Bueno no nos hace cien por cien buenistas. En Vanguardia Española y La Razón Comunista rechazamos acusaciones y conclusiones que Gustavo Bueno hace de Marx al mismo tiempo que desechamos algunas puntualizaciones de Marx por encontrarse mejoradas, completadas, cerradas o superadas por Gustavo Bueno. El lector ajeno a nuestros roces doctrinales entenderá el mensaje simple que queremos transmitir: claro que nuestra fusión marxista con el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno no nos hace negar el principio revolucionario del marxismo; claro que no nos hace traicionar los postulados principales y no tan principales creados por Marx y Engels; por supuesto que no nos hace reaccionarios ─ahora iremos con ese tema y con las acusaciones del siglo pasado que nos arroja el PML(RC)─; por supuesto que no nos acerca al fascismo ni a la tercera posición como muchos don nadies comentan; no nos hace socialchovinistas; y no nos hace reformistas/revisionistas como sugiere la revista De Acero. Objetivamente no podemos tomar por seria la opinión de un grupo que no sale de las coordenadas y encasillamientos del siglo XX, y para el que todo lo que se encuentre fuera del tiesto de Lenin/Stalin/Hoxha, es lo opuesto a la doctrina marxista. ¿Y el PML(RC) tiene razón cuando nos acusa de revisionistas, socialchovinistas, reformistas y reaccionarios? Si hay algo que ha caracterizado a los revisionistas a lo largo de la historia son los siguientes cinco puntos: 1) Sustitución de la dialéctica materialista y revolucionaria por la simple evolución de los acontecimientos dejados a merced de las directrices de la clase dominante, haciendo referencia, bien a la burguesía, bien al zarismo ruso. 2) Tras esto, alejamiento del socialismo marxista, acercamiento al idealismo filosófico enfrentado a la teología medieval. 3) En el campo de la economía política y las clases sociales, embellecimiento del capitalismo, señalamiento a que las crisis económicas son cada vez más raras y débiles, lo que desemboca directamente en que la lucha de clases se suaviza y se llega a armonizar, desapareciendo. 4) Afirmación de que hay que corregir la teoría del valor de Marx por imprecisa y anticuada. 5) Afirmación de que un derrumbamiento general del capitalismo será cada vez más imposible, dado su desenvolvimiento; porque este va mostrando una mayor capacidad de adaptación a las coyunturas políticas e históricas. Esta es la génesis del revisionismo, no otra. Les animamos a que nos avisen si encuentran algo de lo desarrollado en nuestro programa, lo que efectivamente advertiría de que somos revisionistas y seguidores de Eduard Bernstein. Pero ya les adelanto yo que no. No encontrarán ni siquiera nada que se le acerque. No hallarán ninguna normalización del capitalismo; ni ninguna corrección de la ley del valor de Marx; ni ningún rechazo ante la lucha de clases que llevamos por bandera al afirmar, por ejemplo, que apuntamos a que el proletariado le arrebate el poder político y económico a la burguesía y la someta antes las directrices de la clase revolucionaria hasta que ambas dos queden agotadas; ni tampoco una sola mención a la justificación de adaptación del capitalismo. No hablemos ya de su embellecimiento ni de un supuesto acercamiento al idealismo contra el materialismo ─que en su día fue contra la teología─. Si nada de esto se cumple, ¿entonces a qué es debido este señalamiento del PML(RC)? Intuímos que por nuestra posición favorable con respecto a la República Popular China, según ha comentado Roberto Vaquero en algún vídeo de su canal al mencionarnos. Afirmamos también que si ser revisionista es todo lo que se salga de la guía de Stalin, el futuro del socialismo y del marxismo será «revisionista», les guste o no, pues las directrices del líder soviético se encuentran inoperativas desde su fallecimiento y ningún Estado socialista ha seguido a rajatabla lo contrario en contenido a lo que supone ese concepto arrojadizo en forma casi de insulto, que es llamar a otros «revisionistas». Pero vayamos a lo importante y dejémonos de calificaciones anticuadas del siglo pasado. En Vanguardia Española tomamos una postura en pro del gigante asiático debido a una sinergia de elementos que les están llevando a toda velocidad a una realidad puramente socialista encaminada al comunismo, valiéndose estratégicamente del sistema capitalista en puntuales zonas especiales de su vasto territorio. ¿Tiene que ver la postura bernsteiniana revisionista con el camino tomado por la República Popular China? Clara, definitiva y rotundamente no. Para verlo hay que tener un poquito de miras, no anclarse en el siglo XX y en Lenin-Stalin-Hoxha. La RPC ha aprendido de los errores soviéticos como no tuvieron la oportunidad de aprenderlos los miembros del Pacto de Varsovia. Estudiando y analizando lo que ocurrió en Europa y en la URSS, la RPC blindó su camino al socialismo viéndose mayoritariamente sola ante el capitalismo triunfante que había conseguido despedazar al bloque del este. La RPC decide tomar un sendero propio ─táctica muy arriesgada, ciertamente, pues te ves obligado a avanzar creando tú mismo el camino en un territorio inexplorado─, fundado por Deng Xiaoping llamado «Socialismo con características chinas». Esas características, de las que derivan necesidades nacionales, son múltiples: • Sociedad histórica, cultural y filosóficamente confuciana que se ha encontrado con el marxismo. • Aceptación y cambio de rumbo con respecto a ciertas inviabilidades del sendero de Mao Tse Tung que podía arrojar a China hacia los mismos derroteros que los soviéticos. • Entendimiento de que un nuevo mundo se alza fortificado debido a la expansión del capitalismo por el antiguo bloque del este y por la propia Rusia con la que comparten frontera. • Necesidad rápida de industrialización nacional en un ambiente de no tensión bélica con otras potencias. • Inconvenientes con el comercio internacional capitalista de no apertura a los mercados socialistas, lo que hizo que Deng Xiaoping predicara con la apertura económica de China, alejándose lo máximo posible de las tensiones que existían entre la URSS y EEUU y Europa occidental. • Urgente necesidad de modernización militar para una correcta y deseable defensa nacional y urgente modernización de la agricultura para ser capaces de alimentar a mil millones de personas correctamente. • Modernización y la puesta al día de la ciencia y de la tecnología para ser competitivos en un futuro a medio plazo, y especialmente a largo plazo. Estos puntos se encuentran enmarcados en un momento en el que la RPC no gozaba de capacidades para poder enfrentarse al capitalismo expansivo y triunfante que amenazaba desde el oeste y en parte desde el este. La RPC tomó un sendero único de altísimo riesgo, que es permitir en su seno político cierto capitalismo, cierto poder burgués y cierta utilización de algunas zonas puntuales de su territorio en el que el sistema de producción capitalista tuviera cabida para muy principalmente poder evitar la tensión capitalismo-socialismo que se venía contemplando desde la Guerra Fría. Si China quiere sobrevivir, no puede ser una prolongadora de esta guerra, tiene que cortarla, conseguir desarrollarse en términos de paz y siempre, siempre bajo el mandato del Partido Comunista Chino para poder tener una oportunidad contra el sistema capitalista. La apertura china no sólo hace referencia a la apertura ─vaga la redundancia─ en el mercado y a convertirse en socios de potencias y de países en vías de desarrollo, también se plasma en el estudio de otras perspectivas económicas diferentes a la marxista, la permisión de tener docentes en universidades que pertenecen a visiones económicas como la Escuela Austríaca, a la desarrollada traducción de libros de autores americanos y europeos al mandarín para su conocimiento, la aceptación de la entrada de filosofías y postulados que difieren de la línea del Partido Comunista Chino, la llegada de culturas y modas de otras partes del planeta sin que suponga un fenómeno decadente para los ciudadanos de la RPC, la apertura a elementos como las Redes Sociales del mundo capitalista, etc. Fenómeno que jamás ha ocurrido en el mundo socialista hasta su desmantelamiento o hasta una fecha próxima a este ─encontramos como ejemplo la llegada de Coca-Cola, la pornografía o marcas de alimentos y ropa de la República Federal Alemana a la República Democrática Alemana antes de su desmantelamiento como Estado, o la apertura al Heavy Metal o a McDonalds en la URSS en 1984 con el primero, 1990 con el segundo─. El proceso chino de apertura va infinitamente más allá y es infinitamente más complejo que lo que supone llamar a alguien «bernsteiniano» y santas pascuas. Su proceso de apertura es un camino que está dando resultado a un país en cuyo seno no emergió el sistema ni la clase social que revolucionaría todo el globo para transformarlo a su imagen y semejanza ─la burguesía─, sino que más bien fue y es una nación que se vería afectada por la causa imperialista de algunas potencias europeas ─en términos de Lenin─, sufriendo este hecho imperialista al que llamaron el siglo de la humillación. China entiende que no puede acabar con los restos de dicho periodo si no ataja la cuestión con estrategia, planificación, método y trazas bien marcadas para deshacer todo rastro tratos de las antiguas potencias que maltrataron a sus gentes, cuyos antepasados no han quedado tan atrás. Muchos chinos aún recuerdan este siglo de humillación, especialmente los que cumplen más de 70 años de edad. Animamos al lector a que encuentre en los planes del Partido Comunista Chino algún punto que siga a Eduard Bernstein. La revolución socialista puede ser adecuada y canalizada de ciertas maneras, y China lleva a cabo la suya propia atendiendo la coyuntura que les ha tocado vivir y desde la que han partido junto a sus condiciones nacionales e internacionales. Junto a sus «condiciones materiales», que tanto les gusta emplear cada cuatro frases a nuestros estimados del PML(RC). Querer ver a Eduard Bernstein en nuestro firme apoyo a la República Popular China no es serio, es sumamente forzado por derivación debido a que no se corresponden ni en época, ni en directrices, ni en principios políticos. Tampoco en coyuntura y en realidad política realmente operante. Tampoco desde las mismas clases ni desde las mismas coordenadas de las que partían los bernsteinianos en Europa. Este tema es tan denso y tan amplio que podría escribirse un grueso ensayo sobre él para entender la realidad china, los puntos de los que parten y, muy importante, sus planes definidos y tratados para avanzar hacia el comunismo, hacia la eliminación de producción capitalista en combinación con poderío estratégico y geopolítico mundial para suponer un contrapeso al mundo capitalista. Operar con estrategia, con un buen plan económico y con mucha, mucha paciencia confuciana, es algo que caracteriza al Partido Comunista Chino y que los marxistas más ortodoxos que se ciñen a lo dicho sólo por Lenin, Stalin y Hoxha parecen no querer entender. No es que no puedan entenderlo, claro que pueden, sino que no quieren. Aprender de los errores de la URSS para no volver a repetirlos; emprender una vía propia para evitar las tensiones más directas con Estados Unidos y Europa; cortar la directa prolongación de la Guerra Fría; modernizar velózmente una nación por entonces con más de mil millones de habitantes para alimentarles, vestirles, formarles y darles trabajo; producir lo suficiente como para alcanzar un alto nivel de desarrollo y un buen nivel de vida en menos de 70 años; evitar el problema del comercio entre el mercado capitalista y el mercado socialista y colaborar general y desinteresadamente, repito, general y desinteresadamente, con países en vías de desarrollo para su modernización, es algo que no tiene que ver con el revisionismo ni con la óptica de Bernstein. Ese no es el problema. El meollo es, que seguir midiendo la realidad política y filosófica, los avances coyunturales, el desarrollo de la geopolítica entre bloques conformados por Estados con objetivos comunes y las capacidades del desarrollo marxista en esta nueva etapa de la historia de la humanidad en todo el globo, con la vara del revisionismo-antirrevisionismo, con la vara de «lo único aceptable es la conjunción Lenin-Stalin-Hoxha», lo encontramos del todo fracasado, del todo erróneo, anticuado, pasado, torcido y desacertado. Anclarse en esto supone directamente negar por completo las realidades dadas con el avance de la coyuntura política, eliminando todo pensamiento, postura y filosofía que pueda entrar en sintonía con el marxismo. Supone negar la dialéctica filosófica entre planos ontológicos compatibles que pueden darse de vistas a un futuro inmediato, a medio o a largo plazo. Anclarse en un pensamiento del siglo pasado y medir de forma totalmente indefinida el futuro con él de forma inamovible, es una condena para la valoración analítica profesional que suscita la complejidad sistémica de lo que está viniendo. Es por esto que afirmo más arriba que con esta metodología, el PML(RC) no puede salir de los encasillamientos del siglo XX, específicamente encasillamientos de tipo soviético. Les limita. Por ello rechazan a Gustavo Bueno sin haberlo tratado, siendo del todo inconscientes de las colosales posibilidades, apertura de miras y capacidad analítica que el Materialismo Filosófico puede brindarle al marxismo. Quizá muchos militantes del PML(RC) y del Frente Obrero no sean conscientes de esto, pero desde Vanguardia Española y La Razón Comunista les animamos a que lo reflexionen, que lo piensen tranquilamente y a que le den una vuelta a este tema: la limitación que supone verlo todo, desde la ecuación Lenin-Stalin-Hoxha.
Os decimos, a los lectores ajenos a nuestros roces, que los comunistas promedio siempre han utilizado muy a la ligera los apelativos arrojadizos ante los que consideran que no son marxistas, porque cada uno se cree más marxista que los otros. No hay más que ver el número 2 de la segunda etapa de De Acero en el que no hay nadie más listo, más inteligente, más ejemplar y más marxista que el PML(RC). ¿Qué hacer con esto entonces? Superarlo. Superar los elementos arrojadizos del siglo XX. Es desalentador ver en 2023 a organizaciones marxistas seguir llamando revisionistas, socialchovinistas o liquidacionistas a otros que consideran sus rivales. Pero superar este comportamiento no es sólo por eso, no es sólo porque sea desalentador. Es porque es impreciso, anticuado e inútil. No es un recurso de provecho, pues elimina todas las posibilidades de poder construir el socialismo mediante el marxismo que no sea la soviética de Lenin y Stalin, cuando la realidad de Lenin y Stalin coincidió con su coyuntura propia, con la coyuntura de un país que salió del zarismo y que se encontraba como primer experimento marxista ante la Europa capitalista y modernizada, y la coyuntura de la URSS, NO ES LA COYUNTURA DEL RESTO DE NACIONES, ni en desarrollo tecnológico, ni en producción, ni en modernización técnica, ni en población, ni en su situación histórica, ni frente a los mismos enemigos ni frente a la misma época. Es por esto que nosotros apuntamos a que cada Nación Política o Naciones Políticas compatibles en un proceso civilizatorio como el mundo de habla hispana y portuguesa ─lo que nosotros llamamos iberofonía─, encuentre/n su propia vía en la construcción del socialismo atendiendo a su propia idiosincrasia histórico-cultural. Entiéndase bien lo que se está queriendo decir aquí. Aquí lo que NO se está diciendo es que haya que anular el significado de lo que es ser un revisionista o un socialchovinista para construir el marxismo por esas vías. No se puede construir el socialismo por esas vías porque efectivamente son contrarias al marxismo. ¿Cómo vamos a valernos del marxismo, si este queda negado y rechazado en los puntos revisionistas anteriormente expuestos? ¿Cómo vamos a valernos del marxismo si el socialchovinismo apoya las anexiones de territorios a las naciones que son opresoras? Lo que se está queriendo decir aquí, es que la crítica tiene que ser más profesional, más refinada, más actualizada que simple y llanamente llamar a otros revisionistas y socialchovinistas de forma gratuita. Concebir que una organización es revisionista por apoyar a la República Popular China es impreciso y falaz. También lo es por elaborar una teoría política que adapte el marxismo a la idiosincrasia española. La crítica tiene que ser seria y elaborada si se sostiene una postura, en lugar de basarla en apelaciones antiguas porque nuestro signo no encaje con el suyo. Hemos tratado brevemente el apelativo de revisionistas que nos ha colocado Pau Botella en la primera parte de la crítica y Fermín Turia en la última. Pasamos a un tema candente del que hay bastante para tratar como materialistas que somos. Afirma Pau Botella en la página 41 del documento de la última entrega de De Acero:
«La segunda cuestión es su chovinismo ─se refiere al de Vanguardia Española y La Razón Comunista─. He llegado a ver publicaciones de Armesilla en redes sociales justificando el nacionalismo, diciendo que su reivindicación es en un sentido patriótico. Esto es un grave error. Los comunistas somos internacionalistas y estamos en contra de todo tipo de nacionalismo. El internacionalismo, sin embargo, no tiene nada en contra del patriotismo revolucionario. Son cosas distintas. Equiparar nacionalismo y patriotismo es desvirtuar la cuestión para falsificar la esencia de este último».
Pau, se me pasan algunas preguntas por la cabeza, ¿con qué clase de teoría contáis en el PML(RC) para saber definir el nacionalismo desde una perspectiva materialista? ¿Cuánto tiempo le habéis dedicado a definir este fenómeno en vuestras reuniones periódicas? ¿Es profunda y reflexionada o superficial y tomada del acervo popular político? ¿Tenéis un buen conocimiento de hasta dónde pueden llegar las acepciones del término, o por el contrario os quedáis en el «como somos marxistas, pues somos antinacionistas», y ya? ¿Sabéis en el PML(RC) hasta dónde puede llegar el contenido del significado del nacionalismo y del internacionalismo o para vosotros son simples y llanos antónimos? ¿Estáis seguros de que el nacionalismo es un fenómeno que sólo tiene una acepción o, de tener varias, todas han de ser consideradas de la misma manera? ¿El chovinismo es siempre un término que va de la mano del nacionalismo como lo entendéis vosotros, de ahí que tengáis la osadía y el atrevimiento de llamarnos socialchovinistas? Vayamos por partes. El chovinismo es un concepto del todo incierto, pues se ha empleado en múltiples ocasiones por autores del todo dispares, y cada uno le ha adherido un contenido que podemos tildar de casi arbitrario. Ciertamente suele apuntar a una misma dirección, pero debido a la carencia de significado homogéneo se concluye que es un término oscuro y confuso, pues crea más confusión que aclaración si se le atiende con precisión. Del chovinismo se ha dicho que es el simple orgullo por el orgullo, sin más. También se ha comparado directamente con las creencias de superioridad racial del nazismo. Se ha afirmado que es la creencia vacua de que un pueblo es superior ─desconocemos, por falta de aclaración, en qué ámbitos y componentes hace referencia esta definición─ a los de su alrededor. También se ha dicho que es la preferencia de lo personal a lo que es, o viene de otro. Se le ha tildado de fanatismo nacional y/o regional. Y hasta como mero patriotismo y enaltecimiento de la Patria de uno mismo, sea de la forma que sea ─y aquí, Pau, entraríais vosotros de cabeza─. Ocurre algo con los conceptos y con los significados, y es que, si bien dentro de ellos cabe todo, entonces no significan nada. Para saber a qué se refiere alguien con el término chovinismo habría que formularle la pregunta directamente y saber así qué es lo que quiere decir esa persona cuando llama a otra de esa manera. Es un término tan laxo, flexible, y en ocasiones tan abierto y receptivo, que no queda claro qué significa con precisión. Se convierte así en un cajón de sastre. Y no se trata de que tenga más de una definición, es que cada una guarda un enfoque de naturaleza incierta. Por ello es preferible no emplearlo, a no ser que lo defináis con precisión; pero no por ello esta acusación se va a quedar sin respuesta. Intuímos que el significado que le da el PML(RC) a ser chovinismo es similar a ser nacionalista. De nuevo otro concepto oscuro y confuso, pues el nacionalismo no guarda un sólo contenido comprendido en diferentes formas correspondientes, entendido de forma próxima al hilemorfismo aristotélico, en el que la esencia del ser se halla relacionada con el contenido y su forma, todo ello aplicado en la conceptualización empírico-teórica. O lo que es lo mismo, el nacionalismo no es un concepto unívoco, sino multívoco. No tiene sólo un significado esencial, sino que tiene varios. Todos ellos dependientes de la época histórica en la que se ha hecho uso del mismo y de los grupos operantes en la vida política que lo han definido de una u otra manera. También en la actualidad depende de la zona del planeta donde se emplee, pues este término está rechazado en Europa y en Estados Unidos por influencia de la II Guerra Mundial, por entenderlo de una sola manera, pero no es así en Asia, África o Iberoamérica. No obstante y por encima de ello, por encima de cómo haya sido utilizado en el pasado y por quién, existen definiciones de nacionalismo que responden a realidades materiales efectivas relativas al campo antropológico, y por ende histórico, que determina con precisión lo que ya no el nacionalismo es, sino lo que lo que los nacionalismos son, pues hay varias formas de nacionalismo que dan lugar a diferentes acepciones, no sólo una, que es la que maneja el PML(RC). Los términos nacionalismos apuntan directamente a las categorías de Nación realmente existentes y existidas en el presente y en tiempos pretéritos. Es decir, hay tantos sentidos de nacionalismo como conceptos de Naciones materiales y efectivas han sido y son construidas, gestionadas y coordinadas en la historia de la antropología. La multivocidad de acepciones de nacionalismo no es caótica ni equívoca, sino efectiva, que responde a objetividades totales, no parciales, de la vida política y económica humana; cabiendo así una totalización de la concepción de estos términos de tal modo que su taxonomía es evolutiva e histórica, no personalizada como le ocurre al PML(RC), así como a una clara mayoría de formaciones políticas en esta parte del globo. Pau Botella nos cuenta que es un error que se haya proclamado desde nuestro signo al nacionalismo en un sentido patriótico, y que los comunistas, como somos internacionalistas, hemos de rechazar el nacionalismo. En el PML(RC) entienden que el internacionalismo es lo opuesto al nacionalismo. Ya empezamos mal. El internacionalismo no es lo opuesto al nacionalismo, y hago una pausa aquí para apelar al lector ajeno a nuestros enfrentamientos doctrinales, para que entienda debidamente lo que aquí se va a explicar. ¿Por qué entendemos desde el marxismo en nuestra parte del globo que el internacionalismo es lo contrario al nacionalismo? Hemos de preguntarnos qué significa el concepto internacionalismo. Internacionalismo significa literalmente entre naciones, no anti-naciones, que es como lo entiende de forma poco o nada reflexionada una mayoría de personas que se autodenominan de izquierdas o comunistas. Mencionamos las formas de entender el internacionalismo según de qué óptica partamos, para al final compararlas y tener en cuenta cuál de ellas guarda mayor potencia significativa y cómo responden ante una realidad efectiva, ante lo realmente existente; esto es, cómo los fenómenos se encuentran ya dados, lejos de teorías huecas y divagantes que toman una forma u otra, dependiente de quién las exprese:
Concepción A, internacionalismo como rechazo a las naciones: cabría remarcar entonces que el internacionalismo busca, si es contrario a las naciones desde un plano ontológico genérico, borrar todo rastro de las mismas, erradicar su forma, su contenido/materia y su esencia, de la forma en la que lo entiende Aristóteles. Es decir, supondría acabar con los contenidos políticos de la nación, lo que la ha hecho edificarse, con el compuesto orgánico político-administrativo que le da su ser, y con sus capacidades realmente efectivas de poder existir y coexistir con otras de su misma especie en una constelación de mutuo reconocimiento y cooperación, en el caso positivo, así como en el negativo acabar con las posibilidades de destrucción, conflicto, dialéctica o guerras entre ellas. Supondría acabar con la forma política que ha adoptado desde sus transcursos históricos individuales y dialécticos interiores hacia la construcción de su forma(ción), de nuevo, con el reconocimiento exterior de otras naciones, puesto que ellas mismas se reconocen como iguales y al mismo nivel, o no ─España reconoce a Suecia, Islandia reconoce a Rusia, Rusia reconoce a Irlanda/España no reconoce a Kosovo, Honduras no reconoce a Taiwán, Cuba no reconoce a Israel─. Abogando así por un mundo cosmopolita, en el que las naciones queden superadas debido a la negación ontológico-material de las mismas. Supondría asimismo acabar con su esencia, resultante de la conjugación de los términos anteriormente expuestos por el mismo principio de negación. Esta perspectiva apuesta por el rechazo absoluto de lo existente en relación a la comunidad de tipo política que ha creado el ser humano desde la fundación del Estado-nación o Nación Política que se funda en la Revolución Francesa. Supone pretender adherir a los planes del marxismo la eliminación de lo edificado por la burguesía con el pistoletazo de salida del Estado-nación, es decir, un tipo de Estado que es la nación política. Pues la Nación es posterior al Estado y no al revés. De aquí nace la nación en el sentido político, no en el sentido histórico (que eso es España desde el siglo XIII) o étnico. Esta concepción A del internacionalismo, por tanto, sería la negada, la rechazadora de lo construido previamente por las clases sociales. Esta acepción estaría vigente en el estadio que guarda tanto la visión anarquista como la visión globalista realmente existente; es decir, siendo por una parte el proyecto del anarquismo como ideología definida en negativo ─en negativo porque predica con la negación del Estado─ de la sociedad política, para transferir su esencia ideológica a una nueva sociedad de tipo comunal valiéndose del yo contra el Estado, y por tanto las naciones, y por otra parte, el proyecto del espacio internacional que comprende el mundo occidental capitalista del bloque geopolítico de la OTAN, cuyo objetivo pasa por un espacio comercial sin aduanas por el que el capital circule libremente, pero cuyos territorios están gestionados por la burguesía, abandonando así el Estado-nación por un organismo supraestatal que podemos decir, se encuentra en marcha.
Concepción B, internacionalismo como participación entre naciones: si no entendemos el internacionalismo como la concepción A, entonces tendremos claro que no somos anarquistas ni globalistas. Si entendemos el internacionalismo como lo que realmente es, es decir, como la interacción, ayuda, reconocimiento o colaboración entre las naciones de tipo político, pues hoy día no existe otra clase de nación, entonces nos encontraremos es un plano de operatividad que llena de sentido práctico el ser internacionalistas. Esta concepción no rechaza a la Nación Política, no la obvia, no la desprecia, ni muchísimo menos pretende destruirla por ser un elemento creado por la burguesía. La sociedad obrera nace, emerge de la sociedad burguesa valiéndose de los elementos de esta, no para derrumbar la totalidad de sus estructuras, pues buena parte de ellas son aprovechables y útiles para la clase obrera. De lo que se trata es de derrumbar el uso burgués y transformar la naturaleza de algunas de ellas hacia el interés proletario, obrero. Otras, más puramente burguesas en el sentido propio de beneficio clasista, sí han de ser erradicadas, destruidas. Todo depende de la naturaleza que emane esa institución o aparato político al que dediquemos un uso. Esto tiene que quedar claro para entender las amplias conexiones posibles que el obrero puede llevar a cabo cuando se hace con el control del Estado y la economía nacional, arrebatándole ambos a la burguesía, poniéndolos al servicio de la clase triunfante. Una vez el obrero sea triunfante, podrá aplicar el internacionalismo proletario, que no es más que la ya mencionada ayuda e interacción de naciones que han sido tomadas por su clase obrera, siendo sus burguesías sometidas hasta su agotamiento como clase social. El internacionalismo proletario no agota a las naciones, no las elimina ni las aparta como si se tratase de un elemento secundario o sin importancia, pues es la nación la que le da todo el sentido histórico a la clase obrera. Sentido de variedad histórica y cultural si se quiere, pues no olvidemos que la clase obrera interactúa con los componentes nacionales, con lo que compone la nación desde dentro, desde la historia hasta el idioma, pasando por la música. Este sentido tampoco desaparece como muchos se han atrevido a apuntar, afirmando que todo lo que existe será eliminado por el socialismo. Una auténtica majadería eso de afirmar que si en España triunfa la clase obrera, el flamenco o la gastronomía de Asturias se verían en un proceso de centrifugación que acabaría por eliminarlas de su lugar de origen o deslocalizarlas para deleite del género humano, así en abstracto, de tal forma que ya no sería algo español, sino simple y llanamente humano. Esto tiene más que ver con la concepción A que con la B. El internacionalismo no puede entenderse como contrapeso a la nación, como disolvente de esta misma, pues en el propio significado del término partimos de su existencia en derivación al contacto entre ellas, pues esto y no otra cosa significa la proposición latina inter. Destacamos algunas declaraciones con respecto a esta concepción de internacionalismo, empleado por propios comunistas:
Marx y Engels:
«El internacionalismo proletario no implica, en absoluto, la indiferencia de la clase obrera hacia su propio país, su Patria, como lo pretenden los ideólogos burgueses y reformistas. El internacionalismo proletario conjuga armoniosamente el amor verdadero del proletariado por su Patria y su deseo de verla liberada de la opresión social y nacional, con el sostén de la lucha de los trabajadores de los demás países por la libertad, la paz, la democracia y el socialismo. El internacionalismo proletario no tolera el desprecio hacia otras naciones, aun a las más pequeñas, pues cada nación, pequeña o grande, contribuye al progreso de la cultura mundial. Sólo la revolución socialista de la clase obrera pone término a la opresión nacional y establece relaciones nuevas, amistosas entre los pueblos y las naciones. Así lo proclama el Manifiesto del Partido Comunista cuando afirma: “En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra. Al mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí”». (Marx/Engels, Obras escogidas, t. 1, p. 39, Ed esp., Moscú, 1951)
Diccionario soviético de 1984:
«El principio del internacionalismo presupone el apoyo mutuo y la colaboración de los trabajadores de distintos países en la lucha contra la burguesía internacional, el reconocimiento de la igualdad de derechos de todos los pueblos, la irreconciliabilidad con toda opresión de una nación por otra y la conjugación de los intereses internacionales y nacionales. Por eso, el internacionalismo se opone al nacionalismo burgués y al chovinismo de gran potencia, así como a la ideología del racismo y del colonialismo. Se opone radicalmente también al cosmopolitismo, que disimulando la neutralidad, oculta las relaciones de desigualdad nacional y política y de dominación y opresión imperialistas». (Diccionario de filosofía, Editorial Progreso, Moscú - URSS, 1984)
Afirmación de Gueorgui Dimitrov, Secretario General del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista entre 1934 y 1943:
«Es necesario desarrollar la idea que conjuga un sano nacionalismo, correctamente entendido, con el internacionalismo proletario. El internacionalismo proletario debe apoyarse en este nacionalismo de cada país […]. Entre el nacionalismo correctamente entendido y el internacionalismo proletario no existe y no puede existir contradicción alguna. El cosmopolitismo sin patria, que niega el sentimiento nacional y la idea de patria, no tiene nada en común con el internacionalismo proletario». (Entrada en el diario de Dimitrov, 12 de mayo de 1941)
Naturalmente el marxismo es partidario de lo que hemos llamado Concepción B del internacionalismo, no así de la A. El patriotismo tiene total y plena cabida en nuestra ideología, en el internacionalismo proletario. Afirmamos entonces que un marxista puede y debe de ser patriota. Debe defender a su nación o patria, debe de respetar el legado pasado que le ha heredado las herramientas con las que hoy cuenta para poder operar como clase social revolucionaria. El proletariado tiene intereses políticos y económicos de clase, pero también tiene intereses históricos, como saber quién es en el entorno mundial y de dónde viene, de dónde procede como individuo perteneciente a un pueblo histórico, a una Nación Étnica/Histórica, en términos de Gustavo Bueno. Se encuentra en la postura capaz, como clase revolucionaria, de defender lo aprovechable del pasado que pueda ser empleado en el presente y así, construir el futuro. ¿Pero qué pasa con el nacionalismo? En Europa el término nacionalismo está maldito. Ha creado auténticos estragos, y esto no es ni más ni menos que por el auge de los movimientos que hoy conocemos como de tercera posición que emergieron en nuestro continente desde 1919, logrando alcanzar el poder en lugares como Alemania, Italia, España o Croacia. Concretamente el fascismo tiene la culpa de haberse apropiado de ese término que tiene por nacimiento la Francia post revolución de 1789, justo en el comienzo del siglo XIX. El término nacionalismo comenzó haciendo referencia al estado político de la nueva sociedad, al Nuevo Régimen, a la Patria o Nación Política en la que los ciudadanos, volvemos a decir, se convirtieron en sujetos de la soberanía, desplazando y eliminando de esa posición al rey y a los antiguos estamentos. Es justo en este momento cuando nace, en forma de respuesta al pensamiento ilustrado de la , el Romanticismo. Este movimiento vendría a cambiar todo lo afirmado por la ilustración y por los parámetros políticos de la Revolución Francesa. Mientras que el nacionalismo para el pensamiento francés, ilustrado y jacobino era el alzamiento de la Patria, de la Nación de tipo político, para el romanticismo significará algo completamente distinto e incluso contrario, de tal forma que ambos movimientos entrarán en conflicto, entre otras cosas, también por este motivo: por el uso distinto que hacen del nacionalismo. Insistimos, mientras que el nacionalismo de la Revolución Francesa tiene que ver con la Patria y con los nuevos sujetos de soberanía, ya que la Nación en sentido político es la soberana y no el rey ni los antiguos testamentos, el romanticismo postulará que el nacionalismo es un sentimiento de pertenencia a un pueblo desde una perspectiva étnica, es decir, folclórica. Desde aquí podemos trazar, más o menos, una línea recta que nos conducirá a la importancia que el nazismo le otorgará al volksgeist como componente imprescindible para lograr conservar el derecho a formar parte de un pueblo, no así el que no pertenezca a dicho grupo observado culturalmente como uno entre tantos. El romanticismo ensalza el yo y el nosotros individualizado frente a otros grupos de forma isológica, diferenciándose a pesar de ser lo mismo, guardando así una pretendida esencia única que les diferencia del resto. El fascismo y el nacional-socialismo son dos ideologías que guardan un componente nacionalista romántico, étnico. Ambas dos predican con el nacionalismo étnico, mientras que la Revolución Francesa, los jacobinos, y los marxistas ensalzamos la Nación Política, o lo que es lo mismo, la Patria, es decir, el Nacionalismo Político, llamado así debido a que proclaman a la nación, no la rechazan como sí los anarquistas o los globalistas ya mencionados. Este término de Nacionalismo Político, también llamado Patriotismo, no está concebido por Europa debido al trauma histórico que nos han producido las llamadas ideologías de tercera posición en la II Guerra Mundial, siendo estas las que se adjudicaron para sí el concepto de nacionalismo, relacionándolo así con ellas, y sólo con ellas. A partir de la derrota del nazismo, el nacionalismo quedaría marcado con una cruz como concepto maligno para nuestro continente, siendo automáticamente rechazado todo lo que tenga que ver con este concepto. No obstante, en textos de Lenin, Stalin, Rosa Luxemburgo o Dimitrov, se habla de nacionalismo de tipo burgués, atribuyendo un adjetivo que complementa al sustantivo nacionalismo. En el diccionario soviético de 1984, en la cita mencionada arriba, se vuelve a ver repetida la fórmula de nacionalismo burgués. De nuevo el adjetivo complementando al sustantivo. Y es que en Europa se comete el absoluto y colosal error de entender al nacionalismo desde el univocismo, que es lo que le ocurre al PML(RC). Ellos entienden el fenómeno del nacionalismo desde una sola forma de poder ser concebido, sin darse cuenta de que hay varias, y el marxismo es completamente compatible con una de ellas; pues los diferentes nacionalismos se encuentran enfrentados entre sí. El Nacionalismo Político está enfrentado al Nacionalismo Étnico porque cada uno ha sido alzado desde diferentes agrupaciones operativas en la historia y ambas reclaman un factor enteramente distinto a la hora de entender qué es una Nación. Originariamente, el concepto étnico de nación carece de connotación política, llevando inyectada una intención prepolítica, folclórica y antigua. Remite a situaciones anteriores a la construcción de la Nación Política, de la Patria, del mundo entendido como una realidad en la que los ciudadanos, nuevos sujetos de derecho, son los sujetos de acción de la nueva realidad, y no el grupo étnico folclórico que se entiende, pertenecen a una concepción antigua de nación por compartir unos rasgos comunes prepolíticos que la sociedad política nueva se ha ocupado de superar. Es pura evolución antropológica en el sentido político como zoon politikón que somos los hombres en palabras de Aristóteles. Llegamos a la conclusión de que el Nacionalismo Político es la aclamación de la Patria, pues a pesar de que el Estado-nación es una creación burguesa, no se nos puede pasar que el que la construye es el obrero, no la burguesía. Sin clase obrera, la Patria burguesa no tendría forma de ser, de existir ni de trascender en la transición a la Patria obrera. Sin clase obrera no hay Patria. Tan sencillo como esto. En Vanguardia Española y La Razón Comunista nos consideramos abiertamente nacionalistas a la par que internacionalistas, porque el internacionalismo no es la negación de las naciones, es la coordinación y actuación entre ellas, y para que existan estas interacciones, las Patrias tienen que gozar de buena salud, cimientos fuertes y una clase obrera patriota, que ame a su tierra, que conozca su valía y comprenda el lugar de donde viene, sabiendo aprovechar las herramientas que le brinda el pasado para transformar el presente y construir el futuro. Y esto, señores del PML(RC), es NACIONALISMO POLÍTICO, que es plenamente compatible con el internacionalismo proletario, puesto que este también es político. Se puede ser nacionalista y al mismo tiempo internacionalista, pues como ya hemos explicado, el nacionalismo y el internacionalismo NO son antónimos, sino estadios de acción plenamente complementarios y atributivos al mismo nivel dialéctico-operativo con respecto al ser y al hacer político. La afirmación de Pau Botella de «los comunistas somos internacionalistas y estamos en contra de todo tipo de nacionalismo» no está reflexionada ni profundizada, resultando ser un simple y clásico flatus vocis que tiene como origen algunas perspectivas comunistas europeas posteriores a la II Guerra Mundial. En Asia hallamos ejemplos de movimientos obreros que se llaman a sí mismos nacionalistas porque relacionan el alzamiento de la nación proletaria con la clase obrera, que es la que la ha hecho nacer. Esta forma materialista de entender el nacionalismo y por tanto las naciones, es otra gran diferencia que mantenemos con el PML(RC), lo que nos hace, de forma natural, chocar.
¿Cabe entonces perder el tiempo en responder a la acusación de socialchovinistas por parte de Pau Botella y de Fermín Turia, si se ha hablado del chovinismo como término ambiguo y del multivocismo del término nacionalismo? Por no dejar ningún pincel en el tintero, respondemos. Lenin dice: «En el problema de la autodeterminación de las naciones existen dos matices principales entre los socialchovinistas, es decir, entre los oportunistas oportunistas y los kautskistas, que embellecen la guerra imperialista, reaccionaria, aplicándole el concepto de “defensa de la patria” 1) Por una parte, vemos a lacayos bastante descarados de la burguesía que defienden las anexiones alegando que el imperialismo y la concentración política son fenómenos progresistas, y que niegan el derecho de autodeterminación calificándolo de utópico, ilusorio, pequeñoburgués, etc. 2) De otra parte, vemos a los kautskistas (...) muchos pacifistas británicos y franceses, etc. (Estos últimos) Son partidarios de la unidad con los primeros y, en la práctica, coinciden plenamente con ellos al defender el derecho de autodeterminación de una manera puramente verbal e hipócrita: consideran “excesiva” la reivindicación de libertad de separación política, no sostienen la necesidad de la táctica revolucionaria de los socialistas precisamente de las naciones opresoras, sino que, por el contrario, velan sus obligaciones revolucionarias, justifican su oportunismo, les ayudan a engañar al pueblo, dejan de lado precisamente el problema de las fronteras del Estado que retiene por la fuerza en su seno a naciones con derechos mermados, etc. Unos y otros son por igual oportunistas que prostituyen el marxismo (...) Por lo que se refiere, en particular, a las anexiones, el problema ha adquirido singular actualidad con motivo de la guerra. Pero, ¿qué es una anexión? Es fácil convencerse de que la protesta contra las anexiones se reduce a reconocer la autodeterminación de las naciones o de que se basa en el discurso pacifista, defensor del statu quo y puesto a toda violencia, incluso la revolucionaria. Semejante discurso es profundamente falso y está en pugna con el marxismo». (Lenin, La Revolución Socialista y el Derecho de las Naciones a la Autodeterminación (Tesis) - apartado 7. «El socialchovinismo y la autodeterminación de las naciones») En una palabra: un socialchovinista es aquél que se enrola con su burguesía nacional particular para defender las anexiones, mantenerlas, abogar por que el derecho de autodeterminación es utópico. El contexto de guerra es crucial para ser o no un socialchovinista. En su defecto, de no haber guerra, sí se tiene que dar un contexto de dominación clara y efectiva de una nación a otra, pero siempre, siempre, en forma de anexión. La anexión es la clave. Pongamos un ejemplo simple: si la guerra entre dos naciones ha pasado hace 30 años, una somete a la otra y a convierte en anexión, y es en ese punto cuando surge un movimiento que se dice socialista que apoya la existencia de esa anexión y por lo tanto su prolongación, entonces cabe también así, el ser socialchovinistas, pues ese movimiento que se dice socialista está apoyando la vigencia de los intereses de su burguesía nacional contra un pueblo que tiene anexionado y por tanto, oprimido en términos políticos. Cabe entonces afirmar que una nación, al dominar a la otra, la controla en todo sentido: político, económico, militar, territorial, idiomático y hasta poblacional. En Vanguardia Española no encontrarán esta posición. De ninguna de las maneras. En ningún punto de nuestro programa. En ninguna declaración pública o privada. En ninguna conclusión de nuestra visión política, económica, militar y geopolítica. Es más, en Vanguardia Española hemos pedido la retirada inmediata de las tropas españolas de Ucrania y el cese de ayudas al país eslavo. España no tiene nada que hacer allí, pues desde un punto de vista objetivo, nuestros intereses no están en esa guerra. Podrían estarlo en una guerra en la que se nos ataque y haya que defender a la Patria por orden de fuerza mayor; y esto es una historia muy diferente a la de los socialchovinistas, pues de lo contrario la clase obrera se vería amenazada a perder parte de su territorio, población, o que algunas de nuestras regiones, sean las Islas Canarias, sea Andalucía, sea Ceuta, sea Cataluña o sea País Vasco, acaben siendo, efectivamente, anexiones de otra nación o potencia. Pero no en la guerra de Ucrania. Señores del PML(RC), España no conserva anexiones efectivas. Guarda un caso concreto el cual hay que resolver, que es el Sáhara Occidental. Explicaré algo para inmediatamente hacerle el matiz: en Vanguardia Española estamos a favor de un plebiscito en el Sáhara Occidental ─precisamente no se cumple el imperialismo en sentido leninista con el Sáhara español─, similar a la de las antiguas épocas desde finales del siglo XIX hasta pasada la I Guerra Mundial. Pero por mucho que en Vanguardia Española estemos a favor de esto por su coyuntura, hay que decir que la independencia del Sáhara depende de la correlación geopolítica de fuerzas en el entorno mundial. Y que por mucho que nosotros los apoyemos en su futuro como nueva nación, o a su reintegración con España, no sirve de nada si no hay acuerdo entre grandes potencias para ello. Y que, además, un referéndum con un censo lleno de colonos marroquíes ─como es el caso y sería así de darse dicho evento─ daría un resultado favorable a la anexión por Marruecos. Estaríamos pues, en las mismas. Los referéndums, cuando hay colosales intereses de potencias de por medio, no sirven para nada. El referéndum en febrero de 1991 en la URSS es un ejemplo palpable de ello. Pero España no guarda ningún caso de anexión. Entonces, no entendemos muy bien esta acusación por parte de Pau Botella y Fermín Turia. Si España no tiene anexiones, ¿a qué se refieren cuando nos llaman socialchovinistas? ¿A qué burguesía apoyamos en Vanguardia Española en su proceso de guerra o de anexión territorial? Es confuso este señalamiento del PML(RC). Muy confuso. Encajaré aquí una pequeña reflexión que se me ocurre mientras escribo estas palabras en respuesta al PML(RC), vuelvo a recordar, sin el más mínimo ánimo a que estos se sientan ninguneados ni menospreciados, sólo apuntando a las diferencias doctrinales que por su postura, hacen que seamos dos organizaciones naturalmente enfrentadas políticamente. Señores del PML(RC), en Vanguardia Española sostenemos firmemente que en su organización se predica con el inmovilismo marxista de tipo soviético. Repetimos que no son capaces de salir de él y de sus encasillamientos. Postularse a analizar la realidad exclusivamente desde Marx es lo adecuado, no obstante en algunos campos es insuficiente ─nos referimos a los campos que precisamente Marx no tocó, o apenas lo hizo, debido a su falta de profundización y de tiempo; pues la muerte le alcanzó a los 64 años─. Es decir, pareciera que para ustedes el marxismo no puede ser perfeccionado, no puede ser refinado, no puede ser entretejido con otro sistema que en fusión lo haga más certero, potenciándolo, estimulándolo. Los tiempos avanzan, cambian, todo toma rumbos nuevos. Pongamos como ejemplo que el año 2323 está próximo. Si ustedes siguieran analizando la realidad de dicho año desde una óptica exclusivamente marxista, afirmamos nosotros, se les escaparía un altísimo porcentaje de los fenómenos analíticos que emergerán debido a los nuevos momentos políticos y de desarrollo científico-técnico. Con esto queremos decir, que a pesar de la altísima potencia y extremas capacidades que guarda el marxismo en su seno, los campos que Marx no tocó siguen en plena evolución y desarrollo, modificando un mundo que como marxistas, conviene tener bien sustantivado y ubicado, siempre en interés de la clase obrera hasta que se dé el momento en el que las clases, tal y como las conocemos en 2023, desaparezcan. Por cierto, Pau, quiero comentarte algo. Empleo momentáneamente la primera y la segunda persona del singular. En el final de tu crítica a nuestras organizaciones, en la página 42, escribes lo siguiente: «Su práctica es nula; su desarrollo “teórico”, un esperpento sin valor ninguno. Nadie en sus cabales se acercaría a ellos, y menos alguien que haya conocido nuestra militancia práctica y línea ideológica». Ten muchísimo cuidado con dar por hecho que alguien que os haya conocido no se pasaría de vuestras filas a las nuestras, pues la Secretaria Regional de Vanguardia Española en Cataluña e Islas Baleares viene del PML(RC) y del Frente Obrero, habiendo salido asqueada de allí. En las Islas Baleares contamos con otros tres militantes de base que también se han largado de vuestras formaciones y ahora están con nosotros. En la provincia de Cádiz, desde donde escribo estas palabras, tenemos a cuatro personas que salieron del Frente Obrero y se pasaron ipso facto a nuestras filas ─en la segunda parte de esta contracrítica veréis a uno de ellos dedicándoos una serie de recuerdos─. Por no hablar de la gente de la que aún no sabemos su origen. Tenemos unos 400 militantes en sólo un año de vida y os aseguramos que, si hay ocho personas cercanas a nuestro Comité Central que han salido de vuestras organizaciones, con total y absoluta seguridad hay muchas más siendo militantes de base en Vanguardia Española. Mucho cuidado con atar cabos y con esos humos de prepotencia que os traéis, Pau. Te lo digo con total seriedad, respeto, y desde las mejores formas que puedo tener con alguien que no conozco, como tú. Por su parte, en la página 80, Fermín Turia escribe sobre nosotros:
«Bajo fraseología marxista y la consigna central de su manifiesto “los trabajadores son España y España son los trabajadores” pretenden ocultar el quid de la cuestión: su concepción reformista del Estado, su renuncia a la revolución y su incomprensión de las alianzas de clase necesarias para salvar a España. Su proyecto, más bien, pretende unir el destino de los obreros con el de la burguesía».
Esta declaración nos hace pensar que, o no se ha entendido nada, o no se ha querido entender. Claro que España son sus trabajadores, su clase obrera, puesto que es esta y no la burguesía la que crea la Patria, la que construye todo aquello de lo que todos disfrutamos, puesto que sin el trabajo de la clase obrera nada es formado. Es una concepción realmente fácil. Y la hacemos simple y llanamente para clarificar que la burguesía no es dueña de lo que materialmente es construido en España y que sirve para el bienestar de nuestra clase. La burguesía es una clase parasitaria que extrae el plusvalor del trabajo del obrero, y además de eso, adopta una vida paralela y con distancia al resto de los españoles con sus servicios especializados y lugares destinados enteramente para ella, separándose de todos nosotros, pero utilizándonos para mantener su estatus de vida. Por mucha capacidad económica que posea para levantar complejos industriales, empresas o instalaciones de trabajo, lo hacen con un objetivo clasista, con un objetivo esencialmente de lucro económico, no de creación de Patria. Se halla por lo tanto explícito el significado de esto, señores del PML(RC): la clase obrera no puede unir su destino con el de la burguesía, tal y como apunta Fermín Turia. No somos fascistas de corte español, basados en la armonía de clases poniendo por encima a la nación y en el principio de España como unidad de destino en los universal. Tampoco somos socialdemócratas que guardan un esencial componente colaborativo entre la clase obrera y la burguesía. Paren ya, señores del PML(RC), de ver fantasmas donde no los hay, o peor aún, de fabricarlos para desacreditarnos. Sus 54 páginas, a la par que injustas debido a estas invenciones que necesitan hacer para descalificarnos e intentar dejarnos como unos locos, guardan unas formas soeces y un vocabulario sumamente vulgar que cualquiera puede notar nada más empezar a leerlas. Animamos al lector a que lo haga y vea la cantidad de golpes bajos y formas groseras que hay cada cuatro líneas. Insisto, no me importa quién empezara los roces, si ellos o nosotros. Las malas formas no están justificadas.
Existe un problema fundamental que diagnosticamos en la crítica que el PML(RC) hace de nosotros, de nuestra doctrina. No entienden a qué nos referimos con mucha terminología que empleamos, dado a que es el resultado de la fusión de la concepción marxista con la concepción de Gustavo Bueno. Repito que nadie del PML(RC) ha estudiado a Gustavo Bueno, por lo que cabe esperar que cuando nos oyen decir, por ejemplo, que la dialéctica entre clases, Estados e Imperios es una misma dialéctica, o que nuestra postura materialista no es monista-soviética sino pluralista, rechacen automáticamente la idea que se les presenta: porque no han leído la obra de Gustavo Bueno, por lo tanto cuanto menos, comprendido. Fermín Turia afirma que Santiago Armesilla se cree un creador de un complejísimo sistema filosófico por emplear el gustavobuenismo, pero que en el fondo sólo se limita a repetir lo que creó Bueno. Fermín ignora el alto grado de complejidad del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno, encima, fusionado con el marxismo, el cual queda actualizado para atender a las evoluciones del mundo en el 2023 y en años muy posteriores. Y que no se piense lo contrario el lector, porque aquí no cabe la opinión: el PML(RC) no tiene la capacidad filosófica de comprender esto porque es ajeno al Materialismo Filosófico, es un campo que desconocen enteramente y tienen la osadía de opinar y rechazarlo. No vale ver tres vídeos de Gustavo Bueno, hay que empaparse en su doctrina y adquirir su nivel para saber tratarlo con justicia. No es el caso del PML(RC) que, repito, no salen de Marx-Lenin-Stalin-Hoxha. O lo que es lo mismo, no salen del fundador de la doctrina marxista y de su primera puesta en práctica, rechazando tajantemente el resto de intentos en aplicar el marxismo. En Vanguardia Española tomamos ejemplos de todos los intentos, pues todos han tenido algo de aprovechables y algo que desechar. El único intento que rechazamos tajantemente, puesto que no fue tal aunque así se considere en la memoria colectiva y convencional, es el régimen de Pol Pot. Fuera de él, encontramos ejemplaridad en gran parte del corpus político de la URSS, de la RDA, de la República Popular de Bulgaria, de la República de Cuba, de la República Socialista de Vietnam, de la República Popular Democrática de Corea, de la República Popular China especialmente, y de la República de Laos. Y esto es así porque todos los sistemas socialistas tienen elementos aprovechables y de gran ejemplaridad. Ha de entender el lector que las coordenadas del PML(RC) son extremada y excesivamente cerradas, rechazando más de una sola posibilidad de aplicabilidad del marxismo. Rechazando la innovación dentro de él desde estrategias políticas que, aunque hagan posponer ciertos rasgos marxistas, ello no significa que no se vaya en su dirección doctrinal y en un futuro adecuado se apliquen en su cien por cien. El PML(RC) tampoco parece comprender que lo adecuado es hacer encajar el marxismo con los factores culturales de las naciones, y más especialmente con las naciones de las que han derivado civilizaciones que han caracterizado a cientos de millones de personas, tal es el caso chino o el caso hispano-luso. No se debe aplicar el marxismo en España o en el mundo hispano-luso, llamado por nosotros iberófono, como si esto fuese la Rusia de los zares, como si esto fuese 1920. No estamos en 1920, ni somos eslavos, ni esto es el este, ni existen anexiones por parte de naciones opresoras. En ese espacio, España no es una nación opresora, puesto que no guarda anexiones en su seno. Señores del PML(RC), Cataluña, País Vasco y Galicia NO son anexiones. Y si ustedes entienden que sí lo son, me gustaría preguntarles, ¿tienen claro qué es una nación?
Miren. Si tomamos el famoso compendio de textos de Lenin titulado Escritos sobre la cuestión nacional, el cual comprende los capítulos 1. Notas críticas sobre la cuestión nacional - 2. La ‘Autonomía’ cultural-nacional - 3. El Derecho de las Naciones a la Autodeterminación - 4. El Orgullo Nacional de los Gran Rusos - 5. La Revolución Socialista y el Derecho de las Naciones a la Autodeterminación (Tesis) - 6. Balance de la Discusión sobre la Autodeterminación - 7. Contribución al Problema de las Naciones o sobre la ‘Autonomización’, no van a encontrar ustedes, en sus más de 200 páginas, QUÉ es una nación. No encontrarán por más que lean una definición, una profundización, un estudio de consideraciones históricas, de lo que una nación es. No encontrarán si una nación puede ser entendida desde una sola perspectiva o desde varias. No van a encontrar una producción histórica de cómo se entienden las naciones a lo largo de la historia. No van a encontrar cómo se conciben los pueblos en el Medievo y cómo se conciben en 1905. Sin embargo Lenin nos habla de cómo se tienen que comportar las naciones, de cómo se tienen que juntar o separar, de qué se ha de hacer con ellas. ¿Cómo se puede delimitar todo esto sin definir previamente qué es una nación? ¿No estará esto otorgando errores de entendimiento a futuro, de tal manera que ello condicionará a las agrupaciones marxistas-leninistas clásicas de corte soviético como el PML(RC), a entender que España puede y debe actuar como la URSS de Lenin, puesto que este no define en ningún momento lo que una nación es? ¿Lenin encierra la posibilidad de poder entretejer el marxismo con otras filosofías compatibles? Si Lenin afirma qué hacer sin definir qué es una nación, ¿el PML(RC) hace lo correcto en seguir lo dicho por Lenin y santas pascuas, a pesar de que no se quitan de la boca cada veinte segundos el término condiciones materiales? Tenemos que decirle al PML(RC) que nuestra definición de nación no es precisamente la de Stalin, como Carmen López sugiere. Esta militante del PML(RC) y del Frente Obrero afirma que en la crítica que les hizo nuestro compañero Emmanuel, se pretende solucionar el supuesto problema nacional en España comparando los territorios donde existen movimientos independentistas con el principio de nación de Stalin. Si bien nuestro compañero Emmanuel, quien tiene una sabiduría histórica sobresaliente innegable ─no hay más que atender a sus escritos repletos de fuentes y minados de datos desconocidos por el vulgo─, ciertamente se vale de la definición de nación de Stalin. Pero señores del PML(RC), la definición de nación de Stalin no es nuestro modelo para saber qué es una nación. Si bien pudo serlo para algunos en una etapa muy temprana, por el año 2018 y principios de 2019, la superamos ipso facto y ya nadie en nuestra organización se vale de ella por ser del todo imprecisa, por una parte, y por ser una creación ad hoc del dirigente soviético en respuesta a la visión que Otto Bauer le aplica al austromarxismo, que amenazaba al socialismo soviético. Por si alguien no lo sabe, Stalin y Otto Bauer tuvieron una historia de contrariedades y enfrentamientos en los que, entre otros temas, discutían sobre el concepto de nación. Por su parte, Bauer se valía de una definición que podía dañar al socialismo bolchevique, siendo capaz de echar a perder el gran esfuerzo de los soviéticos por tratar de llevar hacia delante una experiencia socialista en la que se hallaban involucradas gentes variadas, de acuerdo a los tiempos que eran, en una parte del mundo que se caracterizaba por su pobreza y bajo desarrollo. Otto Bauer relaciona directamente el carácter nacional con el destino del pueblo, que a su vez encadena con la etnia del mismo. Era normal en el siglo XIX y principios del XX que en muchos lugares se siguiese relacionando a la nación con la etnia en el sentido folclórico, no como lo entendemos hoy, no como tonalidad de piel. Stalin responde ante esta afirmación de Bauer:
«(…) no existe, en realidad, ningún rasgo distintivo único de la nación. Existe sólo una suma de rasgos, de los cuales, comparando a unas naciones con otras, se destacan con mayor relieve el carácter nacional, el idioma, el territorio o las condiciones económicas. La nación es la combinación de todos los rasgos, tomados en su conjunto… Bauer, evidentemente, confunde la nación, que es una categoría histórica, con la tribu, que es una categoría étnica». (I. Stalin, El Marxismo y la Cuestión Nacional, 1913)
Esta definición de Stalin, sirvió como contrapeso a la definición de Otto Bauer, ya que esta suponía una amenaza para el materialismo histórico en general y para la perspectiva del comunismo ruso, antes de los años veinte, en particular. Por lo que, la de Stalin, es una definición que fue adecuada para la época contra otra con el atributo de dañina, que podría arruinar la construcción del socialismo soviético. Fuera de que valiese para eso y sólo para eso, la definición de Stalin es imprecisa, contiene errores que aplicados a las naciones de Europa guarda desaciertos, y es que es una definición poco reflexionada, poco filosofada y muy superficial. Y esto es lógico cuando el único cometido que tiene tu definición es contrarrestar la de otro sujeto que puede dañar tu tarea e influir en lo que estás haciendo. La definición de Stalin es unívoca, es decir, entiende a la nación desde una sola perspectiva absoluta en la que se basta con reunir una serie de rasgos fundamentales que define en el texto de 1913, lo que la aleja de la materialidad histórica y de las conformaciones realmente dadas a lo largo y ancho de la propia historia. La forma en la que se dan los distintos géneros de naciones no es como lo afirma Stalin. Una nación no es una comunidad relativa de carácter. Eso no significa absolutamente nada, ni siquiera como una suma de rasgos que distinguen a los hombres. Una nación no es una categoría propiamente histórica sin más.
Llegamos así al último apartado de esta contra-crítica, sin ánimo de proseguirla mucho más, porque si bien pudiésemos hacerlo sin problema, no es nuestro objetivo que esto llegue a la categoría de libro. Naturalmente que podemos profundizar muchísimo más en todo lo anteriormente tratado. Puede salir un ensayo de la cantidad de elementos que nos arroja el PML(RC); pero esto es más que suficiente para haber respondido decentemente. Llegamos a la parte más esperada por los lectores de ambas organizaciones, el que más dudas emite, el tema álgido que más nos separa, más nos enfrenta y más nos rivaliza, y el que más ganas suscita.
Hablemos del derecho de autodeterminación.
SOBRE EL DERECHO A LA AUTODETERMINACIÓN EN ESPAÑA
Que para el PML(RC) existe un problema de convivencia en España no es un secreto. Ellos mismos lo afirman y lo han afirmado siempre. Ahora bien, esto se puede entender de muchas maneras, no sólo de una. Podemos entender que existe el problema de España, o los problemas de España. Ambas categorías son importantes de entender, pues cada una respondería a realidades que si bien pueden guardar grados de interconexión, no apuntan esencialmente a los mismos fenómenos político-históricos. ¿Cómo respondería el PML(RC) ante la pregunta «¿Qué es España?» Esto es importante para delimitar su óptica filosófica, si es que la tienen o se han parado a reflexionar sobre ella en sus reuniones periódicas y regulares, porque dependiendo de cómo se responda a tal pregunta, se recurrirá ante un proceso de regressus o de progressus. Atienda el lector, pues estamos tratando posturas puramente materialistas, no idealistas, como nos comenta Fermín Turia desde su sobrado conocimiento y experiencia en el Materialismo Político.
Partimos de un hecho indiscutible: que tanto «los problemas de España» como «el problema de España» presuponen dado no sólo el término «España», sino también su unidad considerándola como un todo. España como concepto es el punto de referencia común de todos los que hablan de ella, y que se considera dado. Cuando partimos de España como unidad dada ─pues en la memoria colectiva se entiende a España como una unidad, y no como, por ejemplo, un territorio supraestatal como la Unión Europea─, y nos centramos en las distorsiones relativas a esta unidad, que es nacional, podemos considerar como opciones a concebir: los problemas de España y el problema de España. Al referirnos a los problemas de España, en plural, estos se suscitan, principalmente, cuando procedemos en el sentido de progressus (el problema de los presupuestos del Estado, la aprobación de leyes, la inmigración ilegal, el problema del paro, el poder adquisitivo de los españoles, la falta de médicos en Badajoz, Barcelona o Santander, etc). Es decir, que cuando hablamos de los problemas de España siempre es hacia delante partiendo de una plataforma de unidad dada como nación en el presente. Siempre se hace ante el planteamiento de problemas que emergen de manera natural en la gestión de la nación. Si hablamos de los problemas de Rusia, se nos presentará automáticamente la guerra entre esta y Ucrania o la imagen que esta ofrece al exterior. Si hablamos de los problemas de Suecia, pensaremos en la violencia que se vive en ciudades como Malmö o en el aumento de los atracos en Estocolmo. Cuando se habla de los problemas, en plural, no se repara en el pasado, sino en el presente como plataforma de partida y en el futuro como campo resolutivo o consecuencial de dichos problemas.
En cambio, cuando hablamos del problema de España, en singular, la perspectiva cambia por completo. Al referirnos a él en singular («el problema») estamos subrayando que sus diversos planteamientos o perspectivas incluyen siempre, lo que venimos llamando sentido del regressus, entendida España como lo que es actualmente. Tenemos entonces que rehusar a otros criterios que pudieran ser mencionados para diferenciar el problema de España de los problemas de España. No se miden desde una misma perspectiva. Cuando hablamos del problema de España siempre es en retrospectiva, haciendo referencia a fenómenos que han sucedido en el pasado y que ello ha conllevado que hoy tengamos un problema nacional, bien sea en su proceso de formación, en su carácter como pueblo, en su identidad o en su pasado económico y político. No obstante se indica que de hecho, es un problema posiblemente palpable o puramente psicológico, dado que los problemas de este último tipo existen y siempre han existido. El «problema de España» por lo tanto, nos retrotrae a un supuesto evento o suceso de eventos que nos perjudican hasta el hoy, puesto que afirmamos que el pasado emite materialidad al presente. ¿Y todo esto a qué viene? ¿Para qué estamos diferenciando estas dos categorías antes de hablar del derecho de las naciones a la autodeterminación? Este ejercicio es meramente ubicativo. Viene a clarificar primero, que para solucionar un problema, tenemos que tener clara la perspectiva del PML(RC), de si este considera que existe un problema en España ─veremos más adelante qué es España como nación y si realmente hay otras dentro de ella, o si esta ha llevado a cabo un proceso de anexión que perdura hasta hoy─ . En base a su respuesta, cabrá preguntar, ¿qué es España para el PML(RC)? Estas categorías anteriores tienen como única finalidad dejar claros los puntos de vista de los que se puede partir a la hora de pensar en España, puesto que no todos sus habitantes responderán de la misma manera. Quien responda sólo atendiendo a los problemas, en plural, entiende que no existe un problema singular, pasado. Por lo que ignorará, quizá deliberadamente, los elementos que en el pasado tuvieron efecto y que hoy seguimos sufriendo. Quien responda sólo ante el problema de España, ignorando los problemas que se presentan de la actualidad al futuro, se enfoca en un momento histórico que no olvida y que entiende, ha trascendido hasta infectar el presente. Quien habla y reconoce ambas perspectivas, está destinado a tratar de resolver el problema, que viene del pasado, de una forma u otra, e inmediatamente centrarse en los problemas de España en el presente y en el futuro tal y como se han descrito, para así reconducir su trayectoria. Son perfiles de opinión variados y mayoritariamente incompatibles si se aplican al hacer político.
El PML(RC) identifica que España tiene problemas como el paro, la inmigración ilegal o los despidos improcedentes. Pero también identifica el problema de España. Y dependiendo de cómo se conciba el problema de España, la forma de solucionar sus problemas puede verse enteramente afectada. El problema de España ha de estar claro, y para ello hay que conocer los conceptos que utilizamos. No podemos dejar nada a la ambigüedad ni al azar, pues si nuestro propósito es político, basta un error para que nuestro cometido desencadene una serie de infortunios, derivando en una serie de elementos que, sucediéndose, den lugar a errores conceptuales. Como sabemos que el PML(RC) ha identificado el problema de España, hemos de saber exactamente cuál es ese problema. Para ello acudimos a su programa, concretamente al punto número 9, que concluye lo siguiente:
«En España existe un problema nacional, fruto entre otras cosas del mal actuar de la dictadura de Franco y posteriormente de los gobiernos de UCD, PP y PSOE, que se ha agudizado en los últimos años. Nuestra apuesta para solucionar la grave situación en la que nos encontramos es el derecho a la autodeterminación y, derivado de este y las condiciones materiales que se dan en España, la unión voluntaria en España con una República Popular y Federal.
Asimismo, y como internacionalistas proletarios que somos, estamos en contra de todo tipo de dominación colonial, por lo que lucharemos contra esta en todas las formas que tome. Por ello, apostamos porque España tome parte activa en la resolución del problema del Sáhara que contribuyó a crear y que elimine todos los restos y actitudes coloniales, especialmente con Guinea Ecuatorial y los países de Hispanoamérica. Las relaciones con estos no deben de ser de dominación ni paternalismo sino de hermandad.
Nosotros somos internacionalistas y patriotas, entendiendo el patriotismo revolucionario como el único patriotismo real. Por este motivo, estamos en contra de todo tipo de nacionalismo y de chovinismo, sea este gallego, vasco, catalán o español. Combatiremos con todas nuestras fuerzas el nacionalismo sea de la región o signo político que sea».
Este es el problema de España del que habla el PML(RC): el maltrato que la dictadura franquista y los gobiernos democráticos del régimen del 78 han aplicado a los catalanes, a los vascos ─y quizá a los gallegos─, entre otras cosas que NO definen. Miren, vayamos al grano, ¿saben ustedes cuál es el problema del PML(RC)? Que no cuentan con una teoría materialista de nación. No saben definir qué es una nación. Así de fácil. Y debido a que no la tienen, no son capaces de delimitar hasta dónde llega la Nación Española. Vamos por partes. El PML(RC) no para de hablar de las condiciones materiales de España, ¿pero qué significa eso desde su óptica? Porque podemos llegar a conclusiones muy dispares, muy diferentes e inclusive enfrentadas siguiendo ese eslogan. De hecho eso es lo que está pasando aquí, entre nosotros y ellos. Nosotros como marxistas analizamos la realidad política española, y nuestra conclusión va en dirección contraria a la suya. Decir que hay que analizar la realidad desde la base de las condiciones materiales, así al aire y sin precisar ni reflexionar más, es un flatus vocis, porque si no se precisa de forma efectiva y explicada, cabría preguntarse: ¿cómo se miden las condiciones materiales? ¿De qué manera efectiva y empírica podemos llegar a conocer una realidad material que sea común a todos los análisis llevados a cabo por nosotros, de tal forma que no desentonemos ni en una sola opinión? ¿Cómo se hace eso, señores del PML(RC)? ¿Cómo llegamos todos al mismo resultado? ¿Analizando los intereses de la clase obrera? ¿Teniendo claro qué es una nación y qué no? ¿Aplicando el derecho de autodeterminación de las naciones porque lo dice Lenin? Nosotros somos plenamente capaces de analizar la coyuntura española, lo hacemos constantemente interesándonos por la historia de España, por los sucesos que ocurren a diario entre huelgas, despidos, injusticias de clase, logros e hitos obreros; ¿qué ocurre exactamente para que nosotros lleguemos al rechazo del derecho de autodeterminación y ustedes al apoyo incondicional? El PML(RC) responderá aquí que el derecho de autodeterminación también se debe de dar cuando dentro de una propia nación ─no ya entre diferentes en las que hay anexiones de por medio─ existen problemas de convivencia, puesto que una parte de ella puede llegar a desear escindirse y conformar una nación propia. Pensamos naturalmente en Cataluña, País Vasco y Galicia. ¿Problemas de convivencia, señores del PML(RC)? ¿Cómo podemos medir que un problema de convivencia sea tangible o psicológico? Me explico, y presten atención. Ahora mismo, en estos momentos y en esta época, existen auges que apuntan al separatismo en diferentes regiones españolas, no sólo las tres clásicas. Conocemos muy bien un caso: Andalucía. En la tierra de Lorca jamás hubo problemas de convivencia con el resto de España, es más, Andalucía es una región muy fiel a nuestra nación. Los andaluces jamás han tenido problemas con el resto de españoles, sean estos madrileños, catalanes, vascos, baleares o navarros. No obstante estamos asistiendo a un auge pronunciado de jóvenes que apuntan a una clase de separatismo andaluz, valiéndose de elementos folclóricos como el flamenco, los bailes regionales, el acento andaluz ─que por cierto, reivindican el gaditano y el sevillano pero no el granadino, el cordobés o el almeriense, lo que les divide─, y hasta tienen una figura a la que tratan como su líder: el llamado Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante. Esta gente, basándose en puro folclorismo y visiones románticas de corte idealista y pasional en las que meten por medio el Islam, afirman que existe un problema de convivencia con el resto de España. Y eso, esto no es cierto. Los problemas que podemos encontrar en Andalucía son de tipo económico y laboral, nada más. Andalucía es una región admirada, a la que acuden todos los españoles en más de una ocasión en a vida para visitarla, contemplar sus paisajes y conocer las calles sevillanas, las playas gaditanas y malagueñas o la vida nocturna de Granada y Córdoba. Andalucía es, junto con Cataluña y Madrid, la Comunidad Autónoma que más presupuesto recibe del Estado. En Andalucía no existe un problema de convivencia, pero estamos empezando a escuchar y a leer en redes que sí lo hay. Estamos ante un problema que no es tangible ni demostrable, sino que es de tipo psicológico, en el que un grupo con fines políticos concretos necesita afirmar un padecimiento que sufre por parte del Estado. Puede darse sin el más mínimo problema que en veinte años estas opiniones abunden en Andalucía; de tal forma que desde el sur también se afirme que existen problemas de convivencia. ¿Entendemos que entonces el PML(RC) estaría a favor de aplicar el derecho de autodeterminación a Andalucía? ¿Inclusive si el problema es falso? Y si no, ¿quiénes son ustedes para rechazarlo, si ellos afirman estar oprimidos o asqueados por el Estado? Si ellos afirman que por ser españoles de segunda, preferirían optar por dejar de ser españoles, ¿se lo reconocerían por el sagrado derecho leninista? Bien, vamos a dejar los casos psicológicos como el separatismo andaluz para centrarnos en los que no tienen tanto porcentaje de psicologismo. ¿Qué ha causado el problema de convivencia en Cataluña, Galicia y País Vasco? Señores del PML(RC), en Vanguardia Española nos preguntamos dónde se halla el problema de convivencia entre España y sus regiones: Cataluña, Galicia y País Vasco. Cualquiera que escuchase que en estas tres regiones españolas existen problemas de convivencia, pensaría que tienen una vida por debajo del resto de ciudadanos, que el Estado les somete o les obliga a cometer actos a los que se niegan, que se les retira o disminuye el dinero presupuestario, que se les explota por un recurso concreto, que se les niega hablar en sus idiomas regionales, que se les utiliza como reclamo turístico, o que se les emplea para un fin concreto sea cual fuere; dando a entender una desconexión o una desigualdad con el resto de la nación. Nada así ocurre en Cataluña, Galicia ni País Vasco. Más bien es todo lo contrario, pues gozan de un autonomismo que roza el federalismo. Unos presupuestos suficientes para su mantenimiento, sostenibilidad y crecimiento económico que gestionan con libre albedrío político. Un estatus reconocido de cooficialidad entre el castellano y sus lenguas regionales. Una gran cantidad de ayuntamientos retiran la bandera española, siendo esta de obligada presencia junto a la de la Comunidad Autónoma en cuestión, y esto no les acarrea problemas legales ni de ningún otro tipo. Catalanes, vascos y gallegos puede ir a vivir a otras zonas del área nacional y no sufren ninguna discriminación por ello. Nadie les tratará como ciudadanos de segunda. Inclusive en el caso vasco y navarro podemos hablar de sus estatus forales, inspirados en los antiguos fueros, que a día de hoy les permiten mantener a ambas Comunidades Autónomas un estado de privilegio económico, legal y presupuestario con respecto al resto de españoles. Esto lo saben bien en el PML(RC). Pero el caso no es que lo sepan. El caso es que, es por esta serie de motivos que no existe empírica y materialmente un problema de convivencia entre estas regiones españolas y el resto de España. Es manifiestamente falso. Una mentira histórica que ha logrado sostenerse a fuerza de impulsos emocionales y que en familias y en círculos cercanos de separatistas se van transmitiendo de unos a otros, formando un seguimiento de rebaño ante una idea de opresión que no es tal. Los catalanes, vascos y gallegos separatistas a los que se les pregunta alegan por problemas que no pueden ser hallados en ningún sitio, dado que hacen uso, bien al sentimentalismo, bien de hechos que no son como ocurrieron en realidad en la historia de España, creando una realidad regional paralela (véase como mero ejemplo cómo los catalanes separatistas andan convencidos de que en 1714, en la Barcelona sitiada por los borbónicos, no se dio una batalla entre estos y los austracistas, sino entre españolistas y catalanistas). En Vanguardia Española identificamos el problema de España en relación a sus movimientos separatistas periféricos, pero no por los mismos motivos que ustedes, miembros del PML(RC). Nuestro problema se encuentra en el origen de los movimientos separatistas, tanto catalán, como vasco, como gallego, que han logrado crear la falsa idea de comunidad oprimida por parte del resto de españoles, desconectándolos de la realidad de clase obrera nacional de la que son partícipes, lo acepten o no. Nuestro problema con el separatismo catalán se encuentra en que es un movimiento de origen burgués que nace debido a las protestas que la burguesía catalana lleva a cabo, primero, por el triunfo borbónico de Felipe V y la firma del decreto de Nueva Planta, que igualó a todo el territorio nacional, y segundo y más importante, por la pérdida del proteccionismo que la burguesía catalana guardaba en las provincias españolas en América sobre la producción de algodón y caña de azúcar. Esta, con la firma del decreto de Nueva Planta pierde los derechos regionales, originarios de la antigua Corona de Aragón y que los austracistas les respetaban, para igualar administrativa y legalmente a todo el territorio nacional. Los separatistas catalanes se han hecho unos abanderados de esta cuestión sin mencionar siquiera que también hubo protestas de la burguesía castellana, valenciana y gallega, las cuales se hallaban en costumbre de su propia forma de vivir desde los tiempos de los antiguos reinos. Ninguna burguesía territorial estaba dispuesta en un principio a desprenderse de su forma de gestión propia, no obstante con el reinado de Felipe V, España alcanzó una tasas de producción y ganancia económica nunca antes vistas por sus habitantes. La propia burguesía catalana, al poco tiempo, celebró la firma del tratado de Nueva Planta, puesto que a su vez, era beneficiada con proteccionismo aplicado a su producción variada en América, concretamente en la isla de Cuba. Pero no es aquí donde nace propiamente el separatismo catalán. Este nace de las protestas de 1890 cuando Cánovas aprobó la Ley de Presupuestos que establecía la habilitación genérica al gobierno para que modificase los aranceles de aduanas «en lo que convenga a los intereses nacionales», haciendo así que la burguesía catalana perdiese sus privilegios en su producción, precios y comercio con América. Se dio un mitin en el Teatro Arriaga de Bilbao a favor del proteccionismo del que gozaban anteriormente, que reunió a catalanes y a vascos bajo el lema «España para los españoles», en forma de protesta, no de separatismo. Cuando España pierde sus últimas provincias en América y Filipinas en 1898, la burguesía catalana potencia y estimula el nacionalismo catalán, pues debido a la pérdida de sus privilegios proteccionistas y a la crisis posterior en España, pierden lo que alguna vez tuvieron y, a su vez, esto funcionó como respuesta ante el gobierno de Madrid. Encima de esto, la burguesía catalana se aventura a todo plan para desestabilizar el orden nacional y experimentar si de esa manera podría retornar al esplendor que alguna vez tuvo con el proteccionismo dentro de la unidad nacional española. El separatismo catalán, señores del PML(RC), embauca a la clase obrera española en Cataluña. La engaña. Le pretende otorgar una identidad enfrentada al resto de la nación que es manifiestamente falsa haciéndole creer que existe un problema de convivencia cuando tal problema no existe. No es tangible. No puede ser hallado en ningún lugar. El separatismo catalán se enmascara de buenos motivos, de democracia reconocida no en España sino dentro de la Unión Europea. Pretende romper la unidad nacional y separar a una misma clase obrera que acepta el lema «nos encontraremos en Europa», y ustedes, desde todos mis respetos, están aceptando esta premisa. Están conformes con la posibilidad de que esto pueda ocurrir, pues si se ha de luchar por una España obrera, se debe hacer también en el último rincón de Cataluña, y para eso, la clase obrera tiene que estar dentro, no otorgada a decidir un futuro que no le pertenece con autonomía, pues Cataluña es de todos los españoles, no sólo de los catalanes. Es mía, es de Roberto Vaquero, es de Pau Botella, es de Santiago Armesilla y es de Gabriel Rufián. Esta es la verdad, pues la Nación Española, sin el trabajo de todos nosotros, no sería lo que es ni tendría las capacidades de acción política y productiva que tiene. Si los catalanes al pagar sus impuestos contribuyen al bienestar de la nación, toda la nación es suya, desde Canarias hasta Asturias. Con los no catalanes ocurre lo mismo en dirección a Cataluña. ¿A dónde queremos llegar con el derecho de autodeterminación? A esto nos referimos cuando más arriba hemos mencionado que hay que saber muy bien ubicar el problema de España, pues de él dependerá cómo vamos a solucionar los problemas de España. Señores del PML(RC), otorgándole el derecho de autodeterminación a Cataluña, Galicia o País Vasco, en la España del 2023, sólo les están dando la oportunidad de poder apartarse de nuestra nación, fragmentarla, llegar a perder esos territorios y perjudicar así a la clase obrera española que quede aquí, reduciéndola en número y por tanto, reduciendo su poder y su peso productivo para la España obrera que hay que construir. Entendemos su consideración cuando dicen que la represión sólo vale para caldear más el problema de los separatismos, pero lo encontramos terriblemente erróneo. Existen infinitas más garantías de estabilidad en la ilegalización de los partidos separatistas que en el derecho de autodeterminación por ser una posibilidad de oro que ustedes les están brindando para que escojan marcharse, cuando son parte de la Nación Política española. No tiene sentido darle la oportunidad de marcharse a un territorio que es parte formal de tu nación y cuya mitad de población, aproximadamente, se encuentra embaucada y engañada por las tretas del separatismo. Sólo a la burguesía catalana le interesa desprenderse de España, ¿por qué creen ustedes que está deseando regirse por el mandato europeo directo y no por el mandato español? ¿Por qué creen ustedes que tienen tantas ganas de ser una nación europea, si no es porque siéndolo, podrán partir de sus propias competencias económicas sin depender de la capital española? Lo mismo ocurre con el País Vasco y con Galicia. Dos movimientos separatistas que al igual que el catalán, surgen en el siglo XIX mediante elementos folclóricos y desde perspectivas étnicas y racistas, que hoy han sido aprovechadas por sus burguesías regionales para mirar hacia Europa y dejar atrás a España. Podemos predicó con el «intentar que los catalanes no se vayan, por lo que hay que escucharles y entenderles». Sobra decir que en esa jugada han fracasado, siendo superados por VOX en las elecciones catalanas de 2021. Podríamos llegar a medio comprender que ustedes defendieran el derecho a la autodeterminación si la región en cuestión fuese una anexión que ha trascendido en nuestro corpus político-histórico y que presentase problemas serios a día de hoy, pero tampoco es el caso, puesto que Cataluña, País Vasco y Galicia no son anexiones, son regiones que contribuyeron, al igual que las dos Castillas, Andalucía, Navarra, Canarias o Valencia, a conformar a España como Nación Política en las cortes de Cádiz en la firma de la Constitución de 1812. Ustedes se consideran patriotas españoles. Hablan de cultura española y de nuestra historia pasada, haciendo alusión a su aprecio y respeto. ¿En qué lugar, señores del PML(RC), queda ese patriotismo si permiten que Cataluña, País Vasco o Galicia puedan llegar a decidir no seguir formando parte de España? Es algo a lo que no le encontramos el sentido por ninguna parte. Si ustedes están dispuestos a ofrecerle la posibilidad de marcharse a estas regiones, a sabiendas de que su población regional está alienada por un relato enemigo de la clase obrera, ¿dónde queda el patriotismo obrero? ¿Dónde queda el respeto por la historia conjunta que nos une a todos los españoles? ¿Qué hay entonces de los grandes proyectos en los que hemos trabajado todos los españoles como las Constituciones que nos han elevado a la categoría de Nación Política? ¿Dónde quedan nuestras actividades conjuntas en América durante la época de nuestro imperio? ¿Dónde queda el beneficio del que disfrutamos gracias al trabajo de todos los españoles? ¿Y dónde quedan, especialmente, los intereses comunes a toda la clase obrera española, se encuentre esta en Cádiz, en Madrid, en Bilbao, en Barcelona, en Lugo, en Menorca, en Zaragoza, en Valencia, en Melilla, en la isla de El Hierro, en Logroño o en Córdoba? Todo esto atendiendo a la premisa de que el derecho de autodeterminación valga igualmente para una nación sin anexiones que ostente problemas de convivencia en su seno, que es a lo que estamos atendiendo. No entendemos entonces, ¿por qué darle la más mínima oportunidad a movimientos burgueses que pretenden llevarse a parte de nuestra clase obrera consigo? La clase obrera catalana, vasca y gallega que se identifica con las filas del independentismo y de ver a España como una enemiga de la que librarse, se vale, insistimos, de relatos inventados con una finalidad concreta que sólo sirve a la burguesía regional de turno que prefiere la Unión Europea a España, y que es la que ha sembrado la discordia del conflicto contra España. En Vanguardia Española no vamos a permitirlo, señores del PML(RC). No vamos a permitir, dentro de lo que esté en nuestra mano en el momento adecuado, cuando se dé lo que se deba de dar, que nuestros hermanos obreros se vean despojados de su Patria, desconectados de su historia, de sus herencias, de su suelo y de su hogar, por capricho de una nauseabunda burguesía regional para la que la clase obrera no tiene la más mínima importancia. Si ustedes apoyan el derecho de autodeterminación para Cataluña, País Vasco y Galicia, le están dando una oportunidad a Francesc Macià, a Sabino Arana Goiri y a Alfonso Daniel Castelao. Le están dando una oportunidad de victoria a ese nacionalismo periférico del que afirman estar en contra. Cabe mencionar, por otra parte, que Cataluña, País Vasco y Galicia no pueden entrar en la categoría de naciones políticas, ergo no son países como propiamente se entiende el término. Esto valdrá de aclaración ante el lector ajeno que pasa sus ojos por estas líneas para entender las posturas de las que emerge nuestro enfrentamiento natural doctrinal. En Vanguardia Española el término nación, al igual que el término nacionalismo, no es unívoco, sino que es multívoco y materialista. Se da en generaciones dependiendo de su grado de nivel antropológico y atendiendo siempre al grado de evolución política de la sociedad humana en cuestión. Diferenciamos así cuatro géneros de nación, teniendo cada una sus subgéneros: Nación Biológica - Nación Étnica - Nación Histórica - Nación Política. Estas categorías no son aleatorias, sino que componen una taxonomía que responde a realidades efectivas antropológicas relativas, como se ha dicho, al grado de avance evolutivo político y administrativo del ser humano, dándose así de forma casi igualitaria en todo el globo; ya que el ser humano debido a su naturaleza hace emerger el mismo o casi mismo tipo de sociedades en todo el planeta, salvo casos particulares que quedan reducidos a anécdotas por su estancamiento o especialidad que, al no conseguir trascender, quedan atrapadas y desfasadas, convirtiéndose en arqueología antropológica. No vamos a explicar aquí el género de Nación Biológica porque no tiene nada que aportar ante lo que queremos explicar. Iremos directamente a los dos géneros posteriores, explicados muy brevemente en unas pocas líneas para que la idea se vea clara. 1. Nación Étnica: este grado de nación, por su propia génesis, es un concepto que implica ya una cierta escala política, pero que en su nivel de avance sigue siendo prepolítico ─es decir, anterior a la sociedad propiamente política que se funda con las Revolución Francesa y que se expande por todo el globo a posteriori─. Así, la nación étnica sería aquello desde lo que la sociedad compleja actual percibe al mirar hacia atrás, hacia sus raíces, antes de haberse convertido en una Nación Política. Se halla en un grado de avance muy intermedio, sin una estructura propiamente política moderna, pero sí antigua. En lo que hoy conocemos como España, cabría destacar como naciones étnicas a los toledanos, asturianos, valencianos, cántabros, vascones, segovianos, sevillanos o leoneses. En Francia, cuando se alcanzó el grado de Nación Política tras la Revolución en 1789, se afirmó: «ya no somos aquitanos, britanos, borgoñones, francos o galos; ahora somos franceses». En definitiva, una nación étnica tiene un grado de avance intermedio, su vida política es limitada aunque así la tenga y no se vale aún de unidad política sino étnica ─étnico entendido no como tonalidad de la piel, sino como elementos folclóricos antiguos que unificaban a los pueblos en base a la región, tradiciones o idioma─. Dentro de la nación étnica caben dos subgéneros categoriales. 1.a Naciones étnicas periféricas: mantienen relaciones extra-políticas respecto de la sociedad política que actúa como su plataforma. Este subgénero engloba a las acepciones más primitivas de las naciones étnicas, casos vistos desde el Estado como grupos sociales étnicos que permanecen en los bordes de la sociedad política de referencia, sin integrarse en ella como partes formales suyas participando en su vida avanzada. En textos de Julio César y Cicerón se hace referencia a este género de nación cuando se habla de los pueblos que rodeaban a la República Romana o al Imperio Romano. Cicerón: «Las otras naciones pueden perder la servidumbre; la libertad es propia del pueblo romano». Varrón: «Son muchas las naciones que habitan los diversos lugares de Europa». Quintiliano: «Todas las naciones pueden ser llevadas a la esclavitud o servidumbre». Son las naciones a las que se refiere Julio César cuando habla de los galos, de los helvetios o de los belgas. Son las naciones que por no haberse integrado en el Imperio Romano permanecen en un estado lamentable de paganismo bárbaro. 1.b Naciones étnicas integradas en una sociedad política: en este subgénero las naciones étnicas aparecen ya como partes integradas o en proceso de integración de una sociedad política que desempeña el papel de plataforma, con las que mantiene relaciones intra-políticas. Este subgénero se da ya en la Edad Media y en la Moderna. En los mercados europeos de importancia como en Brujas o Medina del Campo, los mercaderes eran agrupados según su denominación de origen. En los Colegios Mayores de Salamanca de los siglos XVI, XVII y XVIII, agrupaban a los estudiantes, clasificados según sus naciones (nación asturiana, nación sevillana, nación burgalesa…) Las naciones en este momento carecen de todo significado político. Hoy en España tenemos una agrupación que supone una nación étnica integrada en nuestra nación política: el pueblo gitano. Una agrupación de carácter puramente étnico, que si bien convive en la sociedad política española, francesa o rumana, no rechaza su vida folclórica y mantiene una esencia antigua de naturaleza prepolítica, y que por sí mismos nunca han avanzado a conformar una Nación Política, puesto que no reclaman un Estado para sí ni individual ni colectivamente, y por ello quedan a la deriva de adherirse a la sociedad política que más cerca tengan, terminando por formar parte de ella. 2. Nación Histórica: es el género más moderno de las naciones étnicas. No es aún formalmente una Nación Política porque la nación no es utilizada aún como sujeto de la soberanía atribuída al monarca o a un pueblo que recibe el poder de la divinidad, el cual entrega al monarca o al príncipe. Es una nación étnica percibida aún en sentido cultural como una sociedad humana resultante de la confluencia histórica de diversas naciones étnicas previas que han logrado configurar una unidad social, cultural, un idioma, tradiciones, costumbres e instituciones bien definidas, al menos ante terceras sociedades políticas, reinos o imperios que se refieran a estos como un grupo concreto de entre otros de su misma naturaleza. Es decir, el objeto de agrupación resultante de una coyuntura que es referida por otros como: los españoles, los franceses, los rusos, los italianos. Ya en El Príncipe de Maquiavelo encontramos referencias con dichos nombres. Escrito en 1532, en él encontramos que se habla de «los españoles», «los franceses» y «los italianos», como pueblos ya identificables desde otras plataformas, desde terceros. Lo que nos hace concluir que ciertas naciones ya existían mucho antes de conformarse como Naciones Políticas. En Don Quijote de la Mancha (1605-1615), Ricote le dice a Sancho Panza: «Doquiera que estamos, lloramos por España; que en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural». 3. Nación Política: este género de nación sólo adquiere significado en el seno de un Estado determinado, sin perjuicio de que, por ejemplo, desde la ideología del Estado-nación del romanticismo, se pretenda presentan la nación como una entidad previa al Estado, que busca darse a sí misma la forma política que le es propia», el Estado. Su forma estriba en la inclusión de todos los miembros del cuerpo de la sociedad política en el ejercicio de la soberanía, cualquiera que sea la clase social a la que pertenezcan los sujetos en tanto que miembros de una misma nación política y, por ello, excluyendo a las aristocracia de sangre azul y la aristocracia económica como sujetos de soberanía. En sentido político, la nación es única, pues excluye a otras naciones políticas de su seno ─de ahí que la fórmula de nación de naciones sea contradictoria, un imposible político─. En la Nación Política la soberanía, como hemos dicho, pertenece a los nuevos sujetos que se involucran en la vida política mediante participación y concurso. Nace el concepto de ciudadanía, independientemente de que esta sea de origen asiática, americana, europea o polar. En la Nación Política existe un elemento que marcará la diferencia: la constitución como conjunto de normas que ordenen la sociedad y otorguen de derechos y deberes a estos nuevos ciudadanos. Para emprender un proceso de transformación de Nación Histórica a Nación Política, todos los sujetos de la futura Nación Política se verán involucrados en un proceso de naturaleza envolvente necesario para el cambio de naturaleza de las instituciones y para la creación del nuevo aparato estatal. En España, todas sus regiones participaron por igual en la creación de la Nación Política Española que nos haría ser, de forma oficial, españoles. En este proceso de participación, las regiones españolas pusieron el siguiente número de diputados para las Cortes de Cádiz de 1812: Andalucía: 12 diputados. Murcia: 6 diputados. Valencia: 15 diputados. Cataluña: 15 diputados. Aragón: 4 diputados. Navarra: 1 diputado. Provincias vascongadas (el término «País Vasco» nace en 1978): 3 diputados. Castilla la Vieja: 7 diputados. Asturias: 7 diputados. León: 9 diputados. Galicia: 15 diputados. Castilla la Nueva: 11 diputados. Extremadura: 10 diputados. Islas Baleares: 5 diputados. Islas Canarias: 3 diputados. Territorios en América: Nueva España: 14 diputados. Nueva Granada: 1 diputado. Perú: 10 diputados. Río de la Plata: 2 diputados. Territorios en Asia: Filipinas: 1 diputado. Afirmamos pues, tras nuestra teoría de nación como concepto multívoco ─quedan algunos subgéneros por aclarar pero que no es necesario plasmar aquí─, indudablemente superior a la de Stalin e inexistente en Lenin, que Cataluña, País Vasco y Galicia no son naciones políticas. Todo aquél que afirme que Cataluña es una nación estará mintiendo. Todo aquél que diga que el País Vasco es una nación estará mintiendo, y todo aquél que diga que Galicia es otra nación, se hallará, igualmente, mintiendo. Estas tres regiones NO han sufrido un proceso de transformación de Nación Étnica/Histórica en Nación Política. No han padecido un proceso constituyente a todos los sujetos que en ella viven. No ha habido tal reunión y participación de futuros ciudadanos catalanes, vascos y gallegos que funden, mediante la eliminación de la nación previa, la nueva Nación Política. Esto es una Nación y no otra cosa, señores del PML(RC). La nación es España, y no otra. La nacionalidad es un estatus similar al de ciudadanía, relativo a una Nación Política. En España la única nacionalidad que existe es la española. Punto. No existen diferentes nacionalidades en el seno de España porque paralelamente no existen otras Naciones Políticas. España no es ─porque no puede serlo─, una nación de naciones. España no es un país plurinacional. El concepto de plurinacionalidad es objetivamente erróneo enmarcado en España, en Francia, en Alemania o en Rusia, pues entra en conflicto con la Nación Política que comprende a todos los ciudadanos que guarda en su seno de forma reconocida, resultando ser un oxímoron. Se puede decir si se quiere que la Unión Europea es plurinacional, pues es una plataforma supraestatal que reúne a más de 30 nacionalidades. Pero no se puede aplicar a España, ni a Portugal, ni a Irlanda, ni a Noruega, ni a ninguna Nación Política existente sobre la faz de la tierra. Negar lo anteriormente descrito supone, de total seguro, alejarse de una posición materialista y acercarse y divagar por posiciones idealistas, folclóricas y sentimentales que jamás han definido lo que una nación es. ni tampoco lo que una nación puede llegar a ser. En una ocasión, el 27 de mayo de 2021, Roberto Vaquero escribió: «Viva España como unión voluntaria de pueblos». Es en esta clase de revelaciones donde vemos que el PML(RC) no cuenta con una teoría de nación, ergo no pueden definirlas, no pueden señalar qué es una nación sabiendo, efectivamente, qué es una nación. No se trata de afirmar que Roberto no tenga la capacidad de saberlo. Claro que la tiene, como todos. Pero el hecho es que no cuentan con nada similar en el PML(RC). Decir «Viva España como unión voluntaria de pueblos» ─contamos con la fuente del comentario─ es dar por hecho entonces que España no es una Nación Política. La Nación Política hace de los antiguos pueblos, un solo pueblo operante que se divide en clases sociales modernas. Hablar de pueblos dentro de una nación política sólo tiene sentido si nos referimos a las poblaciones rurales de menor tamaño que la ciudad, donde predomina el sector primario y actividades de conservación natural y mineras. Haciendo referencia a una Nación Política no se puede hablar de pueblos como si de Naciones Étnicas o Históricas se tratara, pues estas han desaparecido materialmente para dar paso a la Nación Política. En una Nación Política no existen de ninguna forma los pueblos como se entendían en el siglo XIX y XX; es decir, desde la perspectiva étnica y folclórica. Eso ha desaparecido por completo desde hace muchos años, más aún en Europa occidental. ¿Por qué se considera desde el PML(RC) que Cataluña es un pueblo separado del español? ¿Porque tienen un idioma minoritario que se llama catalán? ¿Porque ellos dicen considerarse un pueblo aparte? Decir que se consideran un pueblo aparte es, primero, acudir al sentimentalismo, no a procesos materiales como los anteriormente descritos. Los sentimientos no forman naciones, jamás lo han hecho y nunca lo harán. Y segundo, ¿quién lo dice, más del 50% actual de la población catalana que rechaza el separatismo porque aceptan que son españoles? ¿O menos del 50% actual que sigue con el engañabobos del separatismo y del odio a España? Afirmar que en España hay pueblos, es negar que todo el pueblo sea español, puesto que o el pueblo es español o el pueblo es catalán. No se puede pertenecer a ambos, debido a que una categoría rebasa y desborda a la otra en términos de conformación de una unidad. Ser catalán, ser madrileño, ser riojano, ser vasco ─dentro de la unidad de España, sin ser pueblos per se sino miembros de regiones españolas─, ser español, ser francés o ser kazajo no es un sentimiento, es un hecho político-administrativo, reconocido, empírico y tangible, avalado no sólo por documentación oficial emitida por un Estado y reconocido por el resto, sino por eventos históricos que fundan las naciones políticas que comparten constelación con otras de su mismo tipo, siendo así de tipo canónico. ¿Cómo puede el PML(RC) afirmar que el derecho de autodeterminación es igualmente válido para una nación que guarda problemas de convivencia y luego afirmar que España es una unión de pueblos? España no es una unión de pueblos. Más bien fue la existencia de España la que conformó dichos pueblos. El único pueblo, entiendiendo pueblo como parte viva de la nación, que hay en España es el español. España ya se conformó en 1812 de manera política, y vamos por el 2023. Aclaramos aquí que España ya existía en la Edad Media como nación histórica, y anteriormente a 1812 como unidad territorial. La Constitución de Cádiz sólo transforma esa unidad histórica en unidad política, no obstante los castellanos, catalanes, gallegos, vascos, andaluces y canarios ya colaboraban en unión para defenderse y expulsar a enemigos como Napoleón, desprendiéndose ya de estos hechos que España era y es una nación. El término «pueblo», puesto a la misma altura de forma regional que de forma nacional, de tal manera que tendríamos por igual el pueblo español y el pueblo vasco/catalán/gallego es una total incongruencia, ya que si están al mismo nivel, entonces no pueden ser considerados lo mismo como proceso político resultante de una supuesta previa unión de los mismos. Y si se sostiene lo contrario, ¿cómo delimitamos entonces que el pueblo catalán es tan homogéneo como para considerarlo un único pueblo? ¿Qué herramientas utiliza el PML(RC) para saber con certeza y precisión que el pueblo vasco es una unidad total que se encuentra a la misma altura que la categoría de pueblo español? ¿Qué hacemos entonces con esos catalanes y vascos que no apoyan el derecho a decidir porque saben que son, de hecho, españoles? ¿Qué podría hacerse con esos catalanes que afirmaron que si Cataluña logra separarse de España, ellos mismos llevarían a cabo un proceso de separatismo en Barcelona para devolver la ciudad condal a España? ¿Cómo atajamos esto, Roberto?
Entendemos que por ejemplo, durante la conformación de la URSS, Lenin aplicase el derecho de autodeterminación con Finlandia tras la guerra, como bien sabéis en vuestro partido y en vuestro frente, por ser el primero intento de aplicación del marxismo a un Estado. Pero aquello, a la larga, supuso la ruina de la Unión Soviética. Los primeros intentos son maravillosos porque en ellos se cometen los errores de los que a posteriori tenemos que aprender para no volver a cometerlos. No obstante en épocas pasadas a la revolución bolchevique, Finlandia fue un ducado que el Imperio ruso le arrebató al Reino de Suecia en 1808, que pasa de ser, tras dicha anexión, una zona plenamente zarista, tratada con especialidad, donde el zar construye el centro de Helsinki y donde va a cazar con su corte en sus bosques, a una zona con unas leyes endurecidas a partir de 1898. Los finlandeses se encontraban hastiados de verse repartidos en forma de anexión entre potencias de mayor poder que ellos, tanto como parte del Reino de Suecia como por parte del Imperio ruso. En esta época no podemos hablar de Naciones Políticas, sino de Naciones Históricas. Ya sabemos lo que son. Finlandia obtiene su primer parlamento propio en 1906 como reconocimiento a su unidad política, la cual alcanza su independencia a finales de 1917, reconocida así por los bolcheviques. Entendemos que en este proceso y ante la conformación de una unidad socialista de varias naciones que habían salido recientemente de estados de anexión ─algunas─, y que gozaban por primera vez de una libertad política propia, se conformase, mediante el principio leninista del derecho de autodeterminación al ser este el líder de los bolcheviques, especialmente para, como decimos, esa creación de unidad socialista. Entendemos que esta fuese la contemplación de Lenin y los bolcheviques en esa época, ante esa coyuntura. Pero aunque sea entendible ─insisto─ por ser el primer intento socialista de la historia, el derecho a la autodeterminación fue un absoluto fracaso político del que tenemos que aprender para no volver a realizarlo nunca más. Y precisamente por su fracaso político como medida leninista, queda desechada y eliminada de toda contemplación por nosotros. Advertimos también que en Vanguardia Española nos encontramos en un proceso de transición hacia un rechazo aún más férreo del derecho de las naciones a la autodeterminación, entendiéndolo como el gran error de Lenin. Es una medida fracasada. El derecho de las naciones a la autodeterminación es una postura rechazada por la República Popular China, por la República Popular Democrática de Corea, por la República de Cuba, por la República Socialista de Vietnam y por la República Popular Democrática de Laos. Todos estos Estados socialistas ─porque son socialistas, aunque a ustedes les pese y no quieran aceptarlo porque no salen de Lenin-Stalin-Hoxha─ han rechazado el federalismo para adoptar una postura unitaria centralista; elemento fundamental para mantener su cohesión en un mundo que ya nada tiene que ver con el siglo XX. Estos Estados socialistas, marxistas, han entendido que el federalismo es una forma de Estado perfecta para que desde fuera puedan ser desmontados con mayor facilidad por potencias enemigas. El federalismo es el caballo de Troya del separatismo.
Y en Vanguardia Española no entendemos la premisa del Secretario General del PML(RC) cuando afirma que el derecho de autodeterminación se ha de aplicar en España, cuando esta ya está unida históricamente desde el siglo XVI y políticamente desde 1812. No es necesario consultar su unión pues el problema que tenemos con los separatismos periféricos es un problema que procede de intereses burgueses y de postulados completamente racistas que aún se encuentran en los argumentos de muchos vascos, gallegos y catalanes. Por mucho que ciertos grupos quieran impregnar ese ímpetu de separatismo con tintes obreros para legitimarlo y pretender exportarlo a la mayoría de la población de la región, no es un problema legítimo e histórico, sino un problema de una parte bien situada de la población, contra la gestión nacional por haberles arrebatado el estatus de extremo beneficio del que gozaban hace años y que anhelan volver a tener. E insistimos, pretendiendo arrebatarnos población, habiéndola sumido en una falsa causa que no tiene base ni explicación popular a lo largo de la historia española. Señores del PML(RC), concluyendo esta contra-crítica y aclaración que pasa ya de las 56 páginas, desde Vanguardia Española aclaramos y afirmamos lo siguiente: rechazamos tajantemente el derecho de autodeterminación por ser un principio, que si bien leninista, se encuentra ya en la más absoluta obsolescencia debido a los tiempos en los que nos encontramos, de avance nacional y de avance político mundial, así como por haber supuesto una medida fracasada de Lenin como hombre de Estado, y reconocemos que, de alguna manera, si es una medida fracasada, nos daría igual que esté obsoleta o no, pues vigente u obsoleta, siendo un fracaso, merece ser eliminada de toda contemplación. En España no estamos ante un proceso de anexión, de guerra propia contra otra potencia de la que queremos un pedazo, ni tenemos problemas de convivencia con una región que apunte a la legitimidad histórica y procedentes de años pasados, sino que estamos asistiendo a cómo una mínima parte de la población, claramente enemiga de la clase obrera, quiere arrebatarnos Cataluña, País Vasco, Galicia, y seguramente más zonas en el futuro para entregarlas a Europa; al proyecto de la Europa de los pueblos, aprovechando la situación económica de beneficio europeo y la total vigencia de la política democrático-burguesa que reina en esta plataforma capitalista y liberal, que pretende unirnos a naciones con una trayectoria que no es compatible con la nuestra ni con nuestro proceso civilizatorio en América. Esta clase que nos pretende arrebatar territorios de importancia, busca beneficiarse de una coyuntura dada desde la entrada de España en la Unión Europea, aún con más impulso que anteriormente. Podemos discutir largo y tendido sobre la historia de los nacionalismos periféricos y concluiremos en que no son de interés para la clase obrera española, puesto que directamente ni siquiera surge de ella. El patriotismo es, especialmente, defender a nuestra clase, defender a los que crean y construyen con su esfuerzo, tiempo y especialización, la riqueza nacional de la que todos nos beneficiamos. La burguesía tiene que quedar sometida ante los intereses obreros, proletarios. Esta clase no es compatible con la nuestra ni puede serlo, porque mientras que los obreros construimos la Patria y buscamos fortalecerla, la burguesía no tiene problema en venderla o fragmentarla. Sólo la toma del poder político por parte de la clase obrera, arrebatarle el poder del Estado y de la economía nacional a la burguesía como clase dirigente, y la ilegalización de los movimientos separatistas puede traer, de una vez por todas, una estabilidad a la Nación Española, que insistimos, es política, lo que significa que los anteriores pueblos han desaparecido para fundirse como ciudadanos españoles. Sólo el centralismo, de una vez por todas, puede garantizar una relación homogénea entre la clase obrera española, haciendo desaparecer, con trato, los problemas del separatismo. Una mayoría de naciones sobre la faz de la tierra cuentan con sus propios problemas individuales que han de saber solventar con astucia y de forma tajante. España tiene un problema relativo exclusivo a los separatismos periféricos, e insistimos, no son de interés de la clase obrera porque entonces quedaría fragmentada, separada de una Nación Política a la que pertenecen de forma objetivamente histórica. Tener un idioma regional, un sentimiento subjetivo, un carácter más abierto o más cerrado no son elementos que creen naciones: sólo el hecho político las construye. Si España ya está unida desde el siglos XVI, y políticamente en sentido moderno 1812, si las regiones que más protestan tienen niveles de vida más altos que las que no, si cuentan con una autonomía que roza el federalismo, el problema no se soluciona, señores del PML(RC), con derecho de autodeterminación y "unidad voluntaria". Se soluciona arrancando de cuajo el problema burgués del separatismo, transformando la educación española controlando cada engranaje de ella desde la objetividad histórica, y reforzando la unidad de clase obrera en todas partes, guiándola al patriotismo y a la defensa de lo que políticamente son, haciéndole saber a la clase obrera española quiénes son. Y esto sólo lo garantiza el centralismo, no el federalismo. Por mi parte, la contra-crítica acaba aquí. Estas son, señores lectores, las diferencias más agudas entre el PML(RC) y Vanguardia Española. Les animamos a que lean su crítica en el número 2 de la segunda etapa en De Acero para que vean qué es lo que dicen de nosotros. Quedan, a grandes rasgos, debidamente expuestas nuestras distancias para que ustedes juzguen con total libertad qué posición les convence más: si la federalista del PML(RC) o la centralista de Vanguardia Española. Naturalmente, se puede profundizar muchísimo más en ambas cuestiones y en los roces naturales entre ellos y nosotros. Se pueden escribir muchas más páginas. Pero esto es una contra-crítica, no un libro. Insisto, en esta contra-crítica no tiene cabida el desprecio, la vejación ni la burla, y se aboga por el respeto ante todos los militantes de ambas dos organizaciones, abogando por la profesionalidad y el saber estar. Un respeto que merecemos todos, tanto Santiago Armesilla y Emmanuel Díaz como Roberto Vaquero, Pau Botella, Fermín Turia, Carmen López e Iriti Uriarte. El lector, tras entender ambas posturas, tiene la última palabra.
Sobre el autor:
David de Quevedo es estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Natural de Móstoles, Madrid, actualmente reside en Algeciras, Cádiz. Miembro de KFA España, ex-escritor de la parte económica de la revista SAENAL sobre Corea del Norte y ex-militante del Partido Comunista de España.
Twitter: https://twitter.com/DavideQuevedo
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